viernes, 30 de diciembre de 2011
Nada.
Felicidades!!! Te acaban de regalar NADA.Absolutamente NADA. Es lo último en minimalismo.
Menos es mas, mas es menos.
NADA es precioso, NADA es simple, NADA es desagradable.
Abre el envase y no pasará NADA. Permite que NADA entre en tu mente y calme tu alma. Disfruta del momento. Pronto descubrirás que NADA es mucho mejor que algo.
Porque NADA es perfecto, y NADA es para siempre.
--Anónimo.
martes, 27 de diciembre de 2011
Punto.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Me alegra la idea de que existas.
viernes, 23 de diciembre de 2011
Días de relleno.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Infinitos millones de montones.
lunes, 19 de diciembre de 2011
Nada ni Nadie.
http://www.youtube.com/watch?v=0AraLLbCAgs
domingo, 18 de diciembre de 2011
La excepción que confirma la regla.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Tan feliz y tan triste.
No hace falta que señales, que ya le veo, que ahí está. Ha formado un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y se ha parado de frente sin intención de moverse. Y me mira y me escucha y me habla, con esa sonrisa, y esas maneras, y ese remolino que forma cuando se acerca. Entre naranjas de valencia y llaves falsas que contienen zombis, vampiros que muerden lobos y huevos que bailan con gatos, con botas de suela virgen y botes de cuero en suelo de goma. Aquí, allí o en Kenia, da igual el sitio si la compañía es buena. Sobre asientos que desprenden calor, bajo mantas que resguardan del frío, y capuchas grises, aunque no llueva. Justamente ahí, está el olor de sus abrazos y el color de su sonrisa, la mueca de su barbilla y el dulce sabor de sus labios. La suavidad de sus manos, la longitud de sus pestañas, el fino tacto de su pelo, y hasta su rodilla de cristal.Y su voz....en cualquier formato, de cualquier manera, alta, baja, susurrando, entre risas, y a veces con tímido llanto. Que se de lo que escribo, que se de lo que hablo. Que cuando se calla, hasta el silencio me sabe a él. Que si le veo sonrío, y si no le veo me lo imagino.Que si despierto y no he soñado con él, cierro los ojos y sigo. Que mi nivel de locura se basa en las horas que me faltan para volver a verle. Que sí, que lo se, que no está bien...pero hace tiempo que se me acabaron las fuerzas para seguir apartándome de él.
No lo entendéis, ni lo vais a entender. No tenéis ni idea. No sabéis nada.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Porque todo cambia...
jueves, 1 de diciembre de 2011
17 días para mediodía.
-¿Tienes miedo de volver a verle?-preguntó Nico, mientras enredaba inconscientemente con la cucharilla los posos del fondo de la taza de café.
-No es verle lo que me preocupa.-respondió ella tras unos segundos, dejando escapar una leve sonrisa.
-¿Y entonces? ¿De qué tienes miedo?
-De lo que de verdad tengo miedo, es de que vuelva aquí y reclame su parte en mi mente, y lo terriblemente vulnerable que me sentía entonces. Miedo de que vuelva y me recuerde que mis latidos nunca fueron en vano, de que trastoque cada recuerdo que he creído olvidar. De que vuelva como quien vuelve por navidad, esperando que la casa esté caliente y la cena recién hecha, De que recorra cada rincón del hogar, esperando encontrar todo lo que dejó en su sitio. De que de por hecho que estoy hecha para algo así. Miedo de sus palabras y aún más de sus silencios. De levantarme cada mañana sintiendo que lo que tengo es lo que no quiero para el resto de mis días. De que las horas transcurran de nuevo como si fueran minutos, y siempre tener de qué hablar. Miedo de caminar sin ir cogida de la mano, y aún así sentir que no camino sola. Miedo a pensar en el, así sin querer, y no en el sentido de que lo hago sin darme cuenta, si no en el sentido literal de lo que eso significa, sin querer hacerlo, y que aún así venga involuntariamente a mi cabeza, sin poder evitarlo. Miedo a volver a mirarle sin ser consciente de qué es lo que tengo a mi alrededor ni cuánto tiempo llevo así, incluso sin prestar atención a lo que me está contando en ese momento, con esa sonrisa de idiota que se genera inconscientemente. Porque con el no quiero guerra, ni quiero paz. No se lo que quiero, nunca lo he sabido...pero se lo que no quiero, y justamente a eso, es a lo que más miedo tengo.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Nuevos Mediodías.
