Dicen que la casualidad es difícil de entender, pero yo la entendí el mismo día en el que tus labios se cruzaron en el camino de los míos. La noche en la que tu boca decidió deternerse a medio trayecto entre los dos besos que esperaban mis mejillas para trazar la mediatriz más imperfectamente perfecta que recuerdo, y explicarme sin palabras que la soledad no siempre es buena compañía. Que de vez en cuando hay que apartar el paraguas a un lado y mojarse cuando está lloviendo. Sentir el agua caer sobre nuestro cuerpo, que atraviese nuestros huesos, nos empape hasta el alma...y dejarse llevar por la corriente. Desde entonces muchas noches me encuentro a mí misma desnudándote con mi lápiz y haciendo el amor sobre el papel, pensando en lo sencillo y al mismo tiempo complicado que sería cualquier madrugada abrirme paso entre tus sábanas. Que usaras mi cuerpo de instrumento y que tus silenciosos gemidos se convirtieran en mi canción favorita, mientras mis manos acompañan el ritmo recorriéndote la espalda, y mis uñas desabrochan en ella tormentas que derramar sobre tu cama. Sueña conmigo, anda. Quiero decir, mejor sueña aquí, a mi lado, para que nuestros cuerpos puedan hacer el resto. Quizás no tenga mucho sentido, pero qué importa. Siento frío, y me apeteces. Me apeteces a destiempo, incluso cuando no pienso en ti, pero suenas de fondo, como una dulce melodía, al principio, que poco a poco va cogiendo forma, que va in crescendo hasta convertirse en un sonido trepidante y violento que finaliza de golpe al terminar la canción, cuando todo se queda en calma. Dejar que me desnudes el orgullo, y admitir que el único problema es que tú eres la solución, que no se puede negar lo evidente, que hay deseos que no se cubren con miedos ni mentiras...y que de vez en cuando, hasta las diosas necesitan que alguien les lama las heridas.
Hace semanas que es verano, y casi no me he dado cuenta. No he ido a La Concha aún porque ahora mí playa sin ti me parece un desierto desubicado, y sin querer pienso en eso de bañarme en tus ojos, y que se joda el mar. Al final el agua es como un beso: Limpia, moja, y calma. Me he propuesto dejar de fumar desde que el humo me recuerda a los besos que salen de tu boca. Ya ves que no me queda poesía últimamente para echarte de menos tanto como en falta te echa sin conocerte mi cama de madrugada...Yo no creo ya en la magia, pero eso no quiere decir que no me gustaría hacerlo. Es como, por ejemplo, cuando le dices "te quiero" a alguien y sonríe. Eso es magia. Tu nombre. Hablemos de tu nombre. No creo en la magia, pero últimamente cuando alguien dice tu nombre sus seis letras resuenan dentro de mi cabeza durante todo el día, como una melodía indefinida que no se acaba nunca. Tu nombre que no es más bonito ni más feo, ni más largo ni más corto, ni siquiera más extraño que otro cualquiera…pero a mí me gusta, igual que tu olor, y tu sonrisa. Susurro tu nombre cuando no hay nadie, como si intentase reducir la distancia entre nosotros. Y es que la distancia más grande entre dos personas siempre es el miedo de una de ellas. El miedo es como un impermeable puesto del revés que en lugar de evitar que te mojes lo que impide es que el mundo pueda secarte. Eso es el miedo. Cuando uno desea a alguien pero tiene miedo, espera que ese alguien aparezca forzando la casualidad, en la puerta de su casa o a la salida de algún bar, como si fuese una sorpresa. Y espera así, con el impermeable del revés y con su playa convertida en un desierto en el que se dan las condiciones necesarias para que sobreviva el sentimiento. Pero tengo miedo. Miro a mi alrededor y la gente me observa desde el puerto, extrañada, porque no entienden que deje pasar las oportunidades como barcos en los que te sientas junto a mí mientras aparto la vista hacia otro lado. Y la verdad, a estas alturas yo tampoco. He dejado de creer en la magia, y no porque no exista, sino porque sólo lo hace para algunos. Dicen que hace mucho más daño lo que creemos que sabemos que lo que desconocemos, pero no os podéis hacer una idea de lo jodidamente triste que es ese momento en el que el truco falla, el As de corazones se cae de la manga, y por primera vez en mucho tiempo, eres consciente de ello.