domingo, 30 de noviembre de 2014

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- ¿Me echas de menos?

+ No lo suficiente.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Con tinta de almas prestadas.

Dicen que de los peores sentimientos nacen los mejores textos, pero después de rachas solitarias y oscuras uno necesita estar enamorado para poder escribir. No tiene por qué ser de una persona, hay quien se enamora de un lugar, del trabajo, de un deporte o de su propia vida, pero siempre he pensado que uno es mejor persona cuando se enamora. O al menos, se siente así. Lo que está claro es, que uno necesita estar enamorado para escribir con su propia tinta, y no con la del alma de otros, porque de lo contrario sus líneas acabarán sonando frías, vacías, sin luz...sin magia. El ser humano es un ser complicado, no todo en él tiene por qué encajarnos. Hay hombres que me gustan para quererles, y otros me gustan para un rato, para viajar a Roma durante unas horas entre sus piernas. Otros me gustan para hablar, para que me escuchen, y escucharles, otros para abrazarles, y que me abracen, para que me hagan sentir pequeña, y a la vez grande. Otros me gustan simplemente para verles sonreír, para perderme en sus hoyuelos y contar los dientes que separan sus labios de mis besos. Hay hombres que me gustan, y luego estás tú. Ven. Ven y déjame ver si en tus ojos se refleja que tienes los sueños vueltos del revés como los míos. Ven, estréllate contra mi cuerpo, córtame en pedazos y llévatelos, arrójalos cerca de aquel lugar donde nos veíamos cuando solíamos gritar en silencio nuestros sentimientos. Que sí, que hay hombres que me gustan, pero tú...tú me gustas para todo.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Un hombre hecho de lluvia.

Quiero un hombre hecho de lluvia. Un hombre que me moje, que me haga ver el arcoiris en los días sin nubes, para bailar bajo él toda la noche y ver el sol más brillante en lo alto del cielo por la mañana, cuando ya no esté entre mis sábanas. Un hombre que me empape de vida con su sonrisa, que sea capaz de calarme hasta los huesos, que me deje temblando y pensando en qué es lo que ha pasado, que se escurra en mi mente sin avisar. Que sea sorprendentemente incontrolable. Que me refresque en la noches calurosas de verano y me bese bajo su paraguas en las frías noches de invierno. Que sea un torrente de emociones, que sienta, que su impulsividad cree vida a mi alrededor. Pero sé que debo tener cuidado, porque la lluvia es delicada. Dicen que jugar con fuego es arriesgado, pero eso sólo sirve para quien nunca ha jugado con agua. Jugar con agua es completamente impredecible. Lo que parecía una pequeña tormenta de verano puede llegar a convertirse en un monzón que arrasa con todo, es imposible poner barreras ante ello. Si quiere, puede hacer crecer la primavera en el colchón de tu cama, pero también puede devastar, asolar, arramblar, no dejar piedra sobre piedra, ahogarte en un mar de dudas. Y aún así, yo quiero un hombre hecho de lluvia. Y es que seguramente sean los únicos capaces de quitarte la sed en medio del desierto, aunque después de uno de ellos no te queden ganas de acercarte a ningún otro por miedo a volver a sentir esa sensación de que te inundan los pulmones sólo con su mirada. Pero llegados a este punto, me pregunto yo...¿No merece la pena sufrir la neumonía provocada por el agua helada, antes que pasarte toda la vida en seco? Como dijo François Ozon en la película Dans La Maison...Ni siquiera la lluvia, puede bailar descalza.


martes, 18 de noviembre de 2014

Vulnerable.

El diccionario de la Real Academia Española define el término "vulnerable" como aquello que puede ser herido, física o moralmente. Hay quien considera equivocadamente que vulnerable es sinónimo de débil, pero cualquier ser humano, en condición de sentir, debe ser, en determinados momentos, vulnerable. Decía un proverbio chino que cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, mientras que otros construyen molinos.  Levantarse cada mañana con una actitud optimista para lo que sea que nos depare la vida puede que sea la mejor opción para afrontar lo que tenga que venir, pero de vez en cuando uno necesita darse un margen. Al fin y al cabo, es complicado construir molinos si sólo disponemos de ladrillos y cemento, en cuyo caso los muros siempre son la mejor opción para el alma.  Uno necesita su trocito de soledad y de aislamiento de vez en cuando, tarde o temprano acabará llegando alguien dispuesto a ayudarte con el material que te falta. Te observará durante un tiempo, hasta que sea capaz de trepar, asomarse a tu muralla, y saltar. Puedes juzgar a la gente por lo que hacen cuando nadie les mira. Cuando creen, que nadie les mira. Ayer te vi, aunque tú no lo sepas.  Te vi, escuché en la distancia cómo te llamaban,  y el cielo gris se volvió azul de repente. Las nubes se disiparon de golpe como el humo de uno de esos trucos de magia que tanto nos gusta pensar que son verdad, y dieron paso al sol más reluciente de este Otoño gris. Entonces me sentí feliz, porque supe que aún siento. Da igual qué, pero siento. Sé que siento, porque al verte, al escuchar tu nombre, necesito sujetarme el corazón. Y no se trata de una necesidad física, pero te juro que la sensación de que el alma se me revolvía por dentro y se me iba a escapar por los poros de la piel no me la invento. Fue entonces cuando volví a entender eso de que no somos fríos por la ausencia de sentimientos, sino por la abundancia de decepciones. Y  lo difícil  que es explicarle a alguien que puede ser todo para ti cuando piensa que no tiene nada que ofrecerte. Porque somos así. Cuando estamos rozando el cielo en la cumbre más alta de la montaña, va, y se nos antoja el mar. Yo me perdí  entre los besos que decían que nunca te irías, justo antes de que tu cogieras ese tren hacia ninguna parte y yo me mudara de piel el corazón.  Me fui, sin carta de despedida, sin discusión de medianoche, sin punto y final de los finales de los que habla Sabina. Me fui, pero no me he ido. La impuntualidad siempre ha sido uno de nuestros defectos favoritos, y tal vez llegue tarde algún día…pero te aseguro: Llegaré.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Tinta de domingo.

