jueves, 25 de agosto de 2011

Los mismos restos, la misma mierda.

Y mírales qué sonrientes, cómo pasean por las aceras, altos, guapos, elegantes, él contento, ella risueña, aparentando ser la pareja perfecta. Lo que no sabéis es la cantidad de cocaína que corre por las venas de él, ni los resultados que daría ella en una prueba de alcoholemia. Y que el camino que hacen tan alegres, desemboca en la puerta de un psiquiatra, que no ayuda, solo empeora, les enfrenta. Y día tras día se maltratan, se insultan, se golpean, montan su propio espectáculo, entre cimientos de un hogar que se cae a pedazos y utilizan de teatro. Se abre el telón, ambiente cargado, nada de luces, humo grisáceo, olor a María y otras hierbas, y dos espectadores en butaca, que con la música del llanto aportan su granito de arena en cada escena. Dos niños que no entienden por qué sus padres se pelean.

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