Vete de aquí, y quédate. Márchate lejos y vuelve, no regreses nunca hasta mañana mismo. Permanece a mi lado donde no pueda verte, ni se te ocurra acercarte, no te separares de mí ni un segundo. Mírame a los ojos, no me veas ni de reojo. Abrázame, ni me toques. No me hables, haz el favor de no callarte. Ignórame, hazme un poco de caso. Me marcho lejos, a medio metro. Voy donde tú estés, donde tu quieras, contigo a ninguna parte, sin tí a ningún lado. No por ti, contigo. Hazme reír hasta acabar llorando, quiéreme más, no me quieras tanto. Olvídate de mí, pero sobre todo, pase lo que pase...recuérdame, te estaré esperando.
domingo, 27 de noviembre de 2011
4. Y más escaleras.
-¿Sí?-Pregunté.
-Soy yo. - Respondió. Y con eso, ya era suficiente.
Pero por más que pase el tiempo, creo que nunca podré olvidar aquel día. Ya había sucedido otras veces, pero no así. Le pegaba. Le pegaba siempre que no hacía las cosas como el quería, incluso cuando hacía todo bien, pero estaba enfadado o había tenido un mal día. Bebía mucho, muchísimo, sobre todo los fines de semana, cuando no tenía nada que hacer y los problemas le agobiaban. Alguna vez intenté detenerle, incluso había hablado con mi madre para contratar a un abogado, poner tierra de por medio y sacarla de aquella mierda, pero ella siempre se negaba. Le quería, y decía que el la quería también a ella, a su manera, era inútil intentar enfrentarse a ella. Pero yo no entendía su forma de querer. Contacté con una asistente social, pero me advirtió de que mientras no quisiese colaborar, no había nada que pudieran hacer. Sabía que mi ambiente familiar no era el que solían tener en otras casas, pero acostumbrada a ello desde que tenía uso de razón, y sin una actitud por parte de mi madre que me empujara a buscar el cambio tampoco podía hacer nada...hasta que llegó aquel día. Habían discutido, como de costumbre, quizás algo más, pero a aquellas alturas estaba tan acostumbrada a los gritos, a los golpes y a los portazos que ni si quiera me di cuenta. Cuando todo quedó en silencio y el cd que sonaba en mi cadena musical llegó al final de la última canción, salí a la cocina para prepararme un zumo y coger algo de chocolate...pero no fui capaz de avanzar más allá de la puerta. Tirada en el suelo, con las muñecas ensangrentadas y el cuchillo que utilizabamos para cortar el jamón en su mano derecha, encontré a mi madre. Al instante sentí una ráfaga de aire cálido sobre mi nunca, y al girarme vi como él, con los ojos desorbitados, contemplaba la escena medio metro a mis espaldas. Sin pensar en lo que hacía y sin ser capaz de articular palabra le empujé con las pocas fuerzas que en ese momento pude reunir para que no entrara a la cocina. Fue entonces cuando sucedió. Apenas conseguí desplazarle unos pocos centrímetros, pero el a mí sí, y no solo éso, mucho más...pero no me veo con fuerzas, ni ganas, para recordarlo aquí. Transcurrieron solo unos pocos minutos, pero a mí me pareció una eternidad. La siguiente imagen que mi memoria quiere retener es la de Marco, sentado junto a mí en las escaleras, secándome las lágrimas, y abrazándome con fuerza.
jueves, 24 de noviembre de 2011
3. Escaleras
Transcurrieron varios días de numerosos encuentros en el ascensor, frente la panadería de la esquina y en el supermercado de la siguiente manzana, hasta que me decidí a invitarle a salir. Fue algo sencillo, improvisado, un simple café para informarme sobre las actividades deportivas que ofrecía el gimnasio del barrio...lo cual, por supuesto, no me interesaba ni lo más mínimo, pero los seres humanos somos así de idiotas, y yo necesitaba una excusa que no dejara al descubierto, o al menos no tan evidentemente, que mi único objetivo era quedar con ella, estar con ella, y poder conocerla un poco más. Tras aquel café vino otro más, y otro, un par de almuerzos, una salida a cenar, una noche de cine...y por fin, el día de mi cumpleaños, nuestro primer beso en el portal, el cual no olvidaré jamás.