Miro a un punto fijo intermitente al tiempo que escucho el sonido de la cucharilla contra el tazón. Giran y giran círculos de espuma en el café junto a restos de cereal y chocolate, y yo me dejo derretir junto al balcón de la cocina. Tic tac, suena el reloj en la pared, como todos los días, ese que activa el piloto automático que apaga mi alma, me conecta la cabeza al mundo...Y dejo de hacerme preguntas. Pero justo hasta ese momento, me pregunto tantas cosas que nunca me da tiempo a responderme. Me pregunto, entre otras, por qué me despierto algunas mañanas y lo primero que hago es pensar en ti. Por qué se me revuelve algo dentro cada vez que escucho tu nombre en algún lugar, incluso cuando esas dos sílabas llenas de letras se refieren a otra persona. Por qué entro de puntillas en las redes sociales como quien entra a escondidas a una habitación a oscuras en busca de algo que un día olvidó. Por qué borré tus fotografías, si se me agarran a las retinas día sí día también. Por qué hago ver que no las veo, si no me hace falta ni mirarlas, si ya me las sé de memoria. Por qué salgo por las noches como si nada, como si jamás te hubiese conocido...Y por qué les acabo pidiendo a otros que hagan de ti. Que les gusten tus mismas cosas. Que sonrían como lo hacías tú. Por qué les comparo siempre contigo. Qué culpa tendrán ellos de no saber que me exististe, de no poder acabar este final. Por qué me he cansado de trucos de magia, por qué ya no me apetece jugar. A la mierda la lotería. Quiero que me toques tú.


domingo, 9 de noviembre de 2014

Infinitos millones de montones de GRACIAS.

Dicen que la esencia de una persona se puede medir por la calidad humana de la gente que le rodea, y de sus amigos, pero en mi caso creo que no existe ningún aparato de medida con la capacidad suficiente para ello. Nunca me ha gustado mucho la fecha de mi cumpleaños, pero alguien especial me dijo hace unos meses que es bueno celebrar que ha pasado un año más, y seguimos bien. Después del día de ayer no me queda más remedio que darle la razón. No encuentro ni encontraré, por muchas horas que me pase delante de la pantalla del ordenador, las palabras adecuadas que describan lo agradecida y afortunada que me siento de que de una u otra manera forméis parte de mi vida. Gracias a los que estuvisteis, porque me hicisteis reír, y mucho más difícil aún, llorar, y también a los que no pudisteis estar, porque la ausencia también se valora, y se siente. Gracias a los que me felicitasteis siete veces, a los que lo hicisteis una, y a los que os habéis acordado hoy, porque más vale tarde que nunca. Gracias a los que me llamasteis, porque aunque no me guste el teléfono hay voces que de vez en cuando necesito escuchar. A los que me escribisteis media línea, dos o veinte, porque es muy gratificante que por un día sean los demás los que escriben para ti. Porque gracias a vosotros voy cogiéndole el puntillo a esto de cumplir años, y porque de vez en cuando, sienta genial decirle a los tuyos que les quieres. Sé que se me de fatal estrujar el alma y sacar todo el jugo para fuera, pero aunque nunca os lo diga, os quiero mucho. 


jueves, 6 de noviembre de 2014

Noviembre entre líneas.

Paolo Coello escribió en El Zahir, que a lo largo de nuestra vida conocemos dos grandes amores. Uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos, esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella...y un segundo gran amor, que tendemos a perder siempre. Alguien con quien naciste conectado, que te impacta, que tiene ese noséqué diferente a los demás que te hace sentir eso de "no sé cómo definirlo, pero me encanta"...hasta que cierto día, por la razón que sea, dejáis de intentarlo. Os rendís, aparece esa otra persona que os hace olvidar. Pero siempre, de vez en cuando, llegan esas noches en las que el alma te pide a gritos volverle a ver, otro beso suyo, o simplemente discutir una vez más…Os librareis de él o de ella, conseguiréis encontrar la calma, pero nunca dejarán de existir los días en los que sin querer le recordéis. Cuando conoces a una persona así, algo ajeno a los seres humanos, por ponerle un nombre, llamémosle destino, hace que ambos, en algún nivel, de alguna manera, os pertenezcáis. Como amantes, como amigos, o como algo completamente diferente, no es cuestión de ponerle etiquetas. Pero esfuérzate por mantenerlo, ya sea porque os entendéis el uno al oro, porque estéis enamorados o porque de vez en cuando os robéis una sonrisa u os dediqueis un buen rato. Esfuérzate, porque quizás consigas que esos dos grandes amores, con el tiempo, se conviertan en el mismo. Conocerás a pocas personas así a lo largo de tu vida, bajo las más extrañas circunstancias y en las etapas y momentos más inesperados, y te ayudarán a sentirte vivo. No sé si esto me hace creer en las casualidades o en el destino, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que definitivamente, me hace creer en algo.