miércoles, 28 de marzo de 2012

...et quand on y croit, un nouveau jour se lève...

J'ai trouvé le sens de la raison qui m'entraîne, à chaque pas sur le devant de la scène, J'ai trouvé le sens de la vie que je mène...et je l'aime.


Yo tampoco se vivir, sólo estoy improvisando...


martes, 27 de marzo de 2012

Lucía Cristobal.

La sonrisa más bonita entre todas las caras sobre cuerpos azules, la que te alegra la tarde, sin darse cuenta. La que lucha, la que corre, la que se esfuerza, la que suda la camiseta, el pelo, y hasta los calcetines, aunque jamás se los he visto después de un partido o entrenamiento, pero estoy segura de que en la mayor parte de las ocasiones, chorrean. Da siempre el 110%, conoce sus limitaciones, y aún así, las supera. Se supera día a día, con constancia, con trabajo, con dedicación plena y con ilusión por lo que le gusta...el Baloncesto. Si Lucía no está, se nota, transmite emoción, entusiasmo, interés por trabajar, y por hacerlo bien. Y tendrá sus días buenos, sus días malos, y sus días peores, pero siempre lo deja todo en el vestuario, y cuando sale, te mira, sonríe, y sin que le digas nada, comienza a correr mientras se recoge la coleta. Y aunque nunca se de cuenta, en los últimos tres años, no ha habido día en el que después de ese momento, yo no sonría también.

lunes, 26 de marzo de 2012

Paula Montilla.

La primera vez que la vi no sabía que tendría que entrenarla. La confundí con su hermana, una de las niñas de un año menos a las que él entrenaba. Alta, morena, grande, muy grande, a primera impresión podía parecer incluso torpe...pero no era así. Lo primero que hizo al coger un balón fue tirar a canasta. De media distancia, bien colocada, con los pies rectos y una sola mano...con errores, pero todo un logro para sus apenas 10 años. Me quedé mirándola mientras lo hacía, y cuando el balón toco el aro y cayó al suelo, me miró, y me preguntó "¿Coloco bien las manos?" Sonreí, me acerqué hacia ella, y le corregí la postura. Volvió a tirar, y me volvió a mirar."¿Así?" Volví a acercarme, y le corregí una vez más. Tras una media docena de tiros, ella misma pareció satisfecha con su resultado. Pero no quedó ahí. Desde entonces, y hasta ahora, tres años después, no ha habido un entrenamiento en el que no pregunte, no practique, o no intente corregirse en cualquier cosa. Se supera día a día, sigue creciendo, y sigue mejorando. La sensación que transmite es que arrolla, arrasa dentro del campo, se lleva todo por delante, y de la forma que sea consigue llegar a canasta. Aunque luego falle, pero para eso está aprendiendo, para eso está entrenando, y lo sabe. Aplicada, modesta, trabajadora, humilde. El resultado es claro y simple. En partidos complicados, si ella no está, el equipo no gana. Podría resaltar muchas cosas, muchísimas a cerca de lo que hace bien Paula...pero la más importante de todas, la que mejor resume lo que es, es que entre las demás, marca la diferencia.

domingo, 25 de marzo de 2012

La pequeña Laurita.

Sólo tenía 7 años la primera vez que le vi pasarse un balón entre las piernas, hacer un reverso, y entrar a canasta por la izquierda. Todo seguido, como ella decía, sale mejor. "Si no me lío". Minutos antes su padre había estado sentado junto a ella en uno de los bancos de madera del polideportivo, intentando enseñarle a atarse los cordones de las zapatillas, mientras su madre le cambiaba el enorme lazo granate a juego con el uniforme del colegio, por uno del mismo azul que la ropa de deporte. Por aquel entonces ya comenzaba a rasgar sus ojos si quería ver algo que estaba lejos, aunque cuando juega parece ver mejor que todos los demás niños juntos. Era pequeña, muy pequeña, en realidad, demasiado quizás para en un primer momento pensar que podría llegar a jugar con niñas de tres años más que ella, con más altura, más cuerpo...pero no más carácter. Cuando Laura sale al campo cambia. No es la misma niña tímida, que mira al suelo y junta sus manos estirando sus brazos hacia abajo con ese "no se" que casi ni se escucha. El balón le pesa, pero en sus manos parece ser de pluma. La canasta está alta, pero cuando el balón se desliza por la red y acaricia las cuerdas, baja. Explicas algo, y lo entiende, no lo explicas, lo ve, y también lo entiende, incluso a veces sin verlo, le sale, lo lleva, lo tiene. Corre cuando tiene que correr, bota cuando tiene que botar, defiende, piensa, y aunque parezca imposible, con tan solo diez años, ya lee. Laura lo hace, y lo hace bien. Y puede que con el paso de los años no le apetezca entrenar más con quien no tiene su edad, incluso puede que le deje de gustar el Baloncesto, se haga mayor, y prefiera otras cosas. Pero para mí, siempre será ella, lo mejor que en los últimos cuatro años he visto en la cancha de Jesuítas...la pequeña Laurita.

