martes, 31 de diciembre de 2013

Entre puzzles.

Ahora que está acabando el año, y echamos la vista atrás para mirar de reojo los descosidos, sufrimos de la tediosa afección de ver nuestra vida como un puzzle. Nos empeñamos en buscar a alguien que encaje, que nos complemente, cuando en realidad lo que necesitamos es encontrar a quien nos acepte con las piezas que nos faltan y nos ayude a sostener la aguja para enhebrar el hilo y coser los pedazos rotos. Que nos haga mirar hacia delante sin miedo, y comprobar que no resulta tan amargo el sabor de las cenizas. Tenemos que aprender a estar solos para darnos cuenta de que en determinados momentos necesitamos a alguien a nuestro lado, de que la vida cobra más sentido cuando tienes a tu alrededor personas con las que compartirla. Al final, por muy exigentes que queramos ser a la hora de elegir nuestra compañía llega un momento en el que resulta absurdo. Hasta las diosas necesitan que alguien les lama las heridas. Hay un tipo de personas a las que yo denomino "personas-lista". Personas de esas que conforme las vas conociendo te vas dando cuenta de que si tuvieras que redactar una lista con esos llamémosles rasgos, cualidades, detalles que te gustaría que tu alguien tuviera, quedarían perfectamente definidas en ella. Todavía no me ha dado por echar mano de papel y bolígrafo, ni lo voy a hacer, por el momento, pero en vista de que el año se acaba, de que no quiero saber nada de puzzles y puestos a ser sinceros con uno mismo, tengo que reconocer que últimamente empiezo a pensar, sin querer, que es lo que más me preocupa, que mi diccionario personal debería de tenerte en cuenta en sus futuras definiciones.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Vísteme de inspiración, que sin ella, estoy desnuda.

Si no sale ardiendo de lo más profundo de ti, a pesar de todo, no lo hagas. A no ser que salga espontáneamente de tu corazón, de tu mente, de tu boca, de tus entrañas, no lo hagas. Si lo haces por dinero o por fama, no lo hagas. Si lo haces para llevarte hombres o mujeres a la cama, no lo hagas. Si te cansa solo pensar en hacerlo, no lo hagas. Si estás intentando escribir como cualquier otro, olvídalo. Si tienes que esperar a que salga rugiendo de tu interior, espera pacientemente. Pero si nunca llega a rugir, haz otra cosa. Si primero tienes que leerlo a tu esposa, o a tu novio, a tus amigos o a tus padres, a cualquiera, no estás preparado. No seas pesado, y aburrido y pretencioso, no te consumas en el amor propio, no lo hagas. A no ser que salga de tu alma como un cohete, no lo hagas. A no ser que el sol que hay dentro de ti esté quemando tus tripas, no lo hagas. Cuando sea verdaderamente el momento, si tienes el don, sucederá por si solo, y seguirá sucediendo hasta que mueras, o hasta que muera en ti. Pero ten siempre presente una cosa: No hay otro camino. Y nunca lo hubo.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Incendio de nieve.

Su serena respiración era tan lenta que en ocasiones daba la sensación de que sus pulmones habían dejado definitivamente de funcionar. De vez en cuando el viento se colaba por las rendijas de la destartalada puerta de madera, acariciando las paredes de la casa y envolviéndola como si de un cálido abrazo se tratara, pero ya no arrastraba el sonido de un invierno frío y desolador. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse, como si el mar intuyera que era necesario guardar silencio, en aquel momento. Su eco parecía llegar del océano susurrando una dulce melodía que hacía de su cuerpo pálido y frágil una auténtica caja de resonancia, y los latidos de su pecho le servían de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiré la mano de su magullada muñeca, que todavía conservaba restos de sangre seca y oscura cubriendo los cortes, y la observé durante unos instantes. Justamente era lo que parecía. Una muñeca de porcelana. Una muñeca rota. Sin voz, sin alma, sin vida. Ni la fragancia de su gélido aliento, ni de sus labios cárdenos, ni de sus dorados cabellos, ahora sin luz ni brillo, parecían tener ya la fuerza suficiente para despertar. Me quedé parado allí, recostado junto a su lecho, sin atreverme a volverla a tocar. Una lágrima muda brotó de alguna parte totalmente desconocida de mi interior, resbalando lentamente por mi mejilla izquierda, hasta desaparecer entre las sombras rojizas generadas en la tenue luz del atardecer. No sé qué clase de incendio era ella. Sólo sé que ardía continuamente, desprendiendo auténticos pedazos de hielo que saltaban en todas las direcciones. Pero aún allí, en aquel instante, en aquellas condiciones, no resultaba tan amargo el sabor de sus cenizas.


martes, 24 de diciembre de 2013

The Monster.