-¿Cuántos años tienes hoy?- Me preguntó ella, con su sonrisa de siempre.
-Ventitiseis.- Contesté. Y aquella vez, sonreí también.
No se en qué momento dejamos de ser vecinos para ser conocidos, ni en qué momento pasamos de conocidos a algo más, pero un par de meses después ella hablaba de mí a sus amigas como su novio, y yo me sentía orgulloso al escuchar aquellas palabras salir de su boca, algo raro en mí, teniendo en cuenta mi inestable y mujeriego pasado. Tampoco se en qué momento dejé de admirarla para empezar a quererla, pero sucedió muy rápido, mucho más de lo que esperaba y de a lo que estaba acostumbrado...y es que es complicado no querer a Selma. Pero hasta aquella tarde de finales de Mayo, cuando lloraba recostada sobre mi pecho sentada en el rellano de la escalera, no me di cuenta realmente de lo fuerte que era mi sentimiento hacia ella. LLovía mucho, y a pesar de cubrirme con la capucha de la fina cazadora llegué del trabajo calado hasta los huesos. Había olvidado unos papeles y mi jefe los necesitaba urgentemente, y aunque me prestó su coche solo en el trayecto del aparcamiento al portal acabé como recién salido de la ducha. El caso es que de no ser así, no hubiera vuelto a casa tan temprano, y no se cuánto tiempo más hubiera transcurrido sin que fuera consciente de lo que sucedía día tras día al otro lado de la pared. Un golpe seco, y un grito, no pude escuchar mucho más, las viviendas estaban insonorizadas y Selma acostumbraba a tener encendida la música a todo volumen...pero en aquella ocasión, no fue así. Escuché el sonido de la puerta de al lado, y todavía sin haberme deshecho de la cazadora mojada, y sin haber localizado los papeles que venía a buscar, salí rápidamente al rellano de la escalera. Y allí estaba ella. Débil, frágil, pequeña, muy pequeña aún con su metro setenta. Y lloraba. Solo lloraba, ocultando su rostro entre sus brazos desnudos, llenos de arañazos y de marcas. Conmovido por la imagen que en aquel momento tenía ante mí y sin saber muy bien qué hacer, me senté junto a ella y posé con delicadeza mi mano sobre su hombro. Casi sin que mis yemas rozaran su piel, dio un salto y se golpeó sin querer la cabeza contra la pared. Sus ojos se clavaron en mí, y durante unos segundos se quedó mirándome, sin decir nada. Y entonces, me abrazó. Me abrazó con fuerza, casi con desesperación, como nunca lo había hecho. No buscaba cariño, pedía a gritos ayuda, en silencio. Noté como mi cuello se humedecía con las lágrimas que no paraban de salir de sus ojos, y cómo su corazón latía contra mi pecho a una velocidad a la que era casi imposible distinguir sus pulsaciones. No se cuánto tiempo permanecimos allí, abrazados, sin decir nada...pero fue en aquel momento cuando fui consciente de cuánto la quería...y de cuánto me necesitaba.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Escritor.