sábado, 24 de marzo de 2012

Ángela.

La conocí un Lunes de una de esas soleadas tardes de principios de Octubre, en las que el cerebro todavía vive en la resaca semanal de San Mateo. La cancha del patio de Jesuítas se encontraba plagada de padres habladores y de niños que no paraban de gritar y correr de un lado para otro, fomentando mi dolor de cabeza. Mientras tanto, yo esperaba de pie, buscando algún punto fijo en el que centrar la mirada y aislarme un poco de todo aquello. De pronto, con su apenas metro treinta de estatura, aquel renacuajo de pelo largo y negro, mejillas salpicadas de pecas y enormes y brillantes ojos claros, se acercó hacia mí, y fabricando una sonrisa medio desdentada, con el cuello totalmente inclinado hacia arriba, me preguntó: ¿Podemos coger balones ya? En aquel momento no reaccioné. Ella traía su propio balón, grande, enorme en comparación con sus pequeñas manitas, pero quería empezar a entrenar. No tenía ni diez años, y ya le podían las ganas. Me quedé unos segundos mirándola, durante los cuales seguramente la niña tuvo que pensar que su nueva entrenadora tenía algún tipo de retardo mental (perdón por la expresión, no es mi intención ofender a nadie), y tras devolverle la sonrisa le contesté con un simple "Sí". La seguí con la mirada mientras se alejaba corriendo con su balón gigante hacia el cuarto de materiales deportivos. Ni si quiera la había visto botar, pero esa niña tenía algo. Esa niña tenía algo especial, y no me refiero a su alergia a los frutos secos, como me comentó su madre después. Esa niña aprendería a jugar a Baloncesto. Ahora la miro, casi tres años después, más alta, más grande, con más dientes...cómo bota, cómo pasa, cómo piensa, su fuerza, sus ganas, su Fe...y me doy cuenta de que no me equivoqué. Ángela Martínez Santamaría, está aprendiendo a jugar a Baloncesto.

viernes, 23 de marzo de 2012

La que tú alimentas.

La tenue luz de la lámpara de pie que años atrás habían comprado en una pequeña tienda de antigüedades india, iluminaba la salita de estar. El abuelo se balanceaba en su hamaca, lenta y rítmicamente, mientras leía una vieja novela. Samuel abrió sus grandes ojos almendrados, llenos de pestañas, y se saco el dedo de la boca para frotarse la cara con ambas manos. Alzó la cabeza de golpe, como sobresaltado, hasta que su mirada se encontró con la de su abuelo, y entonces se tranquilizó, y fabricó una sonrisa con su dentadura a medio hacer.

-¿Qué lees yayo?-Preguntó el pequeño, incorporándose en el sofá.

-Una historia sobre lo que tenemos dentro, Samuel.-Contestó el abuelo llevándose la mano al pecho.

-¿Dónde? ¿Dentro de la ropa?

-No, dentro de nosotros.-Dijo el abuelo con una sonrisa. - El alma.

-La profesora de religión nos ha hablado de alma. Cuéntame tu cuento.

-En mi cuento, se libra una batalla entre las dos partes del alma. Una es la parte mala, que nos hace sentir cólera, envidia, celos, pena, avaricia, arrogancia, lástima de uno mismo, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo falso, superioridad y ego. La otra es la parte del bien, que nos hace sentir alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, la benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión, y FE.