No le obligues a decir "te quiero", como si no intuyeses que hay algo en ella que le impide hablar del amor. No le obligues, porque continuareis durmiendo en distintas camas pero compartiendo el mismo insomnio. Las mismas pesadillas, el mismo monstruo bajo el colchón. No le obligues a decirte que vuelvas, porque nunca ha sabido pedir segundas oportunidades por causas que merecían la pena. El problema, en parte, siempre ha sido ella y su estúpida manía de complicar los sentimientos hasta convertirlos en despedidas. Le gustaba pensar que todo era un juego por si terminabas haciéndole daño. Era la forma que tenía de salvaguardar su estabilidad emocional, aunque siendo sincera consigo misma, pocas veces lo conseguía. Y no dijisteis adiós, simplemente un día, concretamente una noche, muy de madrugada, os cansasteis de jugar. De ir y venir; de querer abrazaros y soltaros cada vez más. Cruzasteis el límite. Pero lo triste fue que estabais tan acostumbrados a perder que no lo intentasteis de nuevo. Os resignasteis. Os fuisteis. Hola, distancia, ¿tú otra vez por aquí? Y le sumasteis un punto al marcador de las esperanzas rotas, porque vosotros hace ya tiempo que perdíais por una gran diferencia. Quizás sea el momento de que las cosas cambien. Quizás sea el momento de darle la vuelta al resultado.


domingo, 22 de diciembre de 2013

Fühlt, keine Angst.

La música y las personas son capaces de transmitir mucho más que las palabras, van más allá del lenguaje verbal, de lo que implica cualquier idioma. No entiendo alemán ni me gusta cómo suena, pero en esta ocasión, creo que consiguen que no haga falta, que se comprenda todo sin entender nada. Then I remember this one time that I never told anyone about. The time we were walking. Just the three of us. And I was in the middle. I don’t remember where and I don't remember when. I don't even remember the season. I just remember walking between them and feeling for the first time in my life, that I belonged somewhere, but not someone. Et peut être ils sont les circonstances, ou peut être c'est moi, Je ne sais pas quelle est la raison, ou quel est le problème. Mais il y a quelque chose, je ne sais pas comme est-ce- que je peut définir ça, mais il y a quelque chose dans mon intérieur, qui ma dit: Ne t'inquiète pas. Être tranquille. Vivre le moment. Sens, ne crains pas. Feel, don't be afraid. Fühlt, keine Angst. Siente, no temas.
 


jueves, 19 de diciembre de 2013

Días de lluvia.

No sé que es exactamente lo que tienen, pero uno se siente más inspirado, los días de lluvia. Hay algo en ella que te excita, y al mismo tiempo te relaja, te incita a pensar en todo sin pensar en nada. El caso es que luego siempre nos quejamos, porque estamos más sensibles y más melancólicos, porque las carreteras están cortadas, porque no se puede usar la bici sin peligro de resbalarse o caminar por la calle sin la tediosa necesidad de cubrirse con una capucha o un paraguas. Nos pasamos la vida protegiéndonos del frío, de la lluvia, del viento, del agua, por miedo a patinar, a mojarnos de verdad y terminar calados hasta los huesos. Sin embargo llueva, nieve, truene o granice el día siempre acaba,  la noche siempre llega, y quizás, si eres valiente, si te quitas la capucha y pedaleas sin prisas pero sin detenerte, la vida dejará de ser ese tren que se marcha justo cuando llegas a la parada. No se pueden reciclar los suspiros, ni canjear vales con sonrisas robadas, ni dar un primer beso por segunda vez, abrazar un hueco vacío o entender el silencio sin devolver una mirada. No se puede hacer nada de eso, ni muchas otras cosas más cuando uno tiene miedo de sentir. Bob Marley escribió una vez que hay personas que sienten la lluvia, y otras, solamente se mojan. Pues bien, después de pensarlo un rato, he llegado a la conclusión de que quienes no sienten la lluvia, aunque puedan, aunque quieran, aunque tarde o temprano acaben resbalando igual…ni se quitan la capucha, ni se mojan.



miércoles, 18 de diciembre de 2013

Entre lluvia y frío.

Es posible que no sea tan guapa, pero a mí me entran ganas de apretar el botón del tiempo y detenerlo en el instante en el que sonríe. A lo mejor tampoco es tan lista, pero cuando habla prefiero quedarme callado, limitarme a escuchar lo que sale de su boca. Sea lo que sea, diga lo que diga, me suena bonito, me suena dulce. Me suena bonita. Quizás sus manos estén tan frías como el hielo, pero cuando me abraza os juro que para mi se acaba el invierno. Y aunque ella no lo sepa, si quisiera, yo le borraría el polvo que acumula su cuerpo, la lluvia que atormenta su interior tronando en sus pulmones y relampagueando sus venas, que humedece sus huesos por dentro hasta hacer tiritar a su alma. Le borraría todo ese silencio que las personas siempre callamos al mundo y acumulamos por dentro. Y cuando el viento sopla fuerte y se lo lleva en direcciones distintas a las que nos gustaría, yo podría curarle lo suficiente para que, sin dejar de doler, no le sangren la heridas. Que puedo mentirme, pero no creerme. Que sí, que será una tontería…pero qué queréis que os diga. Yo me siento más feliz cada vez que ella me mira.

martes, 17 de diciembre de 2013

Tratamiento.

Una palabra que siempre nos resulta extraña. Porque esconde lo mismo que esconde cualquier disfraz. Un esfuerzo titánico, cotidiano, íntimo y personal por aparentar normalidad ante circunstancias absolutamente extraordinarias. 


https://www.facebook.com/pages/Kike-El-Pr%C3%ADncipe-Valiente/134493000079534?fref=ts

lunes, 16 de diciembre de 2013

Auto-lección número 2.

"No confundas sentir amor con estar enamorado. Cuando estás enamorado te lleva tiempo olvidar. Cuando sientes amor, nunca olvidas, sólo intentas no recordar."

domingo, 15 de diciembre de 2013

Personas grises.


Este año los reyes magos deberían de traer por Navidad un buen saco de personas grises. Para poder colorear poco a poco, con el paso del tiempo, a medida que vas descubriendo las pinturas adecuadas. Personas que sin quererlo consiguen poner patas arriba toda tu vida sin que te entren las prisas por ordenarla otra vez. Personas de esas que quizás no siempre te entienden pero en el fondo te comprenden, que no están siempre que quieres pero sí cuando realmente las necesitas. Cada uno con lo suyo, para gustos están los colores y cada persona es un mundo, así, tirando de tópicos, que ni les suben el IVA ni suponen impuestos...de momento. Yo, por ejemplo, pensando en voz alta sin pensar, a veces necesito que alguien me diga a la cara, sin palabras, eso de "Eh, frena, no eres la mujer perfecta...ni tienes por qué serlo". Así son, las personas grises. Te ayudan a relajarte, desconectar, darte un margen. Cualquiera necesita una persona así a su lado. Alguien que se ría de tus errores pero que te ayude a rectificarlos, por ejemplo, o alguien que de día te invite a un cola-cao con grumitos y hasta con bombón de chocolate, pero, por qué no, que se muera de ganas por arrancarte la ropa haciendo saltar todos los botones de la camisa de madrugada. Y es que ¿quién va a tener más derecho a pensar en desnudarte que en quien tú piensas sin querer mientras estás vestida? Alguien que no marque una cruz en una lista de asuntos pendientes cada vez que hace algo para luego arrepentirse, y volverlo a anotar, que tenga todo controlado dentro de su propio desorden. Alguien con vida propia, tan copiosa que le haga olvidarte sin querer de vez en cuando y  recordarte de nuevo cuando acumula silencios con más ganas que nunca, que consiga desconcertarte con la forma en la que te mira. Que sea nadie sin ser alguien y sea alguien, sin ser nadie. Alguien inestablemente estable, imperfectamente perfecto, profundo y sencillo en su definición. Ni blanco ni negro, alguien gris, y transparente al mismo tiempo. Así son, las personas grises. Y entre rojos, verdes, amarillos y añiles, nos ayudan a pintar de colores nuestros días grises.



sábado, 14 de diciembre de 2013

Diciembre.

Ella odiaba el frío. Él comenzó a esconderle cosas en los bolsillos para que cuando buscara calor en ellos, le hicieran sonreír, encontrando su sonrisa entre sus cosas. Y así fue como, poco a poco, le fue encontrando su encanto al invierno.


lunes, 9 de diciembre de 2013

La sonrisa de Noa.

Permanecía recostada sobre una de esas mecedoras antiguas con un libro entre mis manos, forzando un balanceo regular hacia delante y hacia atrás y observando por la ventana cómo los primeros rayos de sol se colaban por entre las rendijas de la persiana, cuando la vi por primera vez. Quizás hubiera pasado desapercibida para mí en cualquier otra ocasión, si no fuera por esos grandes ojos claros, cristalinos, transparentes, que miraban con atención todo lo que le rodeaba sin realmente observar nada. Parecía feliz, en su propio mundo, de la mano de aquella señora gris, alta y delgada. Sonreía. Nunca jamás olvidaré aquella sonrisa. Tan íntegra, tan real, tan auténtica...y al mismo tiempo tan enigmática. Reconozco que aquel balanceo mecánico e involuntario que percibí después, sin mecedora, cuando se sentaron en uno de los bancos del parque a intentar dar de comer a las palomas, aquella expresión perdida, alejada por momentos de aquel lugar, de aquel instante, aquella falta de respuesta ante cualquier estímulo en consideración con ella, incluso ciertos comportamientos que podrían considerarse hasta desagradables o agresivos, me impactaron hasta tal punto de preferir mantenerme al margen, al principio. Tiempo después descubrí quién era, por qué se abstraía tanto de su entorno, cuál era su problema, lo que realmente le sucedía. Para muchos, enferma de nacimiento, es sencillo colocar etiquetas cuando un médico lo considera oportuno. Para mí, se aislaba del mundo que le rodeaba. Y qué ganas me dan a veces de poder hacer lo que hace ella. Cerrar los ojos, balanceo...y desaparecer. Que a día de hoy, para oír lo que hay que oír, muchas veces es mejor abstraerse del mundo...muchas veces, es mejor no escuchar nada.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Viernes con sabor a domingo.


No sé por qué sin haberte visto llorar nunca, tengo la sensación de que últimamente te has reído menos, y de que te hacen sangrar las noches más de lo debido, que te arañan los kilómetros que te separan de cualquier parte. Que odias la distancia casi tanto como salir de la ducha en invierno, y al hacerlo te miras al espejo sin que nadie se acerque a pintar una sonrisa en el vaho que te seque la tristeza. Parece que los días también pueden ser abismos, donde caer es tan fácil como dejar de querer levantarse. Y es entonces, cuando los viernes saben a domingo, cuando piensas que recorrerías cualquier camino sólo para demostrarte a ti mismo que el tiempo no nos hace olvidar. Pero como dijo Moccia, ¿Cómo puede ser que nos guste tanto chapotear en los asuntos de los demás? Temas picantes, detalles prohibidos, actos casi oscuros o pecados veniales. Quizás porque así, sólo escuchándolos, uno no se ensucia. Y que venga alguien a decirte que no puedes soñar con ella despertándote cada mañana solo, o con otra, que se equivoca. Qué te van a decir a ti que no sepas, intuyas o sientas. Qué mierda te van a venir a contar si es ella la que ya estuvo ahí, y la que lo merezca o no, si quiere, estará. No lo entienden, ni lo van a entender. No tienen ni idea. No saben nada.



martes, 3 de diciembre de 2013

Infinito.

La muchacha se levantó con sus aires desenfadados y caminó en dirección a la cocina. Samuel la contempló hasta que su redondo trasero desapareció tras la pequeña puerta de madera, y no pudo evitar sonreír de nuevo. Un par de minutos después se presentó frente a él con dos enormes platos de macarrones en una de sus manos, y un par de botellas de agua en la otra.

-Hoy invita la casa, que no está el jefe.-Anunció mientras colocaba todo sobre la mesa y se acomodaba en su silla, como siempre, del revés.
-¿Dónde está?
-Día libre. De vez en cuando lo hace y se marcha a hacer cosas por ahí...Pasar doce horas aquí metido resulta aburrido hasta para alguien como él.
-Entiendo...Es normal, supongo. ¿Por qué un infinito?-Preguntó Samuel mientras cogía el tenedor que había sobre su plato, señalando con la mirada la muñeca de Sofíe.
-¡Vaaaaaya! ¡Eres de las pocas personas que lo ha llamado así!
-¿Cómo quieres que lo llame, Felipe?
-La gente lo confunde con un ocho, ¡idiota!
-A mí me parece que está bastante claro...bueno ¿Por qué? Si puede saberse, vaya.
-Me gusta lo que representa.
-¿Lo que no tiene fin?
-No te equivoques...lo que tiene un fin desconocido. No es que no exista, simplemente se desconoce, resulta inalcanzable, en principio. No es que no se acabe, es que no se sabe de antemano cuándo va a suceder. 
-Pero los números no acaban nunca, ¿no?
-Piénsalo bien. ¿No crees que es demasiado arrogante por parte de la mente humana atreverse a afirmar que no hay un último número? Lo más inteligente y humilde es reconocer que no sabemos si existe un número detrás del cual no hay un siguiente, que simplemente se nos escapa de las manos, no está a nuestro alcance. Por eso me gusta el Infinito, porque no me gustan las cosas que se acaban. O ponerles un final, más bien, decidir de antemano el cuándo, el cómo o el por qué. El final del cucurucho sin helado, por ejemplo. Que se acabe un beso sin que venga otro detrás, la última canción de un concierto o el último día de verano. El despertar tras una noche de esas en las que al abrir los ojos descubres que todo lo que acabas de vivir entre tus sábanas ha sido sólo un sueño. Las pérdidas, las despedidas. Los domingos. Esa sensación de que algo acaba,ese determinismo, no me gusta. 
-Creo que te sigo.-Intervino Samuel.-Te gusta que las cosas fluyan. Que surjan de manera natural, que caigan por su propio peso. Uno no puede andar buscando excusas eternamente que justifiquen lo que realmente le apetece hacer o a quién le apetece ver, con quién le apetece estar. Llega un momento en el que tiene que plantarse y soltar uno de esos "me apetece, y punto". No podemos estar toda la vida marcando límites si queremos conseguir algo, hay que intentarlo, asumir riesgos, da igual lo que se quede atrás y ya veremos lo que vendrá después. Y en los momentos en los que todo parezca revuelto y sin sentido, tener paciencia, mirar hacia delante y disfrutar del desorden sin hacer caso a la tormenta. Acabará soplando el viento, arrastrando y llevándose consigo todo lo que no tenga la suficiente fuerza como para merecer quedarse a nuestro lado, y dejando que el sol vuelva a lucir bien alto entre las nubes, iluminando y haciéndonos ver lo que realmente merece la pena.



domingo, 1 de diciembre de 2013

Guapos con miga.

-¿Qué es lo que te gustaría, entonces?-Preguntó James cruzándose de brazos. Noa se dejó caer contra el respaldo del sofá, mientras él continuaba sentado de medio lado, con su pierna derecha en ángulo recto y su pie debajo del culo, observándola.

-Me gustaría poder tirar cubos y cubos de pintura contra esa pared.-Sugirió la joven, inclinando la barbilla levemente hacia delante.- Pinturas de muchos colores, salpicarla con pinceles enormes y hasta pintar con las manos sobre ella. Dibujar lo que yo quiera, lo que me de la gana, sin preocuparme de si queda bien o mal. 

-Suena divertido.-Intervino él con una sonrisa.-Al fin y al cabo, cualquier cosa será mejor que ese blanco nuclear con olor a pasillo de hospital. ¿Algo más?

-Me gustaría salir a la calle, ahora mismo, en plena lluvia, saltar de charco en charco y gritar con tanta fuerza que me escuchen en todas las partes del mundo. Y subir después aquí, otra vez, para tomar una taza de chocolate caliente, lo suficientemente caliente como para quitarme este frío que siento dentro.-Hablaba lentamente, tranquila pero segura, como si las palabras que salían de su boca formaran parte de algún guión establecido previamente estudiado con detalle. Hizo una pequeña pausa, sin apartar su mirada del muro vacío que tenía en frente, y continuó hablando, esta vez bajando un poco su tono de voz.- Me gustaría que no te revolvieras el pelo de esa manera. Que no te salieran hoyuelos cada vez que sonríes, cada vez que tu rostro genera un mínimo gesto de expresión, cuando te afeitas. Que el mar de tus ojos no me invitara a bañarme en él cada vez que te miro, hasta cuando no te das cuenta con la pasta y los cristales. Me gustaría que no fueras uno de esos guapos con miga, que digo yo, ese tipo de persona que utiliza letras mayúsculas en sus contraseñas, que no entiende mucho de fotografía pero que si pones una réflex entre sus manos sabría captar una imagen con encanto o que no se compra un Mac sólo por ver cómo respira la manzanita. Que ambienta su cuarto con incienso de Nag Champa o que dibuja en libretas cuando se aburre y escribe poemas cortos de esos perfectamente imperfectos en servilletas de papel. Y que a la vez disfruta de la sencillez de los pequeños detalles, como andar en bicicleta, leer en el autobús, salir de fiesta hasta no recordar ni su nombre o jugar un partido de fútbol en la playa, sintiendo la arena bajo los pies descalzos. Que no escucharas la música que escuchas, mi música, es mía, no entiendo por qué la tienes que escuchar tu también. Y sí, por qué no, puestos a pedir, me gustaría no sorprenderme a mí misma pensándote en mitad de la calle, o de la noche, recordando algo que en algún momento me dijiste y me hizo reír mientras mi subconsciente imagina encontrarte por casualidad.- Noa se giró de repente y clavó su mirada en James.-¿Y a ti?

-¿A mí?-Repitió el joven algo desconcertado, intentando ganar tiempo.-Yo estaba pensando en algo más pragmático, ahora mismo.

-¿En qué?-Preguntó Noa, expectante.-¿En qué pensabas?

-Estaba pensando en si dejarte terminar, o callarte la boca y volver a besarte como la última vez.


sábado, 30 de noviembre de 2013

Con el sueño entre mis brazos.

Los viernes por la noche, cuando me quedo sólo, me acuesto en el sofá con la luz apagada y la manta hasta el cuello, cierro los ojos y las pongo una y otra vez. Mis canciones. Imagino que estás aquí, escuchándolas conmigo, escondida entre las sábanas y quejándote del frío. Tus pies descalzos, congelados, enlazados entre mis largas piernas, tu pelo suelto liso y revuelto, y tu espalda, que mejor no intento adornar con palabras a su lado que puedan estropearla. Qué quieres que te diga, a estas alturas. Siento debilidad por las espaldas. Si supieras la de bajoceros que cultivo en el colchón últimamente...pero sé que mis buenas intenciones no harán que mañana despierten tus zapatos a los pies de mi cama. Luego me quedo dormido, y amanezco en mitad de la noche a oscuras, buscando a tientas el mando del televisor en un intento desesperado e inútil porque la absurda tele-tienda haga desaparecer como por arte de magia a las sombras del salón, que no son sino los restos de fantasmas del pasado. Magia, eso es lo que busco. Lo que necesito. Lo que necesitamos. Estamos demasiado estancados en la rutina, en lo racional, en la falta de laxitud de ideas, de vehemencia, de ese  venacomerteelmundoconmigo, hoy, aquí,  ahora, y ya veremos lo que sucede mañana, cuando no nos importe el ayer. Al final el alma se corrompe, se cansa de ese agobiante "matricúlate de mis gustos, mis gestos, mis palabras y hasta de mi nombre", se siente encerrada en un cuerpo que no es libre, y no me extrañaría nada que cualquier día de estos le diese por abandonarnos antes de tiempo y salir en busca de otro mejor. Pero hoy no deja de ser viernes por la noche, y yo sigo aquí, sólo, acostado en el sofá con la luz apagada y la manta hasta el cuello. Cierro los ojos, y las pongo una y otra vez. Mis canciones. O las tuyas, ya ni sé. Al fin y al cabo todas las canciones me hablan de ti, aunque ahora es diferente, ahora suenan diferente. "Ahora disfruto del momento en el que vivo. Y del mañana nada pienso. Nada escribo."

lunes, 25 de noviembre de 2013

Niebla, viento, lluvia, frío.

Frío. Ese momento en el que tiempo después de escribirse, uno decide leerse a si mismo. Las dudas, los nervios, esa extraña sensación contradictoria y absurda de "no sé qué es lo que me voy a encontrar, aquí dentro", después de haberlo roto todo en mil pedazos y de haber reconstruido el puzzle pieza por pieza. Niebla. El miedo a no gustarse, a decepcionarse, y al mismo tiempo las ganas de hacerse sonreír. Lluvia. La curiosidad de saber qué es lo que leen otros, o mas bien cómo, en qué orden, con qué sentido. Los recuerdos. Sumido en mil pensamientos, inconscientemente uno va cogiendo su libro,  procurando no dejar dobladas las esquinas, pasando pagina por página hasta la última, sin anestesia. Viento. Y cuando por fin llega al final, cuando una vez leído, lo cierra, deja escapar un suspiro de los que suenan a "Deja de mirar hacia atrás, que lo que importa está delante".  Y ni niebla, ni viento, ni lluvia, ni frío. Como decía Sabina, al punto final de los finales, no le quedan ya dos puntos suspensivos.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Niebla.

Un buen amigo me dijo una vez, que hay dos tipos de personas de las que siempre me voy a acordar: Las que me ayudaron cuando lo necesité, y aquellas que me pusieron trabas. Ambos son igual de importantes, unas te enseñan a llegar a lo que te quieres convertir y otras a tener claro quién no quieres ser jamás. Unas te dicen lo que quieres oír, y otras lo que piensan de verdad. Quizás en algunos momentos de esos en los que llevamos cosida la sonrisa la niebla nos impida distinguir si nos están aportando energía positiva, energía negativa, o sencillamente no nos están aportando nada. Pero es cuestión de dejar que el tiempo nos gradúe las gafas del alma, de ser un poco exigentes a la hora de elegir la compañía, para valorar y decidir a quién queremos a nuestro lado, a quién necesitamos, y a quién preferimos apartar de nuestra vida. Y no importa lo que se quede atrás, ni merece la pena perderse en esa sensación de qué hubiera sucedido si hubiéramos hecho las cosas de otra manera. Porque no hubiera sido mejor, ni peor, simplemente hubiera sido diferente. Y llegados a ese punto, en el que ya no hay arena en los relojes y la cuenta atrás se detiene sin dar comienzo a una nueva, hacia delante, sólo queda detenerse uno también, ver dónde está, decidir hacia dónde ir, y dejar en el pasado aquello que ni le suma, ni le merece, ni le llena.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Siente, no temas.

Dicen que no hay que generalizar, pero creo que no me equivoco cuando digo que somos cobardes, los seres humanos. Siempre es así. Siempre mirando al suelo. En lugar de levantar la cabeza para ver lo que tenemos delante utilizamos gafas de madera, avanzamos guardándonos en los bolsillos las piedras del camino intentando no tropezar, hasta que un día nos dan un pisotón y de la rabia golpeamos lo primero con lo que nos cruzamos, a veces hasta rompiéndonos los dedos. ¿Cómo puede asustarse uno de lo que siente cuando el sentimiento es bueno? ¿Cómo se puede tener miedo a perder lo que ni si quiera se tiene? ¿Por qué en lugar de alegrarnos de ello y dejarnos llevar tenemos que pararnos a pensar en ese irónico "De quién fue la genial idea de que tú y yo volviésemos a respirar el mismo aire"? Quizás el destino tenga la culpa, no lo sé, pero hay que ver qué bien le sientan tus dos besos a mi frío. Tic tac, suena el reloj, y esa dulce melodía que sonríe como tú y sabe a ti sin querer hacerlo le recuerda a Cenicienta que es la hora de regreso. Perder el zapato nunca fue casualidad, siempre tuvo la esperanza de que una simple excusa como aquella le sirviera para volverle a encontrar. Así que una vez descalza, dejando atrás todos sus miedos, se repite a sí misma una y otra vez: Camina, no corras, pero tampoco te detengas. Observa, no mires, pero levanta la cabeza. Escucha, no oigas, pero procura no acumular silencios. Grita, respira, vive, y sobre todo: Siente. No temas.

martes, 19 de noviembre de 2013

Con tinta de almas prestadas.

La lluvia comenzó a caer cada vez con menos fuerza, hasta quedar reducida a un leve eco mojado que poco a poco fue consumiéndose con el susurro del viento. Un hombre de unos 50 años se incorporó para que su joven acompañante alta, morena de piel y rubia de cabello, mirada penetrante y caderas simétricamente perfectas, le ayudara a colocarse una americana gris perla de caída elegante y discreta. Tras dedicarse una leve sonrisa, de esas que lo dicen todo sin decir nada, abandonaron el local cogidos de la mano. Ambos les observaron durante unos segundos, hasta que Noa decidió romper el silencio:

-Está claro que se trata de una cuestión económica.-Comentó.-Él va muy bien vestido, tiene clase y huele a dinero. Es imposible que semejante mujer haya visto algún otro tipo de atractivo en ese señor. 
-Yo no estoy tan seguro de ello.-Dijo James sin apartar la mirada del cristal de la ventana, observando cómo se alejaban.
-¿En serio?-Preguntó incrédula-¿La has visto bien? ¡Con todos los hombres que tendrá detrás!
-No sé, por cómo se miraban...Es posible que se complementen.
-No entiendo a dónde quieres llegar-Dijo Noa mientras desenvolvía el pequeño bombón de chocolate que había colocado junto a su taza de café.- ¿Complementarse?
-Sí. Así es como funcionamos, creo yo. Hay personas que necesitan a su lado a alguien mayor en edad, porque es ahí donde encuentran seguridad, experiencia, y en cambio hay personas que necesitan a alguien más joven que le aporte la vitalidad y la frescura que consiguen planchar las arrugas de su alma. Hay quienes buscan una persona superior intelectualmente, que les baje los humos y les ayude a aprender de ella, y en cambio hay quienes necesitan a su lado una persona más tonta, dicho vulgarmente, que alimente su autoestima y les ayude a superar sus complejos de inferioridad. Los hay que los buscan guapos porque se sienten feos y feos para sentirse más guapos. Los hay que no pueden despegarse ni un milímetro del otro y los hay que en determinados momentos necesitan la distancia para valorarlo como merece. Complejos que necesitan poner tranquilidad a su vida y sencillos cuadriculados que necesitan que alguien se la desordene. Y los hay también que no saben qué cojones tiene la otra persona, que simplemente les engancha. Les hace sentirse a gusto, aunque a veces sean cobardes, o idiotas, y no se atrevan a decirlo por miedo a estropearlo. No sé. Es cuestión de gustos, de formas de ser, o de sentir, más bien. De complementarse.
-¿Y el sexo?
-Eso ya es otro tema. Pero no estamos hablando de eso...al menos no sólo de eso. ¡En ese caso todo sería mucho más fácil!-Ambos rieron.
-¿Y tú?-Noa clavó su mirada en el rostro de James, que en aquel momento contemplaba los posos del interior de su taza de té.
-¿Y yo?-Su rostro se transformó de pronto, maquillando sus duras facciones con una ternura sobrecogedora, dulce y amarga al mismo tiempo, mientras sus párpados se plegaban lentamente como los toldos oxidados de una vieja ventana, haciendo que sus pupilas se encontraran con las de su amiga.-Yo sólo necesito a alguien que me quiera.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Porque de vez en cuando, yo también necesito que escriban para mí.


"Sí, lo tuyo fue más apariencia que engaño. Reconozco que los supiste hacer muy bien. Porque engañar nunca entró en tu código de conducta. Nunca lo hiciste. Tu mirada siempre fue limpia; no había doblez en tus comportamientos. Al pan lo llamabas pan y al vino vino. Admiraba tu fuerte personalidad, aunque a veces me daba miedo. Ahora sé con certeza que el tiempo que permanecimos juntos ni un solo día me engañaste; no tenías por qué hacerlo ni entraba en tus cálculos. Pero nunca me perdonaré mi ceguera. Debajo de tu apariencia se escondía tu esencia. Yo no la supe ver y tú la guardabas en cofre de tres llaves. Ya nada será igual. Pero hoy soy más feliz que ayer. Estás muy cerca. Te tengo en mi mesilla."

Anónimo.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Entre subtítulos.

Siempre he sido de la opinión de que cuando uno tiene tantas cosas que decir que si se calla le salen subtítulos, lo mejor sería no decir nada...pero obsérvenle. Cómo se mueve, cómo camina y cómo se contonea, que anda con gracia, que anda bonito. Y fíjense que cuando sonríe, se le forman unas comillas a cada extremo de la boca. Esa, su boca, es mi cita favorita. Su risa a carcajadas. La miel de sus ojos, me bañaría en ella noche tras noche, y que se joda el mar, que no me interesa. Y esa voz, y esas maneras, y ese pelo cobrizo al sol, revuelto, que el viento peina y desordena mientras él se lo alborota con sus manos llenas de venas. Su mano izquierda. Cómo sujeta las copas y las botellas, y hasta la taza de café, con la derecha. Que sí. Que todos lleváis razón. Que será una tontería. Pero qué queréis que os diga...yo me siento más feliz cuando él me mira.

jueves, 14 de noviembre de 2013

72 horas.

