lunes, 19 de septiembre de 2011

Le duele la cara de ser tan guapo.


No me preguntéis por qué, ni os molestéis en buscar explicaciones racionales. No existen, él es así. Coherente dentro de su propia incoherencia, elocuente dentro del más absurdo desequilibrio, es capaz de sacar de quicio a cualquiera con sus rarezas...con esa sonrisa, y esas maneras, y todo ese remolino que forma cuando se te acerca. Le he visto mil veces, en mil sitios, de mil formas. Su primera cara de la mañana, recién afeitado y con gafas cubriendo la miel de sus ojos, y su última cara de la noche, de mirada enrojecida y labios con sabor a chicle de menta. Con mucha ropa, grande, fria, y con poca, muy poca, incluso nada. Prácticamente rapado, y con el pelo desgreñado, y por supuesto, casi siempre bien peinado. Le he visto feo, muy feo, aunque siempre esté guapo, el más guapo. Prepotente, insoportable, e increíblemente agradable. Sonreír por tonterías y reír a carcajadas, gritar de rabia y hasta humedecer a sus ojos con tímidas lágrimas, si hago memoria. Le he visto queriendo verle, y le he visto casi sin ganas. Y ahora, definitivamente, las tengo. Porque él ha sido capaz de llegar a ser ese puto único motivo del día que en determinados momentos te hace sonreír y a la mierda con la autodestrucción...por eso que dice Escandar Algeet en uno de sus poemas, de que "los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me se desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre". Que de él no me atrevo a esperar nada, simplemente me adapto a lo que me da, me adapto a ello continuamente, porque me compensa, me interesa.Y es que no sabes lo que es encontrarte en lo más alto, que te empujen al vacío, y qué el aparezca de golpe para decirte, "venga, hazme un hueco, y me lo cuentas". No sabes lo que es que él se retuerza y bostece, te abrace hasta hacerte temblar, y como si de un truco de magia se tratase haga desaparecer a todo el mundo. Que yo soy la primera que entiende, a quien pierda la cabeza por su complicada mente y el sentido por sus enrebesadas palabras...pero también las bragas por un roce de mejilla. Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa, las incomodidades de orgullo que pueda provocarme, son algo con lo que ya cuento. Con esto quiero decir que a mí de versos no me tenéis que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que se cómo agacha la cabeza, levanta la mirada y ladea la lengua, o se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro, en formato chillo, en formato gemido y en formato secreto, ese que no hay quien lo entienda cuando no se molesta en vocalizar. Que me se sus cicatrices, sus tatuajes, y el sitio que tienes que tocarle para conseguir que se ría, y me se lo de su rodilla, y la forma en la que se mueve cuando camina. Que no sólo conoce mi última pesadilla, también otras anteriores, y yo sí que no tengo cojones de decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con La Luna. Que se la cara que tiene cuando se deja ser completamente él, y la que pone cuando se coloca esa absurda careta narcisista. Que le he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y le he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana. Que no me hablen de paisajes, si no han visto su cara y no han tocado su cuerpo. Que mira, si, un polvo es un polvo, al margen del anillo manchado entre sus manos y que sólo los sueños puedan posarse sobre las siete letras de su nombre. Que lo entiendo. Que hoy vuelvo a escribir sobre lo mismo. Sobre el mismo. Que razones, podéis tener todos.

Pero yo, muchas más que vosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario