martes, 29 de marzo de 2016

Y acariciar la herida, para que no duela.

Uno de mis recuerdos favoritos de aquella época es el de la primera vez que la miré.  No la primera vez que la vi, la había visto muchas veces, en diferentes ocasiones sin si quiera darme cuenta. La primera vez que la miré de verdad, que me detuve sin querer durante unos segundos en la miel de sus ojos, que observé su sonrisa y pensé que era lo más bonito que había visto aquel domingo de resaca...lo más bonito que había visto en mucho tiempo. No sé por qué me sentí afortunado, y aunque siempre fui bastante escéptico en la magia os juro que noté a las jodidas mariposas revolotear dentro de mi estómago. Perdí por completo el hilo de la conversación, de lo que fuera que me estuviera contando que no dudo que fuera interesante...pero hay sensaciones que pueden borrar de golpe todas las palabras del mundo, que te hacen acariciar el tiempo como si escondieras cinco orgasmos en cada una de tus manos. Cuando recuerdo aquel momento a mí también se me asoman los dientes y se me escapan los hoyuelos. Es lo que me hace sacar las pinturas de colores cuando los días se vuelven grises como hoy, y crear un mar lleno de olas enormes que rompen contra las rocas con rabia, en un intento desesperado de volver a aquella playa. Al fin y al cabo si sonríes al recordar, es que no lo hizo mal del todo. Y lo importante no es quién cura las heridas. Sino quién es capaz de volverlas a abrir sin que te duelan.

viernes, 25 de marzo de 2016

Tit tac.

Suena el reloj, y ya son las siete. Camino a tientas hasta el lavabo mientras intento desenredar mis pestañas, y maquillar las ojeras que con esfuerzo he pintado hasta altas horas de la noche. Dejo caer la ropa sobre el gélido suelo del baño con la misma natural desgana que las serpientes su piel al mudarla, y reptando con elegante torpeza llego hasta la bañera. Tras unos minutos bajo la ducha siento cómo el agua acaricia mi cuerpo desnudo de la misma manera en la que antes lo hacían tus manos. Entonces me descubro a mí misma pensando en el dulce y amargo recuerdo de despertar cada mañana con el café de tus ojos. En lo bonito que es ser el motivo por el que alguien le muestra sin miedo sus dientes al mundo...y en lo triste que es dejar de serlo. Cierro el grifo y me pregunto qué cojones hago aquí sentada, mirando la lluvia, si hace días que no llueve. Me pregunto por qué lloro, y mis lágrimas no salen. Me pregunto tantas cosas que no logro responder...Y es que existen personas que hacen que te cuestiones el amor, después de haberlas amado con toda tu alma.

miércoles, 23 de marzo de 2016

El mundo entero.

Ayer cuando salía de trabajar me encontré con una niña que lloraba desconsoladamente en la puerta de una guardería. El llanto era tan desesperado que no pude evitar acercarme a la verja. Al preguntarle qué le sucedía me respondió que su papá había muerto. Me abrazó entre los barrotes, rompiendo de nuevo a llorar, y tras unos minutos en silencio en los que sentí cómo se me encogía el corazón pedacito a pedacito, le pregunté que por qué estaba allí, sola, en lugar de jugando con los demás niños. Agachando la mirada y con las lágrimas ya mudas brotando de sus enormes y brillantes ojos, me respondió: "La señorita me ha castigado por llorar por mi padre. Dice que con la que está cayendo en Bruselas soy una egoísta, y yo no sé qué es lo que se está cayendo en Bruselas, ni qué es Bruselas, ni qué es ser egoísta...pero sé que es algo malo." Han pasado más de veinte horas desde que me encontré con esa niña, pero algo dentro de mí me hace sentirme intranquila. Como quien ve cada vez más cerca un precipicio hacia el que poquito a poco nos estamos empujando los unos a los otros, y no hubiese manera alguna de frenarnos. Como si realmente no fuese Bruselas la que cae, sino todos. El mundo entero.

martes, 15 de marzo de 2016

Círculos.

De entre todas las actividades que el circo en el que trabajaba su familia le ofrecía, tenía claro que nunca sería Maga. Le resultaba demasiado triste asumir desde el principio que existía truco, y conocerlo. Al espectador siempre puede quedarle la duda, por escéptico que sea siempre puede contar con la posibilidad de creer. Ella no creía en la magia desde el día en el que le rompieron el corazón. Le llevó tanto esfuerzo recoger los pedacitos y recomponerlo que lo había encerrado en una armadura ermética y fría, difícil de alcanzar y más todavía de destruir. No se había vuelto a enamorar nunca. Encaprichado sí, muchas veces, pero al final siempre se aburría, o le aburrían, o quería creer que era aburrimiento y no miedo a terminar enamorándose de verdad lo que realmente sentía. No quería pasar por aquello otra vez...no quería que le hicieran daño, aunque egoístamente en ocasiones terminara por hacerlo ella. Tampoco es que lo pusiera muy fácil. Siempre decía lo que pensaba, y no lo que ellos querían escuchar, y eso es algo que en ocasiones puede confundirse con pedantería, bordería o prepotencia...así de mal valorada está hoy en día la sinceridad. A veces se quedaba callada como si el mundo no fuera con ella, como si la vida diera vueltas a su alrededor mientras ella caminaba en anodinos círculos, como si bogara como un escualo moribundo alienada en un estado de ataraxia y sin rumbo fijo. Hasta que un día, en medio de uno de esos círculos sin sentido y de la manera más inesperada, se encontró con la horma de su propio zapato. Se encontró con él.

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