miércoles, 29 de enero de 2014

Entre espejos, silencio y frío.

Cuando dejas de creer en ti, algo se apaga en el país de los espejos que muestran tu verdad. El resto de los cristales mienten por envidia, aunque sólo existen si los miras demasiado. Que sí, que aunque hay quien pueda masticarte tarde o temprano tendrá que volver a escupirte, y que resurgirás de las cenizas como el ave fénix que no tiene miedo al fuego y hasta se lame sus propias heridas...Pero todos tenemos derecho a caer de vez en cuando, por miedo a resbalar, sin haber resbalado. Esperamos a ese alguien dispuesto a aparecer de nuevo con el brazo tendido, aunque su tacto queme tanto como las noches de invierno, para levantarte de un suelo que no merece tu caída. Pero de nada sirve acumular silencios, y aunque en esos momentos no sientas confianza para comerte el mundo a gritos, ten paciencia, que el mundo estará esperando tus mordiscos. Y cuando por fin te incorpores, y continúes caminando, te darás cuenta de que los resbalones los provoca uno mismo, y de que nada ni nadie te hará caer de nuevo salvo tus propias zancadillas, tus propios silencios, y tu propio frío.


lunes, 27 de enero de 2014

Miedo.

Mi abuela solía decir que los sentimientos nunca se malgastan, aunque no te los devuelvan en la misma medida que mereces, o deseas. -Déjalos salir a raudales-me decía. -Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se cosen, y con el tiempo las cicatrices se curan. Pero los corazones protegidos, esos se enfrían, y acaban convertidos en piedra.


viernes, 24 de enero de 2014

Una noche cualquiera.


Sucedió una noche cualquiera, que no sucedió nada, que soñaron juntos durmiendo separados. Sucedió en dos camas distintas que se convirtieron en precipicios de madrugada. Dos cuerpos desnudos que cerraban los ojos y se veían. Se tocaban tras los kilómetros, y esperaban bajo las sábanas. Sucedió en mitad del miedo, cuando despertaban gritando sus nombres. Y el mismo recuerdo borroso del pasado, envuelto entre nubes de noche y alcohol que les hacía tiritar, les quitaba el frío. Ojalá por una vez, sólo por una maldita vez, el orgullo apoyase la causa perdida de decir "vuelve a mi vida", en voz bien alta. Sucedió una noche cualquiera, cuando nadie miraba y la esperanza se ahorcaba en el mismo nudo del estómago. El orgasmo les duraría todo ese tiempo que permanecerían separados. Y es que los finales felices sólo son para aquellas personas tan tristes que son incapaces de disfrutar de la historia. Y sí, querer quererte sin querer es triste, porque no dejo de sentir que estás lejos de mi cama, y que no puedo hacer nada para superar ese silencio que te calla en la distancia. Maldita distancia. Nunca me había sentido tan a falta de un abrazo, y aunque me los den otros ya no me abrigan como antes. Sigo echando en falta los tuyos. Sé que está mal decirlo, pero ahora mismo tengo ganas de besarte, de hacerte el amor, y de más cosas que no menciono por no perder la sutileza que respiran estas líneas…aunque sueño despierta con que quizás aparezcas por esa puerta y no vaya a quedarme con las ganas. Cerrar los ojos y verte ahí, en ese vacío que tengo dentro, llenándolo de nuevo. Despertar y saber que hay alguien que me necesita...y a quien necesito yo. Que sí. Que lo sé. Que tener la necesidad de algo no quiere decir que vaya a satisfacerse, que la vida es así. Y que si te digo que te necesito tú puedes imaginártelo, no tienes por qué sentirlo…pero a ver quién es el valiente que controla eso. Parece magia, un día conoces a alguien y después tienes la sensación de lo que creías entender sobre los sentimientos, la pasión o las ganas de saber más de una persona era sólo una parte, porque la realidad es que pueden ser mucho más intensos e incontrolables. Y aquí estoy, con la luz apagada sin poder dormir, convenciendo a mis sábanas de que me den calor porque no van a recorrer tu espalda, al menos esta noche. Es otra forma de soñar. Lamer la herida, intentar lidiar con el nudo en el estómago, con los sudores fríos y con la presión en el pecho que no deja respirar sin soltar el aire en un suspiro. Lo cierto es que ahora me siento mejor, pero sigue sin gustarme nada esto de desconocer a las personas. Y me apeteces. Sí, me apeteces. Me apeteces a destiempo, incluso cuando no pienso en ti, pero suenas de fondo. Sigues ahí, a tu forma, detrás de cualquier delante. Y en medio de la fiebre y del delirio, me imagino contigo. Me imagino contigo, solos. Y todo lo demás, sobra.



lunes, 20 de enero de 2014

Crímenes perfectos.