El nieto se quedó callado durante un minuto, levantó la cabeza de nuevo, y preguntó a su abuelo.

-¿Y qué parte gana?

-La que tú alimentas.

jueves, 22 de marzo de 2012

A veces.

Como decía Goytisolo..."A veces alguien te sonríe tímidamente en un supermercado. Alguien te da un pañuelo, alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista. Alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia, alguien oye tu nombre y se pone a llorar. Aveces encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de esa persona que creías haber olvidado, y eso te da un tremendo escalofrío, vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por hora y piensas en sus ojos y en su pelo, estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso. A veces tocas un pie y te enervas como una quinceañera, regalas un sombrero y empiezas a dar gritos. A veces una muchacha canta, y estás triste y la quieres, un ingeniero agrónomo te saca de quicio, una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista, una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima, un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido. A veces explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que en vida fue tu amigo, disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija, ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso . Hablan del tiempo y sueñas ser una chica egipcia, apagan las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo. A veces esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de papel muy fino, hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina, subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso. Repican las campanas y amas al campanero, o al cura, o a Dios, si es que existiera."

...Y a veces, sólo a veces, miras a quien te mira y quisieras tener el poder necesario para ordenar que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces, sólo a veces, gran amor.

martes, 20 de marzo de 2012

Días largos lo suficientemente buenos.

De esos en los que te dan ganas de asomarte a la ventana y comerte el mundo entero, sin que te quepa más aire en los pulmones. De salir a la calle y no parar de correr, mientras gritas muy alto, para que todos te oigan lo feliz que te sientes, sin miedo a que tus cuerdas vocales se rompan. De esos en los que das los buenos días a todo el mundo simplemente por eso, porque son buenos días, porque es un buen día. De los que sonríes sin querer hacerlo, sin darte cuenta de que lo haces continuamente. De los que huelen bien. De los que hace calor por la mañana y no hace frío por la noche, y al mirar al cielo ves que las estrellas brillan con más fuerza que nunca. Y puedes sentir el cuero estriado en tus manos, naranja, esférico, sentir lo que se siente cuando saltas, y escuchar el sonido del roce contra las cuerdas de la red, rápido, firme, haciendo ocupar un segundo plano al bote que viene después. De los que saben a fruta fresca y a helado de vainilla con pedacitos de galleta. Y caramelo. De los que nada puede ser lo suficientemente malo para estropearlos. Días largos, días de 25 horas, en definitiva, días contigo. Días largos lo suficientemente buenos...quiero días largos lo suficientemente buenos.

lunes, 19 de marzo de 2012

Es imposible parar algo inevitable.

Y no hay día que no llore. Y no hay día que no duela.

sábado, 17 de marzo de 2012

No te salves.

No te quedes inmóvil al borde del camino. No congeles el júbilo, no quieras con desgana, no te salves ahora, ni nunca, no te salves, no te llenes de calma. No reserves del mundo sólo un rincón tranquilo, no dejes caer los párpados pesados como juicios, no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño, no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo. Pero si pese a todo no puedes evitarlo, y congelas el júbilo, y quieres con desgana, y te salvas ahora, y te llenas de calma, y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo, y dejas caer los párpados pesados como juicios, y te secas sin labios, y te duermes sin sueño, y te piensas sin sangre, y te juzgas sin tiempo, y te quedas inmóvil al borde del camino, y te salvas...entonces, no te quedes conmigo."


viernes, 16 de marzo de 2012

Párate a pensar...

Para ellas. Que aunque puede que nunca lo lean, me han alegrado la mañana.

"Se cabezota. Píntate la cara hasta que todos piensen que eres una hortera. Bebe cerveza hasta que no puedas acumular mas líquido en tu vejiga. Emborráchate. Mánchate la cara de chocolate y cómetelo. Baila hasta que te duelan los pies. Canta, aunque no sepas hacerlo. Habla por teléfono hasta que tu padre te diga que llevas 2 horas. Juega. Falta a clase. Escucha rock a tope hasta quedarte sorda. Hazte un peta. Cáete de un escalón . Dile a tu mejor amiga lo importante que es. Canta en inglés delante de 20 guiris. Mira fijamente a esa tía que de una bofetada te puede matar. Enamórate. Hasta el final, hasta el último gramo. Dile a tu novio lo bueno que está su mejor amigo. Duerme sólo para soñar, no para descansar. Métete en su cama inesperadamente. Ódiale. Quiérele. Cómete tantos mares como lunares tengas en el cuerpo. Miente, porque por cada verdad hay una mentira. Cómprate la ropa 3 tallas mas grandes, es más cómoda. Ve mil veces "un paseo para recordar" sólo porque te trae buenos recuerdos. Rompe la dieta. Léete un libro en holandés sólo porque su portada transmite algo. Viaja a ese lugar que nunca pensaste que existiría. Ríe, llora, vive...párate a pensar, tan solo un segundo, y dime si estos momentos no los recordarás para siempre...dime que estos no son capaces de ponerse por encima de todos aquellos malos que puedan venir."

jueves, 15 de marzo de 2012

Casi a medias.

Siempre casi, siempre a medias, te comes el mundo con cada paso que das, se te atraganta, y tropiezas. Caes y te levantas una y otra vez, pero con la cabeza baja, sin merecer mirar dignamente a la mayor parte de los que te acompañan. Comenzaste a escribir tu primer libro, y te quedaste en el prólogo. Lo intentaste otra vez, pero volvió a sucederte lo mismo. Siempre te pasa lo mismo. No puedes, no llegas, no eres capaz. Admiras a quien lo tiene todo, y de tanto engañar a los demás, a veces hasta te engañas a ti misma, creyendo que te complementa, cuando en realidad, en ese pack, tu no aportas absolutamente nada...por eso te frustras, por eso, de ti, se cansan. Te sobra prepotencia, calculas, pero mal, desperdicias tu malicia. Te falta coherencia, madurez, y humildad. Mucha humildad. Tus intenciones no son sanas ni sinceras, traicionas, criticas, defraudas a quien te guste o no, te supera. No te subestimo, te juzgo. Mírate, obsérvate con calma en lugar de echar mierda a quien hasta hace bien poco, aún sabiendo cómo eras, te ayudaba. Crees que lo tienes todo, y sin embargo, no tienes nada. No eres nadie. No eres nada.

martes, 13 de marzo de 2012

25 horas al día.

Inspirador hasta el último suspiro...

Justo cuando caigo, y desde el suelo, la carrera parece acabada. Todos me dicen que no siga, y el dolor les da la razón...pero llega ÉL a correr a mi lado...ahora me doy cuenta, de que solo en sus brazos, alcanzo la meta.

domingo, 11 de marzo de 2012

Decisiones que pide el cuerpo, pero dañan el alma.

Tenía apenas 10 años cuando botó por primera vez un balón. Un balón de los de verdad, de esos de color naranja con puntos estriados y marcas negras en forma de cata de melón. Era bastante más pequeño de los que utilizaban en los partidos que veía en la tele, de minibasket, que decían en el colegio, pero aún así a ella le parecía enorme. Cada vez que intentaba sujetarlo con una sola de sus pequeñas y huesudas manitas, la piel de goma se resbalaba entre sus yemas, dejándolo caer al suelo. Recuerda lo que le costaba botarlo con la mano derecha mirando al frente, y cómo los Luises (así era como llamaba madre a sus primeros entrenadores), le hacían colocarse la mano izquierda en la espalda, después de gritarle: "¡Con la derecha Raquel, con la derecha!", cada vez que hacía una bandeja. Su primera camiseta fue de color amarillo chillón, muy parecida a la que utilizaban en el colegio para hacer gimnasia, o como su profesor Don Valentín decía, Educación Física. Pero ésta tenía algo especial. A parte de carecer de mangas, y de no poder elegir talla y por tanto que le cubriera hasta más abajo de las rodillas si no se la metía por dentro del pantalón (esos pantalones azules y amarillos con dos enormes rodilleras destrozadas de caerse al suelo en el patio del recreo), llevaba un enorme número 7 a la espalda, y otro más pequeño delante, junto a un escudo que representaba a una chica entrando a canasta bajo el que se leía "C.B. Las Gaunas". Le encantaba aquella camiseta, más incluso que la roja de John Smith, y eso que era la de la selección, más bonita y más importante. Pero aún así ella siempre prefirió la amarilla. Solía tardar un buen rato en ponerse por encima la otra, la de las siglas LBL de manga corta que tenían que utilizar para calentar, y durante los primeros meses discutió con su madre cada sábado cuando le obligaba a utilizar debajo otra diferente para no coger frío. Ella quería jugar a baloncesto como los profesionales que salían en la tele. Sin mangas, en canastas altas, y con balones grandes. Y jugó. Unos años mejor, otros peor, pero jugó...jugó.

sábado, 10 de marzo de 2012

Graciasporquererme.

Hay momentos en los que no puedes evitar que se te dibuje una jodida sonrisa en la cara, y que se quede pintada ahí, durante horas, incluso cuando tienes la boca cerrada. Sonríes por dentro, te sonríe el alma. Felicidad, lo llaman. No creo que se trate de un estado permanente, y aunque pienso que es posible que uno sea capaz de sentirse feliz por sí mismo y por sus propios méritos, no se alcanza la felicidad plena hasta que no es otra persona la que consigue dibujarte esa sonrisa y generar en ti ese sentimiento. En cambio hay momentos en los que no puedes evitar que se te empañen los ojos de lágrimas, y acaben arrastrándose por tus mejillas, sin hacer ruido, sin emitir sonido. Lloras por dentro, te llora el alma. Tristeza, lo llaman. No creo que se trate tampoco de un estado permanente, y aunque pienso que es posible que uno sea capaz de sentirse triste por sí mismo y por sus propios pensamientos, no se alcanza el estado de tristeza más elevado hasta que no es otra persona la que consigue hacer que tus ojos se empañen con esas lágrimas, y generar en ti ese sentimiento. Y justamente este, ha sido uno de esos momentos.

La mejor manera de impedir que alguien te cause dolor es no dejar que tu corazón sepa de su existencia. Si sientes que ya es demasiado tarde, es porque realmente le quieres, y le quieres mucho. Infinitos Millones de Montones de Gracias, por quererme tanto.

martes, 6 de marzo de 2012

Es mejor no escuchar nada.

Son escasos los recuerdos que conservo de mi estancia en la vieja ciudad newyorkina. Creo que no se escribe así, porque el corrector ortográfico me subraya la palabra en rojo, pero como decía mi abuela, a buen entendedor, pocas palabras bastan. El caso es que, sin lugar a dudas, lo que más me llamó la atención de aquella ciudad fue el misterioso James Pignioni. Descubrí su nombre completo mucho después de verle por primera vez, y por segunda, en una de esas situaciones en las que piensas en voz alta eso de "el mundo es un jodido pañuelo". El caso es que este hombre de aspecto descuidado y bolsas oscuras bajo sus ojos, compartía su camino conmigo cada mañana a las 8 en punto, desde la esquina de Corn Avenue con Green Street hasta la puerta de aquel sucio restaurante americano. Los primeros días seguramente pasaría desapercibido para mí, pero tras un par de semanas realizando el mismo recorrido mi cartera se calló por el hueco de una alcantarilla, y al observarme intentando recuperarla se detuvo junto a mí y me ofreció lo que parecía una rama de árbol seca. Le di las gracias, y asintió en silencio. Interpreté su gesto como un "de nada", o más bien un "you're welcome", ya que unos enormes auriculares cubrían sus orejas, impidiendo escuchar lo que le decía. Pero cuando se incorporó y continuó su camino, vi que la larga cuerda de sus cascos pendía sola, muriendo en el aire, sin ningún tipo de aparato al que ser conectada. En aquel momento no le di demasiada importancia, y di por hecho que simplemente se le habría desconectado al agacharse de algún tipo de utensilio musical que llevaría dentro del bolsillo de su americana de pana. Pero a la mañana siguiente, cuando volví a cruzarme con el señor Pignioni, me fijé en que la cuerda continuaba suelta. Le saludé con la mano y una sonrisa, a lo que contestó con el mismo gesto que me había hecho el día anterior...como si no me escuchara. Transcurrieron varios días, incluso semanas, hasta que bien por la confianza de la que me había dotado la acumulación de saludos, o bien por la curiosidad que habían provocado todos ellos, me decidí a forzar la situación, dejando caer unos papeles que previamente había preparado en casa, de esos que se acumulan en el montón de "papeles para sucio" junto a la impresora, para que me ayudara a recogerlos. Fue en ese instante, agachados sobre el frío y húmedo suelo, cuando me dirigí a él por primera vez:

-Disculpe, ¿Puedo preguntarle algo?-Me miró y se acercó a mí, haciendo un gesto con la mano para que repitiera la pregunta, como si el sonido de los auriculares hubiera impedido que me oyera. - Quería preguntarle, y perdón de antemano si me meto en asuntos que no me incumben, pero mi curiosidad ha podido conmigo esta vez...quería preguntarle por qué lleva usted los cascos desenchufados, señor...

-J- Respondió dejando caer los cascos sobre sus hombros.- J de James. - Los llevo así porque me encuentro en un vacío musical, he escuchado tanto que no se qué escuchar...necesito algo nuevo, y de momento lo estoy buscando...no se si entiende a lo que me refiero.

-¡Claro que le entiendo!-respondí entusiasmado.- Soy músico...he tenido esa sensación en muchas ocasiones.-James se incorporó y me dedicó lo que podría considerarse una media sonrisa.- Pero sigo sin entender...¿Por qué los cascos, entonces?

-¿Por qué los cascos?- Repitió en tono irónico, y esta vez completó su sonrisa.- Porque en esta ciudad, para escuchar lo que hay fuera, es mejor no escuchar nada.

Siempre estará contigo. Siempre estará entre nosotros.

"Así...arrugadito...tumbadito...relajadito...como un globo desinchado...tranquilito..."

lunes, 5 de marzo de 2012

La noche sigue. La noche siempre sigue.

Viernes 2 de Marzo. Una menos cuarto de la madrugada en el viejo reloj del ayuntamiento de la ciudad. Mónica camina con aires firmes y desenfadados hacia el club Estrella. Tiene prisa, llega tarde. El viento sopla con fuerza en sus oídos, y hasta parece querer avisarla de algo, aconsejarla para que no vuelva a ese lugar…como todas las noches. Es la sensación de todas las noches, pero siempre sigue. La noche siempre sigue. Todavía recuerda aquel primer jueves del verano de 1993, cuando apenas había cumplido los añorados dieciséis, y su padrastro, el tío Marco, un borracho arruinado que vendía cualquier cosa por una buena copa de vino, la arrastraba hacia aquella puerta destartalada de luces rojas intermitentes. Una academia de actrices, como a la que fue su madre, le decía. No volvió a ver al tío Marco más por el club Estrella…pero desde entonces, ella no había conseguido salir. En realidad, la diferencia entre aquellos hombres de vidas miserables, aliento nauseabundo y dientes amarillos y su tío, era mínima: Ellos le pagaban. Le pagaban por entregarse a ellos. O al menos eso era lo que creían. Ella nunca se entregaba. Solo mostraba su cuerpo, y se dejaba hacer. Pero se sentía virgen, la más pura y casta virgen de alma. Nunca se había enamorado, pero estaba convencida de que algún día, lejos de allí, el hombre de su vida aparecería para rescatarla de toda esa jodida mierda que la rodeaba, y caminaría de su mano por la playa. Y mientras su cuerpo era recorrido por sucias manos, día tras día, noche tras noche, ella se ausentaba de aquella cama de sábanas desgastadas, manchadas de gritos ebrios y de gemidos sordos, y se sentía recostada junto a las rocas, con los pies descalzos entre las olas que rompían a la orilla de su playa. Y descansaba en paz. El paseo tranquilo con la arena bajo sus sandalias de cuero roto era el camino que recorría hasta las puertas del club Estrella cada día, desde que había cumplido la edad suficiente como para no estar allí retenida, y poder recibir un salario con el que mantener un pequeño apartamento en la zona más vieja del centro. Se detiene, una vez más, frente al letrero luminoso de siempre. Mauro, el portero gordo y calvo, le saluda con un gesto que bien podría resultar agradable si no fuera porque tres noches antes la había violado en el callejón del aparcamiento. Si es que aquello podía considerarse una violación, porque reconoce que no opuso demasiada resistencia...no es que quisiera, pero no tenía nada que hacer. La noche sigue. La noche siempre sigue. Sube apresurada los escalones de alfombra azulada y gris…gris polvo, gris barro. Pasa por la oficina del jefe a pedir perdón por llegar tarde…error, porque le interrumpe el colocón, y tras tener que soportar como se mete una ralla, no le queda otro remedio que chupársela. La noche sigue. La noche siempre sigue. Entra al baño a vomitar la rabia, y tras retocarse el maquillaje, ocupa su lugar en el escenario. Dos hombres viejos y bien vestidos en primera fila discuten puro en mano sobre temas de negocios. Parecen sobrios, pero el hombre de la derecha, el feo, está cada vez más alterado. El de la izquierda, el guapo, el de los ojos claros como los de ella, intenta tranquilizarle, pero sus esfuerzos resultan cada vez más inútiles. Es la primera vez que los clientes consiguen llamar la atención de Mónica, que abandona su amaca bajo el sol y se introduce entre las sombras. El hombre de la derecha se levanta, y saca de su americana un cuchillo afilado y gris, como el polvo, como el barro. La joven se abalanza sobre el hombre de la izquierda, intentando protegerle, y el cuchillo se introduce en lo más profundo de su pecho, dejando salir un ligero hilo de sangre que pronto se convierte en un gran charco bajo sus rodillas, al caer doblada. El hombre de la izquierda intenta sujetarla, pero su cuerpo entero tiembla. Tiembla de pena, tiembla de miedo, observa a la joven que muere por salvarle…una desconocida, de corazón noble, que ni si quiera en su último aliento, ni aún dando su vida por él, ha sido reconocida por su padre. El hombre de la derecha sale del local, un viejo amigo del dueño, apoyado sobre la barra del fondo, policía, cubre los restos, y soluciona todo. En este tipo de negocios, siempre hay que tener amigos de esos. La noche sigue. La noche siempre sigue.

Pero ya no para mí.

domingo, 4 de marzo de 2012

La mejor manera de despertar.

viernes, 2 de marzo de 2012

Donde duele, inspira.

Rabia, furia, impotencia, asco. No lo soporta, no lo aguanta, y le hierve la sangre por dentro como si fuese un fuego helado que recorre su cuerpo lentamente, intentando destrozar todas y cada una de sus venas, sus arterias, sus órganos...su alma. Se tapa los oídos, se acurruca en un rincón, y no puede evitar gritar, gritar muy alto sin emitir sonido, en silencio, con los dientes sobre sus desfiguradas rodillas y sus largas piernas temblando de arriba a abajo. Y llora. Sólo llora. Ha vuelto a morderse las uñas, a no dormir por las noches, a despertar de madrugada. Pero no es nada nuevo, siempre es así. Vive entre gritos, y se acostumbra, aunque de vez en cuando se engaña, y piensa que las cosas van a cambiar. Pero no cambian, nunca lo hacen. Tiende a ignorarle, a tratar la situación como algo normal, y cada vez que le surge la mínima duda de sí lo es o no, de quién era realmente el malo y el bueno en toda la historia, intenta por todos los medios engañar a su mente para que deje de planteárselo. Lleva haciéndolo durante años, al fin y al cabo bastaba con permanecer encerrada en su habitación, subir el volumen de la música, y desconectar. Evadirse del mundo, y esperar a que terminase. Pero ya no basta. Ni si quiera cuando la situación acaba por hacerse insoportable, y sale de casa a despejarse. Ya no basta, a la vuelta el problema persiste, sigue ahí, y todo se le viene encima. Y vuelta otra vez, a más de lo mismo...la misma mierda de siempre.

Pero ahora, es diferente. Ahora, le tiene a Él.