lunes, 21 de noviembre de 2011
2. Selma
No era nada nuevo, siempre era así. Vivía entre gritos, y me acostumbraba, aunque de vez en cuando me engañaba, y pensaba que las cosas cambiarían. Pero no cambiaban, nunca lo hacían. Tendía a ignorarles, a tratar la situación como algo normal, y cada vez que me surgía la mínima duda de sí lo era o no, de quién era realmente el malo y el bueno en toda la historia, intentaba por todos los medios engañar a mi mente para que dejase de planteárselo. Llevaba haciéndolo durante años, desde que tenía uso de razón, al fin y al cabo bastaba con permanecer encerrada en mi habitación, subir el volumen de la música, y desconectar. Evadirme del mundo, y esperar a que terminase. Y en las ocasiones en las que la situación acababa por hacerse insoportable, salir de casa, a pasear al perro que siempre quise y nunca tuve, regresar tras un largo rato, y actuar como si nada hubiese sucedido. Así era como había funcionado siempre, así era como funcionaba, y así era como creía que funcionaría. Me gustase o no, era más de lo mismo. Podía adaptarme, o marcharme, pero de nada me serviría revelarme. Aquel día era más de lo mismo...la misma mierda de siempre. Había salido sin rumbo, sin destino, a mirar tiendas en las que no pensaba comprar nada, detenerme en escaparates que ni si quiera me interesaban, y dejar que el día transcurriera, que llegase la noche, y por fin poder descansar, o intentarlo, al menos. El reloj de la estación marcaba ya las 8 de la tarde. 8, como el día, aunque ya le quedaba poco para terminar. Un hombre de pelo gris y aspecto cansado vendía guantes de lana junto a uno de los bancos de madera. Y entonces apareció él. Serio, moreno, no muy alto, de vaqueros desgastados y una elegante americana. Y guapo. Muy guapo. Sentí como mis mejillas se sonrojaban, y esperando que no se hubiese dado cuenta clavé mi mirada en un sucio cartel que colgaba de la pared, el cual tiempo después descubrí que se trataba de un estúpido anuncio de lentes de colores, pero que en aquel momento ni me interesaba, ni me di cuenta. Me sentí una cría, más de lo que realmente era a mis escasos 22, hacía tiempo que no sentía algo así. No tenía ningún sentido, no le conocía de nada, pero me hizo dejar a un lado todos mis abrumadores pensamientos, y aunque no tenía ni la menor idea de por qué, desear que aquel chico de mirada penetrante y clara se levantara, y se acercara. Pero permaneció allí, inmóvil, sentado con las manos en los bolsillos como si nada le importara, hasta que escuché el ruido del tren detenerse a mis espaldas. Me planteé incluso quedarme allí parada, esperar al próximo tren, o a cualquiera que fuese su próximo movimiento...pero entonces miré de reojo al banco, vi que estiraba las piernas y se colocaba la bufanda, y comencé a abanzar hacia el vagón, sin otro pensamiento que verle cuando girara la cabeza. Y así fue, pasó de largo junto a mí, y se sentó en la siguiente fila, permaneciendo ahí hasta que llegamos a mi parada. Intentaba disimular, pensar en cualquier otra cosa, pero su mirada constantemente interrumpía mis pensamientos. Esa mirada tan sincera, tan verde...tan llena de esperanza. Me levanté, llegué a la puerta, bajé del tren y llegué hasta mi casa...y cuando saqué las llaves y noté algo junto a mi espalda, no pude evitar que una estúpida sonrisa se dibujara en mi cara.
-¿Eres el nuevo?-Le pregunté sin saber muy bien qué palabras pronunciaba.
-Sí.-Respondió él. Y la estúpida sonrisa no se borró de mi cara. Novecientos setenta y siete mil quinientos cuarenta habitantes. Quinientas sesenta y cinco mil cuatrocientas ventitrés viviendas...y vivíamos en el misma calle, en el mismo portal, y en la misma planta, puerta con puerta.
sábado, 19 de noviembre de 2011
1. Marco
Martes 8 de Noviembre. 8 de la tarde en la estación. El otoño parecía por fin dejarse ver en todo su explendor. Las hojas formaban mares de aguas doradas alrededor del tronco de los árboles, y el viento cantaba con voz aguda, susurrando en los oídos de quienes con rostros soñolientos se arropaban con frías prendas de abrigo. Y ahí estaba yo. Sentado en un viejo banco de madera pintada de un verde seco y desgastado por la lluvia, esperando al tren que me conduciría hasta mi nuevo hogar. Llevaba sólo dos días viviendo en Cartrena, apenas conocía la ciudad, y mucho menos a su gente, pero me encantaba observarles en silencio, y contemplar el paisaje desde la ventanilla del tren. Fue entonces cuando la ví. De pie, apoyada sobre una columna, alta, pálida, hermosa, con su largo y ondulado pelo rubio medio escondido bajo un gorro de lana, y sus brillantes ojos color miel leyendo con desinterés un sucio cartel que pendía a duras penas de la pared. Por un momento sentí un extraño e incontrolable deseo de acercarme a ella, de saludarla, de conocerla, pero mis pies no se despegaban del suelo. Me quedé allí, paralizado, sin ser capaz de dejar de mirarla. De pronto un fuerte ruido me despertó de mi estado de letargo y desvió mi mirada hacia las vías. Mi tren acababa de llegar. Me levanté contrariado, sintiendo que no quería moverme de allí, que no quería dejar de mirarla, y planteándome incluso lo estúpido que sería perder el billete solo por contemplar a aquella mujer, si es que sus dulces rasgos de niña podían catalogarla como tal, durante quién sabe cuántos minutos más...pero me moría de ganas por hacerlo. Entonces ella se incorporó, y con paso lento pero decidido, caminó hacia el vagón. Una estúpida sonrisa se dibujó en mi cara, y casi sin que me diese tiempo a ser consciente de lo que estaba haciendo, caminaba tras ella por el pasillo interior. Se sentó junto a la ventanilla de un asiento vacío, y un extraño pudor infantil se apoderó de mí, impidiéndome ocupar la butaca que había vacía a su lado, y obligándome a continuar abanzando para acabar una fila más adelante, frente a ella. Durante los 15 siguientes minutos que duró el trayecto hasta mi casa, el tiempo se detuvo para mí. No existía nada más alrededor. Sólo ella. No era tan guapa, en realidad, era mucho más que eso. Sus rasgos, jóvenes, probablemente de alguien unos 6 años menor que yo, naturales, imperfectos, sin maquillaje, la hacían aún más hermosa. Y su mirada, esa mirada que decía tanto con tan poco, parecía triste, confundida, extraviada en pensamientos de quien no hace mas que pensar y pensar sin saber bien qué hacer ni encontrar una solución a su problema. De pronto su expresión cambió, se incorporó de golpe, y tras abrocharse la cazadora de cuero marrón que ocultaba su pecho y recoger del suelo una mochila de piel blanca, se dispuso a abandonar el tren. Fue entonces cuando me percaté, en mi instintivo deseo por continuar siguiéndola, que aquella también era mi parada. Me levanté de un salto, y arrastré mis pies hasta la puerta corrediza, o como sea que se llamen las puertas de los trenes, esas que se deslizan y se abren solas, y que cuando eres pequeño tus padres te engañan diciéndote que son mágicas. El portal de mi casa estaba a solo unos metros, pero en aquel instante no me importaba, continuaría siguiéndola hasta donde ella fuera con tal de poder observarla durante unos minutos más. Y entonces sucedió. Sacó del bolsillo un manojo de llaves sujetas por un viejo llavero metálico, y se detuvo frente al portal número 17 de la calle Acequia. Levantó la mirada, y me dedicó una de las sonrisas más bonitas que he visto en mi vida:
-¿Eres el nuevo?- Me preguntó mientras introducía la llave en la cerradura.
-Sí.-Respondí sin dar crédito a lo que veía. Novecientos setenta y siete mil quinientos cuarenta habitantes. Quinientos sesenta y cinco mil cuatrocientas ventitrés viviendas...y vivíamos en el misma calle, en el mismo portal, y en la misma planta, puerta con puerta.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Distancia.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Mirar dentro.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
martes, 8 de noviembre de 2011
OchodeNoviembre.
domingo, 30 de octubre de 2011
Autolección Número 1.
No juegues con los sentimientos de los demás solo porque tú no sepas que hacer con los tuyos.
jueves, 27 de octubre de 2011
.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Soplar hacia dentro.
lunes, 24 de octubre de 2011
Riposa In Pace, SuperSic.
viernes, 21 de octubre de 2011
El hotel Infinito.
jueves, 20 de octubre de 2011
VeintedeOctubre.
-¿Cuántos años tienes hoy?-Preguntó ella, con su sonrisa de siempre.
-Ventitrés.- Contestó él, y aquella vez, sonrió también.
lunes, 17 de octubre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
Envidia Sana.
sábado, 15 de octubre de 2011
GRACIAS
viernes, 14 de octubre de 2011
Cambio de zapatos.
jueves, 13 de octubre de 2011
Infinito.
martes, 11 de octubre de 2011
Queridos reyes magos, este año me gustaría que me trajeseis...
domingo, 9 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
No me hables.
Luego sigo, ahora no me apetece.
viernes, 7 de octubre de 2011
Se acabó el verano.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Por Amor al Arte.
martes, 4 de octubre de 2011
Hoy, llueve, otra vez.
lunes, 3 de octubre de 2011
Fuerza.
domingo, 2 de octubre de 2011
El que quiera ser amado, que ame.
- En cierta ocasión, le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles consideraba que eran los factores que destruyen al ser humano. El respondió así:
sábado, 1 de octubre de 2011
jueves, 29 de septiembre de 2011
Siete letras.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Falta de aire.
martes, 27 de septiembre de 2011
Pero en el fondo, nada que importe.
Eh! Que quede claro...Con la mayoría.
viernes, 23 de septiembre de 2011
Setenta y Siete.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Grises.
lunes, 19 de septiembre de 2011
Le duele la cara de ser tan guapo.
jueves, 15 de septiembre de 2011
La misma mierda de siempre.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Fotografía.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Hugo.
sábado, 10 de septiembre de 2011
No se cómo titularlo, ni cómo empezarlo.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Años con la pieza fuera del puzle.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Septiembre entre líneas.
Lo que consecuentemente debería de "ser lo tuyo", y lo que "es lo tuyo",
nunca es tarde, o sí lo es.
Tomar decisiones, y perderte en ellas, no saber qué hacer.
1200 km por voluntad propia, o porque intentas huir.
Ser valiente y marcharte, o ser cobarde y quedarte,
ser valiente y quedarte o ser cobarde, y marcharte.
Luchar por lo que quieres, saber antes qué es lo que quieres,
y si puedes, o más bien si te lo crees, que sí, que puedes.
Y tantas dudas, tantas vueltas, tantos "depende" rondando por tu cabeza,
que ni tu propio juicio sabe cuál es para él la opción correcta.
Y ves cómo los días transcurren, y caminas sobre ellos como puedes, como te dejan,
pero el tiempo corre más que tú, te saca ventaja en la carrera, se te apaga la voz a momentos...
y en esta ocasión, no consigues ver la meta.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Chapas, Copas y Botellas.
martes, 6 de septiembre de 2011
Digamos hacer el amor...que decir follar, suena mal.
lunes, 5 de septiembre de 2011
Sobre eso que llaman Musas.
lunes, 29 de agosto de 2011
Nunca, siempre, jamás, prometo.
domingo, 28 de agosto de 2011
Desde todo este puñado de kilómetros de distancia.
sábado, 27 de agosto de 2011
Blog temporalmente privado.
viernes, 26 de agosto de 2011
Falta de empatía.
jueves, 25 de agosto de 2011
Los mismos restos, la misma mierda.
sábado, 20 de agosto de 2011
!!
miércoles, 17 de agosto de 2011
17
martes, 16 de agosto de 2011
Tinta de alma prestada.
La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger, a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menos, y deja un resquicio a la esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió. Un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Que los Barón Rojo volvieran a tocar juntos era improbable, pero sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, el 12-1 contra Malta, el amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, si no de amores improbables. Por que lo improbable es por definición probable, lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Y mientas haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo."
miércoles, 10 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
sábado, 6 de agosto de 2011
Me alegra la idea de que existas.
viernes, 5 de agosto de 2011
Soñar despierta.
Esta tarde me he parado frente al escaparate de una librería. Es algo bastante habitual, pero hoy ha sido diferente a otros días. Utilizo el término tarde porque todavía se dejaba ver el sol, pero la tienda ya estaba cerrada, con su verja bien bajada y sus luces apagadas. Lo cierto es que me he entretenido varios minutos, y he visto la portada de todos y cada uno de los libros que el vidrio separaba de mí, impidiéndome tocarlos, ni tan si quiera abrirlos, o al menos acercarme a ellos más de la distancia establecida. Y después de observarlos detenidamente, fijándome en sus colores, sus tamaños, su editorial, su autor, y hasta en quién escribió su prólogo o qué imagen de portada tenían, he pensado en lo maravilloso que sería, lo llena que me sentiría y la gran sonrisa que se me dibujaría, si algún día, al detenerme frente a ese escaparate, uno de todos esos libros, fuese el mío.
Persona gris...personas grises.
jueves, 4 de agosto de 2011
One Last Breath.
Hacía tiempo que no sufría eso de querer escribir con tinta recién salida del alma, y sentirla tan fría que no se puede utilizar. Reconozco que algo me preocupa, me siento mejor persona cuando me enamoro, y creo que es un sentimiento que ahora mismo no logro recordar. Sin embargo tengo otros, que con esfuerzo y algo de inspiración se pueden aprovechar...Quiero algo enrevesado, complejo, casi tanto como comer pipas peladas. Algo que suena a chicle de menta y caramelo, y sabe a Canon de Pachelbel para piano y a color rojo fuego. Que huele a abrazo cálido y a angora, suave, clara, y que tiene tacto de incienso de Nag Champa. Que se ve dulce, muy dulce, como el acero de un anillo de plata, y áspero como la seda de las sábanas cuando hay cosas mejores que hacer en una cama. Lo que quiero es elocuente, incoherente, hace temblar, y dibuja sonrisas de las que aceleran el corazón y suben la temperatura del alma. Excitante hasta cortar la respiración, dilatar las pupilas, tensar los músculos contraer las arterias...y al terminar, llama al silencio, y todo se queda en calma.
http://www.youtube.com/watch?v=qnkuBUAwfe0&ob=av2e
miércoles, 3 de agosto de 2011
Natural.
miércoles, 27 de julio de 2011
Buen Viaje.
Hacía tiempo que no sufría eso de querer escribir con tinta recién salida del alma, y sentirla tan fría que no se puede utilizar. Reconozco que algo me preocupa, me siento mejor persona cuando me enamoro, y creo que es un sentimiento que no logro recordar. Sin embargo tengo otros, que con esfuerzo se pueden aprovechar, para dejar salir al fin lo que quiero expresar. A lo largo de la vida siempre hay personas que te marcan de una manera diferente, que te dejan huella, que se suele decir. Personas que van y que vienen, personas que aparecen y desaparecen esporádicamente, personas que te acompañan en el camino durante periodos más o menos largos, y personas que en ocasiones, por circunstancias ajenas a tu propia voluntad, dejan de formar parte de tu viaje. Y puede que tu mente las destierre y las condene al olvido, pero tu corazón guardará todos los recuerdos en una caja fuerte, todos, los buenos, los no tan buenos, y hasta los malos. Una caja de esas que se cierran con candado y arrojas la llave al mar, porque aunque en el momento no te veas capaz de volver a abrirla jamás, te resultará imposible deshacerte de ella. Es triste no poder darle a alguien especial lo que realmente espera de tí, más triste aún es no entenderle, y más todavía que no te queden fuerzas, ni ganas, para intentar hacerlo. Pero aunque el camino se bifurque y se escojan direcciones diferentes, una parte de esa persona formará parte de tu pasado. Y aunque no vuelvas a mirar atrás, siempre caminará contigo.
Buen viaje, buena suerte, y todas esas cosas que se suelen decir. Cuídate mucho.
lunes, 25 de julio de 2011
Tú ganas.
Y se que en el fondo es lo que buscabas escuchar, y aunque no te daré el gusto y jamás lo oirás, tengo que reconocer que te quise. Tal vez no sea el momento más adecuado ni tampoco el lugar, pero puestos a escribir sobre cualquier cosa me rebajo a tu altura y respondo igual. Te quise desde el más íntegro, involuntario y sincero sentimiento, te quise como nunca mereciste, al menos no de mí. Me importaste. Me importaste mucho más de lo que hubiera querido, luché contra mis sentimientos una y otra vez, y mentiría si dijera que en su momento no creí en un nosotros, un nosotros de los de verdad, de los que pasa el tiempo y no se acaba. Yo para ti fui única en el mundo, pero tú llegaste a ser mi mundo. Lo conseguiste una vez más, y lo admito, sentí, y todavía siento, y duele. Fuiste, y eso no lo puedo negar, pero ni eres, ni serás. No estás a la altura, nunca lo has estado, y nunca lo estarás. Ya es tarde, tu antiguo sitio hace tiempo que está ocupado. Así que por favor, que no se vuelva a repetir. No me mires, no me toques, no me hables, no te dirijas a mí, hazte a la idea de que ya no existo para tí, porque tú, para mí, has dejado de existir.