miércoles, 28 de septiembre de 2011

Falta de aire.


Se levanta por las noches empapada en sudor. Tarda segundos en ser consciente de que lo que le ha despertado ha sido el sonido de su propia tos. Camina a tientas hasta el baño, sin poder tragar ni el aire que da permiso a sus pulmones para funcionar. Se abalanza contra el lavabo, y como si del elixir de la vida se tratase permite al agua que cae de la canilla atravesar su boca sin tocar sus labios, rozando directamente las paredes internas de su cuello. Siente alivio, y aunque se atraganta, ni lo nota. Y se queda parada ahí, hasta que por fin cesa, se detiene, y tras escupir los últimos restos de tos manchada, ocre, se deja caer lentamente, haciendo resbalar su cuerpo contra la pared como si fuese una triste e insignificante gota que se aferra a sus últimos instantes de vida, y acurrucándose en el rincón de la puerta sin despegar sus frías manos de la barra que sujeta las toallas, la cual nunca ha sabido si tiene otro nombre más corto y preciso. Cierra los ojos sin fuerzas, y aunque le cuesta mantener la calma, se encuentra tan agotada que consigue permanecer ahí, dormida, dando descanso a su mente para que tenga paciencia, deje pasar los días, y no se haga ideas precipitadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario