sábado, 30 de noviembre de 2013

Con el sueño entre mis brazos.

Los viernes por la noche, cuando me quedo sólo, me acuesto en el sofá con la luz apagada y la manta hasta el cuello, cierro los ojos y las pongo una y otra vez. Mis canciones. Imagino que estás aquí, escuchándolas conmigo, escondida entre las sábanas y quejándote del frío. Tus pies descalzos, congelados, enlazados entre mis largas piernas, tu pelo suelto liso y revuelto, y tu espalda, que mejor no intento adornar con palabras a su lado que puedan estropearla. Qué quieres que te diga, a estas alturas. Siento debilidad por las espaldas. Si supieras la de bajoceros que cultivo en el colchón últimamente...pero sé que mis buenas intenciones no harán que mañana despierten tus zapatos a los pies de mi cama. Luego me quedo dormido, y amanezco en mitad de la noche a oscuras, buscando a tientas el mando del televisor en un intento desesperado e inútil porque la absurda tele-tienda haga desaparecer como por arte de magia a las sombras del salón, que no son sino los restos de fantasmas del pasado. Magia, eso es lo que busco. Lo que necesito. Lo que necesitamos. Estamos demasiado estancados en la rutina, en lo racional, en la falta de laxitud de ideas, de vehemencia, de ese  venacomerteelmundoconmigo, hoy, aquí,  ahora, y ya veremos lo que sucede mañana, cuando no nos importe el ayer. Al final el alma se corrompe, se cansa de ese agobiante "matricúlate de mis gustos, mis gestos, mis palabras y hasta de mi nombre", se siente encerrada en un cuerpo que no es libre, y no me extrañaría nada que cualquier día de estos le diese por abandonarnos antes de tiempo y salir en busca de otro mejor. Pero hoy no deja de ser viernes por la noche, y yo sigo aquí, sólo, acostado en el sofá con la luz apagada y la manta hasta el cuello. Cierro los ojos, y las pongo una y otra vez. Mis canciones. O las tuyas, ya ni sé. Al fin y al cabo todas las canciones me hablan de ti, aunque ahora es diferente, ahora suenan diferente. "Ahora disfruto del momento en el que vivo. Y del mañana nada pienso. Nada escribo."

lunes, 25 de noviembre de 2013

Niebla, viento, lluvia, frío.

Frío. Ese momento en el que tiempo después de escribirse, uno decide leerse a si mismo. Las dudas, los nervios, esa extraña sensación contradictoria y absurda de "no sé qué es lo que me voy a encontrar, aquí dentro", después de haberlo roto todo en mil pedazos y de haber reconstruido el puzzle pieza por pieza. Niebla. El miedo a no gustarse, a decepcionarse, y al mismo tiempo las ganas de hacerse sonreír. Lluvia. La curiosidad de saber qué es lo que leen otros, o mas bien cómo, en qué orden, con qué sentido. Los recuerdos. Sumido en mil pensamientos, inconscientemente uno va cogiendo su libro,  procurando no dejar dobladas las esquinas, pasando pagina por página hasta la última, sin anestesia. Viento. Y cuando por fin llega al final, cuando una vez leído, lo cierra, deja escapar un suspiro de los que suenan a "Deja de mirar hacia atrás, que lo que importa está delante".  Y ni niebla, ni viento, ni lluvia, ni frío. Como decía Sabina, al punto final de los finales, no le quedan ya dos puntos suspensivos.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Niebla.

Un buen amigo me dijo una vez, que hay dos tipos de personas de las que siempre me voy a acordar: Las que me ayudaron cuando lo necesité, y aquellas que me pusieron trabas. Ambos son igual de importantes, unas te enseñan a llegar a lo que te quieres convertir y otras a tener claro quién no quieres ser jamás. Unas te dicen lo que quieres oír, y otras lo que piensan de verdad. Quizás en algunos momentos de esos en los que llevamos cosida la sonrisa la niebla nos impida distinguir si nos están aportando energía positiva, energía negativa, o sencillamente no nos están aportando nada. Pero es cuestión de dejar que el tiempo nos gradúe las gafas del alma, de ser un poco exigentes a la hora de elegir la compañía, para valorar y decidir a quién queremos a nuestro lado, a quién necesitamos, y a quién preferimos apartar de nuestra vida. Y no importa lo que se quede atrás, ni merece la pena perderse en esa sensación de qué hubiera sucedido si hubiéramos hecho las cosas de otra manera. Porque no hubiera sido mejor, ni peor, simplemente hubiera sido diferente. Y llegados a ese punto, en el que ya no hay arena en los relojes y la cuenta atrás se detiene sin dar comienzo a una nueva, hacia delante, sólo queda detenerse uno también, ver dónde está, decidir hacia dónde ir, y dejar en el pasado aquello que ni le suma, ni le merece, ni le llena.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Siente, no temas.

Dicen que no hay que generalizar, pero creo que no me equivoco cuando digo que somos cobardes, los seres humanos. Siempre es así. Siempre mirando al suelo. En lugar de levantar la cabeza para ver lo que tenemos delante utilizamos gafas de madera, avanzamos guardándonos en los bolsillos las piedras del camino intentando no tropezar, hasta que un día nos dan un pisotón y de la rabia golpeamos lo primero con lo que nos cruzamos, a veces hasta rompiéndonos los dedos. ¿Cómo puede asustarse uno de lo que siente cuando el sentimiento es bueno? ¿Cómo se puede tener miedo a perder lo que ni si quiera se tiene? ¿Por qué en lugar de alegrarnos de ello y dejarnos llevar tenemos que pararnos a pensar en ese irónico "De quién fue la genial idea de que tú y yo volviésemos a respirar el mismo aire"? Quizás el destino tenga la culpa, no lo sé, pero hay que ver qué bien le sientan tus dos besos a mi frío. Tic tac, suena el reloj, y esa dulce melodía que sonríe como tú y sabe a ti sin querer hacerlo le recuerda a Cenicienta que es la hora de regreso. Perder el zapato nunca fue casualidad, siempre tuvo la esperanza de que una simple excusa como aquella le sirviera para volverle a encontrar. Así que una vez descalza, dejando atrás todos sus miedos, se repite a sí misma una y otra vez: Camina, no corras, pero tampoco te detengas. Observa, no mires, pero levanta la cabeza. Escucha, no oigas, pero procura no acumular silencios. Grita, respira, vive, y sobre todo: Siente. No temas.

martes, 19 de noviembre de 2013

Con tinta de almas prestadas.

La lluvia comenzó a caer cada vez con menos fuerza, hasta quedar reducida a un leve eco mojado que poco a poco fue consumiéndose con el susurro del viento. Un hombre de unos 50 años se incorporó para que su joven acompañante alta, morena de piel y rubia de cabello, mirada penetrante y caderas simétricamente perfectas, le ayudara a colocarse una americana gris perla de caída elegante y discreta. Tras dedicarse una leve sonrisa, de esas que lo dicen todo sin decir nada, abandonaron el local cogidos de la mano. Ambos les observaron durante unos segundos, hasta que Noa decidió romper el silencio:

-Está claro que se trata de una cuestión económica.-Comentó.-Él va muy bien vestido, tiene clase y huele a dinero. Es imposible que semejante mujer haya visto algún otro tipo de atractivo en ese señor. 
-Yo no estoy tan seguro de ello.-Dijo James sin apartar la mirada del cristal de la ventana, observando cómo se alejaban.
-¿En serio?-Preguntó incrédula-¿La has visto bien? ¡Con todos los hombres que tendrá detrás!
-No sé, por cómo se miraban...Es posible que se complementen.
-No entiendo a dónde quieres llegar-Dijo Noa mientras desenvolvía el pequeño bombón de chocolate que había colocado junto a su taza de café.- ¿Complementarse?
-Sí. Así es como funcionamos, creo yo. Hay personas que necesitan a su lado a alguien mayor en edad, porque es ahí donde encuentran seguridad, experiencia, y en cambio hay personas que necesitan a alguien más joven que le aporte la vitalidad y la frescura que consiguen planchar las arrugas de su alma. Hay quienes buscan una persona superior intelectualmente, que les baje los humos y les ayude a aprender de ella, y en cambio hay quienes necesitan a su lado una persona más tonta, dicho vulgarmente, que alimente su autoestima y les ayude a superar sus complejos de inferioridad. Los hay que los buscan guapos porque se sienten feos y feos para sentirse más guapos. Los hay que no pueden despegarse ni un milímetro del otro y los hay que en determinados momentos necesitan la distancia para valorarlo como merece. Complejos que necesitan poner tranquilidad a su vida y sencillos cuadriculados que necesitan que alguien se la desordene. Y los hay también que no saben qué cojones tiene la otra persona, que simplemente les engancha. Les hace sentirse a gusto, aunque a veces sean cobardes, o idiotas, y no se atrevan a decirlo por miedo a estropearlo. No sé. Es cuestión de gustos, de formas de ser, o de sentir, más bien. De complementarse.
-¿Y el sexo?
-Eso ya es otro tema. Pero no estamos hablando de eso...al menos no sólo de eso. ¡En ese caso todo sería mucho más fácil!-Ambos rieron.
-¿Y tú?-Noa clavó su mirada en el rostro de James, que en aquel momento contemplaba los posos del interior de su taza de té.
-¿Y yo?-Su rostro se transformó de pronto, maquillando sus duras facciones con una ternura sobrecogedora, dulce y amarga al mismo tiempo, mientras sus párpados se plegaban lentamente como los toldos oxidados de una vieja ventana, haciendo que sus pupilas se encontraran con las de su amiga.-Yo sólo necesito a alguien que me quiera.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Porque de vez en cuando, yo también necesito que escriban para mí.


"Sí, lo tuyo fue más apariencia que engaño. Reconozco que los supiste hacer muy bien. Porque engañar nunca entró en tu código de conducta. Nunca lo hiciste. Tu mirada siempre fue limpia; no había doblez en tus comportamientos. Al pan lo llamabas pan y al vino vino. Admiraba tu fuerte personalidad, aunque a veces me daba miedo. Ahora sé con certeza que el tiempo que permanecimos juntos ni un solo día me engañaste; no tenías por qué hacerlo ni entraba en tus cálculos. Pero nunca me perdonaré mi ceguera. Debajo de tu apariencia se escondía tu esencia. Yo no la supe ver y tú la guardabas en cofre de tres llaves. Ya nada será igual. Pero hoy soy más feliz que ayer. Estás muy cerca. Te tengo en mi mesilla."

Anónimo.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Entre subtítulos.

Siempre he sido de la opinión de que cuando uno tiene tantas cosas que decir que si se calla le salen subtítulos, lo mejor sería no decir nada...pero obsérvenle. Cómo se mueve, cómo camina y cómo se contonea, que anda con gracia, que anda bonito. Y fíjense que cuando sonríe, se le forman unas comillas a cada extremo de la boca. Esa, su boca, es mi cita favorita. Su risa a carcajadas. La miel de sus ojos, me bañaría en ella noche tras noche, y que se joda el mar, que no me interesa. Y esa voz, y esas maneras, y ese pelo cobrizo al sol, revuelto, que el viento peina y desordena mientras él se lo alborota con sus manos llenas de venas. Su mano izquierda. Cómo sujeta las copas y las botellas, y hasta la taza de café, con la derecha. Que sí. Que todos lleváis razón. Que será una tontería. Pero qué queréis que os diga...yo me siento más feliz cuando él me mira.

jueves, 14 de noviembre de 2013

72 horas.

Tiembla el sonido del péndulo en medio del miedo junto al gotero. Tic tac, tic tac, gota tras gota, rompe el silencio. Cruje el raíl mientras se oye de lejos el tren, que nunca llega. El viento sopla y desgarra las nubes, gritándole al sol, que huye y se oculta asustado tiñendo el cielo de rojo dolor y de gris, gris dudas, gris esperanza. Los días se alargan como si de una goma elástica se trataran, escalando una cuerda que no alcanza nunca ese extremo final, en el que los nudos por fin se acaban. Sigo plantando en mis sueños jardines enteros de tréboles de 7 hojas, noche tras noche. Las horas pasan entre el olor a largos pasillos de paredes blancas. Una tras otra, amontonándose sobre las agujas como si el orden de los números no importara. Pero importa. Un gesto, una palabra, un movimiento, todo vale, todo cuenta, todo es mejor que nada. Y dicha y escuchada de una misma la retahíla de palabras mágicas en un momento de flaqueza: Paciencia, autocontrol, cordura, reflexión, y alguna más que me dejo en un contexto similar, aún hay algo que pregunta: Y todo esto, ¿Para qué? Y todo esto, ¿Por qué? Y aún hay algo que responde: Para que madures, para que valores, para que sientas, para que aprendasPorque después de buscar la verdad donde se encuentra, en lo más hondo, de echar el ancla y sumergirse allá donde las lágrimas no llegan, bajo el agua, uno resurge, si resurge, desalentado, sabiendo que no son las apariencias, sino las esencias, las que engañan, y te hacen daño.


martes, 12 de noviembre de 2013

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Esta noche, en mis sueños, plantaré un jardín entero lleno de tréboles de 7 hojas para ti. Esta vez, sólo para ti.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Entre humo.

Sigo buscando entre mis versos eso que todos sabemos sentir, pero que no somos capaces de explicar.Para eso sirve esto de escribir, para intentar hablar de las cosas que no tienen forma, para eso y para tumbarme en la cama y pensarte sin querer mientras me leo, sabiendo que en la calle ya es invierno pero que el frío no ha llegado todavía a nuestras vidas. Aunque amenaza. Hacía meses que no fumaba, pero creo que llegados a este punto la ocasión lo merece. Siento cómo la nicotina recorre mi garganta y me quema por dentro, en un intento desesperado y previsiblemente inútil por deshacer los nudos. Tras un par de minutos inmersa en mi propia nube de humo, ajena a todo lo que sucede fuera de ella, dejo caer los restos del cigarrillo en el cenicero, y en mi paisaje pinto una triste montaña gris de cenizas que culmina esta angustiosa distancia que supone el no poder tocarte. Mis labios, ahora resecos por el tabaco y agrietados por el frío de invierno, sellaron silencio mientras mi boca no dejaba salir ni una sola palabra, pero mi alma no pudo evitar gritar, aún temblando de miedo por lo que sentía, uno de esos "No te vayas, quédate". Desde aquel día no ha conseguido dormir igual, y para qué engañarnos, yo tampoco. Qué manía tenemos las personas con soñar con quien nos quita el sueño. Sueña conmigo, anda. Quiero decir, mejor sueña aquí, dile a tu vergüenza que se largue de mi cama para que nuestros cuerpos puedan hacer el resto. Y cuando te marches de nuevo, cuando días después amanezcas envuelto en el olor a sábanas de ausencia, sin mi a tu lado, ódiame. Ódiame por eso que dicen de que del amor al odio hay un paso, y de que si nadie te odia algo estás haciendo mal. Ódiame tú, si quieres. Yo ni quiero, ni tengo tiempo.



martes, 5 de noviembre de 2013

Sin anestesia.


Decía John Lennon que la vida es eso que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes, pero cuando se trata de sentimientos los seres humanos estamos hechos para no poder planificar nada. De lo que estoy segura al menos es de que la distancia nunca entra en ningún plan. Ni el final precipitado, en el comienzo, ni esas ganas colgadas sin cobertura, que nos llevan sin llevarnos a esperar en ninguna parte. Nos preguntamos qué es lo que falla, si nosotros o el mundo, qué financió nuestros sueños con intereses. Nos asaltan las dudas, y esa extraña sensación de que nos gustaría rectificar. Haber dicho "quédate un poco más" cuando dijimos "vuelve pronto", o "soy un completo idiota y un orgulloso, se me da fatal hablar de sentimientos" cuando dijimos "adiós". No sabemos superar algunas fotografías, algunos recuerdos, algunos hechos. A veces nos queremos queriendo ser tiritas los unos para los otros, con ese "Tú querías curarme y yo quería no hacerte daño", pero acabamos siendo como esas propuestas electorales que nunca se cumplen: Papel mojado encima de la mesa. Cuando estamos demasiado rotos no sabemos querer, sólo desear que alguien nos quiera sin pisar nuestros propios pedazos, porque en el fondo somos conscientes de que hay determinada gente que nos hace ser mejores personas cuando están a nuestro lado. Pero mientras nos cosemos nos damos cuenta de que estamos más rotos de lo que pensábamos, y cuando conseguimos recomponernos a nosotros mismos y comenzar a caminar de nuevo nos da miedo girar la cabeza para ver todo lo que dejamos atrás. Sin embargo lo mejor que podemos hacer es continuar hacia delante, que aunque el suelo esté frío y nuestros pies descalzos, el tiempo lo cura todo, y llegará el día en el que no te haga falta anestesia, en el que te pares un instante y te digas a ti mismo: "Ya no duele". Porque más tarde o más temprano la cicatriz se acaba cerrando, sin tiritas, sin heridas, y sin grapas.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Especial.


La puerta de la vieja cafetería se abrió de nuevo con la fuerza del viento, y el camarero se apresuró a cerrarla intentando evitar sin éxito que todos los periódicos que había apilados sobre uno de los rincones de la barra salieran volando por los aires. Ambos dirigieron su mirada hacia la escena, que durante unos segundos distrajo su atención, interrumpiendo la conversación.

-¿Cómo me llama?-Preguntó el joven retomándola, sin ocultar su expresión de desconcierto.
-No te llama de ninguna manera.-Respondió el anciano mientras recogía con la cucharilla los restos de nata de su taza de café.
-¿Ya no se acuerda de mí, entonces?
-Claro que se acuerda. Pero no hay ninguna necesidad de ponerle etiquetas a las personas…Ni creo que tú te la merezcas en este momento.
-Gracias.-Dijo  con gesto incómodo.
-Para ella eres…especial.
-¿Especial?-Preguntó el joven sorprendido.
-Sí, especial.-Repitió el anciano dejando ver entre sus arrugas lo que parecía una ligera sonrisa.-Es la palabra con la que le gusta describirte. La palabra que por lo general utiliza cuando algo le resulta indefinible, indescifrable, fuera de lo normal o de a lo que está normalmente acostumbrada. Lo cierto es que "especial" no quiere decir absolutamente nada, pero si es hora de sincerse y admitir lo que pasa, para ella quiere decir que lo tiene todo. Especial radica en la necesidad de ponerle un nombre a lo desconocido, y en el hecho de que le cuesta entender todas y cada una de tus puñeteras actitudes. Especial significa en su mundo, en su idioma: “Está loco, es lo más cuerdo que existe, se acerca, se aleja, me echa en falta, ni me recuerda, soy lo que quiere, quiere a tantas...o está tan vacío y solo, que cree que no tiene nada.” Pero hay algo que está claro que sí tienes. Tienes la maravillosa habilidad de hacerle sentir. Le hacías sentir, y esa si que es la más clara influencia que generas sobre su persona. Y se siente estúpida, manipulada, lejos de ser por momentos esa persona inteligente que creía ser, y que de hecho es, ni nada que se le parezca. Y su centro, su equilibrio, su razón, sus pilares...transitoriamente todo declina, todo se va, se esfuma. ¿Qué es lo que pasa entonces, muchacho?
-No pasa nada.-Susurró él, sin saber qué contestar. El anciano negó con la cabeza.
-Respuesta no acertada. Sí pasa. Pasa que como todos, has podido equivocarte. Eres humano, cometes errores, repetidos y fLustrantes. Pero para ella, tú sigues siendo, indiscutiblemente, alguien especial.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Transparente.


La Real Academia Española define el término "transparente" como calificativo para un cuerpo a través del cual pueden verse los objetos perfectamente. Me gusta aplicar el término a los seres humanos para referirme a las personas que van de frente, que dicen lo que piensan y sienten cuando consideran que tienen que hacerlo, que miran a los ojos cuando te hablan y que al devolverles la mirada puedes intuir lo que tienen dentro. Solía definir al tipo de personas cuya vida es demasiado aburrida y sienten la necesidad de criticar y juzgar la de los demás con la palabra “gente”, porque se trata de una palabra vulgar, al igual que ellos. Normalmente no me molesta su presencia, tenemos que mantener cierto equilibrio y para que algo exista tiene que haber un opuesto, y sin mentirosos no habría sinceros, que son las personas que realmente merecen la pena. Pero cuando se dedican a hacer daño, y peor aún, cuando lo consiguen, despiertan en mí ciertos sentimientos de rabia, impotencia y asco que hacen que me resulte bastante complicado seguir ignorándoles. Sin embargo después de reflexionar, y ya que hablamos de opuestos, he llegado a la conclusión de que el término más adecuado para ellos no es gente, sino "opaco". El diccionario define este termino como lo que impide el paso de la luz, lo que es oscuro, sombrío, triste y melancólico. Así que dicho esto, qué queréis que os diga, sólo por ser como son...bastante tienen.