La vida siempre sigue, dicen, pero no es verdad. A veces, la vida no sigue. Simplemente, los días pasan. Retroceder sólo para tomar impulso, dicen. Y para nada más. ¿Y para nada más? ¿A quién queremos engañar? Es imposible olvidar sin permitirse recordar. Olvidar es como evitar intentar ser feliz constantemente. Quiero decir, ¿Cómo vamos a poder dejar de recordar las cosas bonitas que hemos vivido? El pasado esconde las peores cicatrices, sí, pero también los mejores momentos. Es inevitable mirar hacia atrás sin magullarse y sonreír al mismo tiempo. La solución más acertada sería encontrar un presente y conjugarlo como perfecto, pero no nos lo permite la gramática española. Que sí, que lo bueno de la soledad es que nunca te traiciona, pero y qué haces cuando te dejan desnudo con las ganas puestas, muriéndote de frío porque tu piel no llega a arropar toda esa necesidad de sentir algo. Qué haces cuando te das cuenta de que alguien está más cuando se va, cuando cualquier señal de "sigo vivo" te hace despertar el alma y sonreír. Jugar con fuego siempre nos ha iluminado la sonrisa, nos hace pensar en ese no te vayas, quédate. Quédate hasta que deje de importarme que te marches. Deja a un lado la moneda, no pienses en mañana...Y que arañarte la espalda desabroche tormentas que derramar sobre mi cama.


http://www.youtube.com/watch?v=350CimBVnns


jueves, 16 de enero de 2014

Yo mataré monstruos por ti.

16 de Enero de 2014, nueve de la noche en el Revellín. En el Revellín y en cualquier otra parte de Logroño, de España y de muchos sitios del mundo, pero yo estoy cruzando junto al arco, en este momento. Últimamente apenas sé nada de Verano, así que supongo que le recuerdo demasiado.  La lista de reproducción de mi I-phone suena de manera aleatoria. No demasiado alto, lo suficiente como para permitirme escuchar el sonido de las hojas secas bajo mis pies. Hojas que danzan al viento, así nos elevará el tiempo y nos hará rodar, y rodar, y rodar. Camino sin rumbo fijo, y con esto no quiero decir que no sepa a dónde voy, eso lo tengo claro, a recoger mi bicicleta que lleva aparcada frente a la biblioteca mas de tres horas...Sin rumbo fijo en mi vida, quiero decir. Para colmo hace días que voy sin luces, algo que saca de quicio a los conductores en la carretera en cuanto se hace de noche…con toda la razón del mundo, en eso estamos de acuerdo. Me pregunto en qué momento decidí coger una mandarina del frutero, en lugar de un plátano, una manzana, o cualquier otra fruta que no tuviera la piel tan pegada. Como las personas que llevan encima una coraza, y por más que lo intentas no hay manera de quitársela. Aunque no sé de qué me quejo, si yo no salgo a la calle casi nunca sin mi armadura puesta. El caso es que se me ha quedado su olor impregnado entre las uñas. Armani Code. Eso sí que huele bien, y el vestido de la chica del anuncio me encanta. Tampoco es que huelan mal las mandarinas, o al menos no tan mal como el hombre del cajero del BBVA por el que acabo de pasar. Retrocedo unos pasos y me detengo frente al cristal. Efectivamente, ahí está. Tendido sobre el suelo y malamente envuelto en unas viejas mantas roídas, como si fuera la nata de un canutillo que se sale por las esquinas. Me pregunto por qué desprenderá ese hedor, por qué cada vez que me planteo sacar dinero en el cajero cojo aire antes de entrar. Por qué siempre está ahí tirado, sin rumbo fijo. Mira, ya contamos con algo en común, aunque creo que en esta ocasión puedo decir que yo tengo las ideas más claras. Me encuentro entonces con mi propio reflejo. Mis ojos brillan más de lo normal y adoptan un color verde aceituna. Siempre les pasa en épocas en las que hace frío, o demasiado calor. En el resto son marrones. O color miel, como decía mi abuela intentando hacerme creer que eran especiales. Tal vez lo fueran. Tal vez lo son. No lo sé, a mí me gustan. Noto que algo golpea mi pie. Dirijo mis ojos brillantes color aceituna y miel hacia el suelo, y un niño de menos de un metro y no más de siete años recoge un pequeño y desgastado balón de fútbol que acaba de detenerse junto a mí. Se queda callado durante unos segundos, y al fin se decide a preguntar: "¿Por qué lloras?". No puedo evitar sonreír. "Es por el frío", le respondo, y continúa mirándome, asombrado. "Debes de tener poderes mágicos", me dice. "Eres la primera persona que conozco que es capaz de llorar y sonreír." Y justo en ese momento, se hace el silencio, y la canción se detiene en esa frase que hace tiempo no logro sentir: Yo mataré monstruos por ti.




martes, 14 de enero de 2014

La gente que me gusta.



Como Mario Benedetti escribió una vez, me gusta la gente que vibra. Esa gente a la que no hay que empujar, que no hay que decirle que haga las cosas sino que sabe lo que quiere hacer, y lo hace, aunque se equivoque y tiempo después descubra que tiene que cambiar de dirección, incluso de sentido. Que se arriesga. La gente que sueña y no duerme, que cultiva esos sueños hasta que se apoderan de su propia realidad, que es capaz de asumir las consecuencias de sus acciones y que no baja la cabeza ante las dificultades, apartando de una patada firme y segura cada piedra del camino en lugar de detenerse cuando se encuentra con una a pensar cómo esconderla en los bolsillos, sin que se note. La gente que disfruta de los pequeños detalles, que quiere por lo que se es, y no sólo por lo que se ve, que no entra y sale de mi vida cuando y como le da la gana sin si quiera preguntar. Que si le llegas, se queda. Que va de frente, y no por detrás. Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente, pero no con intención de lastimarme o de herirme, sino de ayudarme a mejorar como persona. La que no receta el remedio antes de encontrar la enfermedad y no inventa una infección para venderme la cura. Que ataca los motivos, y no las consecuencias, que enseña que el saber no es inteligencia, y que un libro no es sapiencia elitista sino herramienta popular. La gente que sonríe, que llora, que se emociona. Transparente, creativa, emprendedora, sin adornos ni envolturas. Que siente, que sueña, que vive. Así es, la gente que me gusta.

viernes, 10 de enero de 2014

Y la luna, mejor dejarla donde estaba.

¿Qué es lo importante, conocer la luna o pisarla? ¿Qué es lo importante, conocerla a ella o besarla? Así empiezan las cábalas para acabar en la cama de una de esas chicas que pierde mucho menos de lo que gana. En sitios donde los cuerpos son los que marcan las fronteras de las pieles que los sanan. Si la conoces antes de besarla corres el riesgo de quererla antes de tocarla, de conocerla en teoría y querer hacerle el amor en la práctica, de quebraderos de cabeza que no se saldan con polvos de despedida tras una vehemente llamada. Pero si la besas antes de conocerla, tienes el riesgo de hablar de un mundo en el que no se adapta, de entrometerte en parejas con las que no contabas, de que esté totalmente chiflada…aunque eso no sea malo, trae consigo la ignorancia de las cosas de las que ella no habla, de conocerla en cada minuto en el que la miras, los relojes no existen y el mundo entero se apaga, de que te sorprenda a cada paso que da, aunque se caiga. Y llegados a ese punto, siendo valiente, realista y consecuente, lo mejor es dejarse llevar, disfrutar del placer de descubrirla en cada mirada, en cada gesto con el que explica las cosas cuando se enfada, en besarla rápido y poco al principio, por si se gasta, y besarla lento y mucho en los días en los que te cuenta las cosas que a nadie contaba. De abrazarla cuando tenga miedo y no sepa de qué, de pensarla cada noche bajo tus sábanas frías, cuando no esté. De ser un poquito más de lo que esperabas, de lo que pensabas. De ser cada día más, sin querer ser nada. Y la luna, mejor dejarla donde estaba.

jueves, 9 de enero de 2014

Fondu au noir.

La vida siempre sigue, dicen. Pero no es verdad.
A veces, la vida no sigue. 
A veces, sólo pasan los días.




Et si ça fait mal c'est parce qu'il ne te voit pas,
Alors que ton sourire enfin s'éteindra.

martes, 7 de enero de 2014

Pérdidas.

A medida que pasan los años, me voy convenciendo cada vez más de que  tenemos a nuestro alcance multitud de posibilidades para formarnos intelectualmente, pero muy pocas para formarnos para la vida. Entre otras muchas cosas, deberían de prepararnos para las pérdidas en algún sitio. No sé, que existiera una asignatura con su nombre desde los tres años hasta acabar bachillerato, incluso en la universidad, que explicara cómo asumirlas en función de la edad que uno tenga. Y que fuera de evaluación continua, que te lo recordase de manera constante, para que cada vez que suceda no tengamos que volver a pasar por lo mismo como si fuera la primera vez. Y repartirlas, espaciarlas un poco en el tiempo, que no le toquen tan seguidas a una misma persona para que pueda superarlas en condiciones. Que no se junten las unas con las otras, que no se amontonen, cada una merece su propio espacio, su propio duelo, su tiempo de cura, de cicatrizar sin infecciones. Y también deberían de enseñarnos a coser. A cosernos por dentro, al fin y al cabo las pérdidas siempre dejan un hueco vacío que cosemos como podemos cuando nos sentimos rotos, mientras el llanto del alma hace eco en su interior. Los más valientes hasta se cosen la sonrisa en la cara. Aunque no la sientan. Alguien debería de avisarnos de que la aguja y el hilo fortalecen, pero el hueco permanecerá vacío siempre. En cualquier pérdida, del tipo que sea, en unas será más profundo y en otras más superficial…pero ahí se queda. Alguien debería de encargarse de estas cosas. Alguna de esas figuras que idealizamos y a la que concedemos poderes por encima del resto sin motivo aparente, por ejemplo. Alguna de esas personas que parecen haberse matriculado para ser Dios pero todavía no han obtenido el título, debería de responsabilizarse de todo esto, aunque sinceramente, no sé si serían capaces. Pero lo que está claro es, que tiene que haber alguien, quien sea, que nos ayude a entender, asumir, y afrontar que aunque nunca son bienvenidas, en el fondo, las pérdidas son necesarias.



jueves, 2 de enero de 2014

Sueño de una noche de invierno.

Era uno de esos atardeceres en pleno otoño. De esos en los que el frío todavía no es capaz de alcanzar nuestros pulmones al respirar, en los que una suave brisa te envuelve como si de una ligera caricia se tratara. Las hojas secas crujían bajo mis pies descalzos, dibujando un acolchado sendero que bien podía hacerle competencia a cualquier alfombra roja. Y salir ganando. Caminaba despacio sin saber muy bien hacia dónde seguir, sin tener muy claro cuál era mi destino, en aquel momento. Pero no me importaba. No hay que preocuparse demasiado por los peldaños que queden por delante…lo importante, es comenzar a subir la escalera. Y allí estaba yo, dando mis primeros pasos. Fue entonces cuando le vi. Sentado distraído, recostado sobre el tronco de uno de los árboles sin levantar la cabeza, con su libreta de tapas marrones desgastadas y lapicero en mano, dibujando algo que la distancia que flotaba entre nosotros como un guardia de seguridad con los brazos extendidos me impedía ver. Una vez más, despertó mi curiosidad. Tenía esa extraña habilidad de despertar en mí una curiosidad introspectiva, suspicaz, pasional y al mismo tiempo con ciertos destellos de ternura.  Me detuve en seco durante unos segundos, limitándome a observarle sin atreverme a cruzar la barrera. De pronto mis plantas se despegaron del suelo, arrastrando consigo algunas hojas secas. Mis rodillas se flexionaron y mis piernas comenzaron a moverse. Mi cuerpo entero experimentó un impulso difícil de definir que mi cerebro no era capaz de controlar, en aquel momento. Las órdenes venían de otra parte más profunda, más vehemente, más íntegra. Su silueta comenzó a hacerse cada vez más nítida a medida que me acercaba hacia él, y sentí como si un muro de mármol pétreo y gélido se rompiera en mil pedazos a mi paso. Justo en el instante en el que mis pies se toparon con los suyos, alzó la cabeza con una sonrisa. Esa sonrisa llena de dientes y de hoyuelos y de venacomerteelmundoconmigo, aquí, ahora, y ya veremos qué pasa después. Me enamoré de esa sonrisa desde el primer día en que me dio dos besos y me dijo su nombre. Y es que hay que ver qué bien le sientan siempre esos dos besos a mi frío. Allí estaba, sentado frente a mí, observándome. Pero había algo raro en su expresión, una picardía diferente a la habitual. ¿A caso me esperaba? Sí, me esperaba. Una vez más mi cuerpo no hizo caso a mi mente y obedeció las órdenes de mi alma, haciendo que mi mirada se dirigiera a su preciada libreta. Él sonrió más ampliamente todavía, y yo sentía cómo el sol moría tras las montañas y cómo me encantaba la idea de que él y yo volviésemos a respirar el mismo aire. Se incorporó sin dejar de mirarme, y allí, parado frente a mí, con sus labios a escasos centímetros de los míos, le dio media vuelta al cuaderno. Todo a nuestro alrededor pareció desvanecerse de golpe, y el tiempo se detuvo como si miles de relojes de arena en todas las partes del mundo hubieran explotado a la vez, esparciendo los restos en todas las direcciones. Ya no existía muro de mármol, ni guardia con los brazos extendidos, ni nada que nos detuviese, en aquel momento. Intenté aferrarme al sueño como pude, negándome a despertar una y otra vez mientras sentía su sonrisa cada vez más borrosa. Intenté por todos los medios no apartar aquella imagen de mi cabeza. Justo antes de resignarme a abrir los ojos, pude escuchar sus palabras, firmes y claras, que decían: "Ya no sé cómo hacer qué te des cuenta, a estas alturas. No puedo dibujar otra cosa que no seas tú".