Tiembla el sonido del péndulo en medio del miedo junto al gotero. Tic tac, tic tac, gota tras gota, rompe el silencio. Cruje el raíl mientras se oye de lejos el tren, que nunca llega. El viento sopla y desgarra las nubes, gritándole al sol, que huye y se oculta asustado tiñendo el cielo de rojo dolor y de gris, gris dudas, gris esperanza. Los días se alargan como si de una goma elástica se trataran, escalando una cuerda que no alcanza nunca ese extremo final, en el que los nudos por fin se acaban. Sigo plantando en mis sueños jardines enteros de tréboles de 7 hojas, noche tras noche. Las horas pasan entre el olor a largos pasillos de paredes blancas. Una tras otra, amontonándose sobre las agujas como si el orden de los números no importara. Pero importa. Un gesto, una palabra, un movimiento, todo vale, todo cuenta, todo es mejor que nada. Y dicha y escuchada de una misma la retahíla de palabras mágicas en un momento de flaqueza: Paciencia, autocontrol, cordura, reflexión, y alguna más que me dejo en un contexto similar, aún hay algo que pregunta: Y todo esto, ¿Para qué? Y todo esto, ¿Por qué? Y aún hay algo que responde: Para que madures, para que valores, para que sientas, para que aprendasPorque después de buscar la verdad donde se encuentra, en lo más hondo, de echar el ancla y sumergirse allá donde las lágrimas no llegan, bajo el agua, uno resurge, si resurge, desalentado, sabiendo que no son las apariencias, sino las esencias, las que engañan, y te hacen daño.


martes, 12 de noviembre de 2013

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Esta noche, en mis sueños, plantaré un jardín entero lleno de tréboles de 7 hojas para ti. Esta vez, sólo para ti.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Entre humo.

Sigo buscando entre mis versos eso que todos sabemos sentir, pero que no somos capaces de explicar.Para eso sirve esto de escribir, para intentar hablar de las cosas que no tienen forma, para eso y para tumbarme en la cama y pensarte sin querer mientras me leo, sabiendo que en la calle ya es invierno pero que el frío no ha llegado todavía a nuestras vidas. Aunque amenaza. Hacía meses que no fumaba, pero creo que llegados a este punto la ocasión lo merece. Siento cómo la nicotina recorre mi garganta y me quema por dentro, en un intento desesperado y previsiblemente inútil por deshacer los nudos. Tras un par de minutos inmersa en mi propia nube de humo, ajena a todo lo que sucede fuera de ella, dejo caer los restos del cigarrillo en el cenicero, y en mi paisaje pinto una triste montaña gris de cenizas que culmina esta angustiosa distancia que supone el no poder tocarte. Mis labios, ahora resecos por el tabaco y agrietados por el frío de invierno, sellaron silencio mientras mi boca no dejaba salir ni una sola palabra, pero mi alma no pudo evitar gritar, aún temblando de miedo por lo que sentía, uno de esos "No te vayas, quédate". Desde aquel día no ha conseguido dormir igual, y para qué engañarnos, yo tampoco. Qué manía tenemos las personas con soñar con quien nos quita el sueño. Sueña conmigo, anda. Quiero decir, mejor sueña aquí, dile a tu vergüenza que se largue de mi cama para que nuestros cuerpos puedan hacer el resto. Y cuando te marches de nuevo, cuando días después amanezcas envuelto en el olor a sábanas de ausencia, sin mi a tu lado, ódiame. Ódiame por eso que dicen de que del amor al odio hay un paso, y de que si nadie te odia algo estás haciendo mal. Ódiame tú, si quieres. Yo ni quiero, ni tengo tiempo.



martes, 5 de noviembre de 2013

Sin anestesia.


Decía John Lennon que la vida es eso que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes, pero cuando se trata de sentimientos los seres humanos estamos hechos para no poder planificar nada. De lo que estoy segura al menos es de que la distancia nunca entra en ningún plan. Ni el final precipitado, en el comienzo, ni esas ganas colgadas sin cobertura, que nos llevan sin llevarnos a esperar en ninguna parte. Nos preguntamos qué es lo que falla, si nosotros o el mundo, qué financió nuestros sueños con intereses. Nos asaltan las dudas, y esa extraña sensación de que nos gustaría rectificar. Haber dicho "quédate un poco más" cuando dijimos "vuelve pronto", o "soy un completo idiota y un orgulloso, se me da fatal hablar de sentimientos" cuando dijimos "adiós". No sabemos superar algunas fotografías, algunos recuerdos, algunos hechos. A veces nos queremos queriendo ser tiritas los unos para los otros, con ese "Tú querías curarme y yo quería no hacerte daño", pero acabamos siendo como esas propuestas electorales que nunca se cumplen: Papel mojado encima de la mesa. Cuando estamos demasiado rotos no sabemos querer, sólo desear que alguien nos quiera sin pisar nuestros propios pedazos, porque en el fondo somos conscientes de que hay determinada gente que nos hace ser mejores personas cuando están a nuestro lado. Pero mientras nos cosemos nos damos cuenta de que estamos más rotos de lo que pensábamos, y cuando conseguimos recomponernos a nosotros mismos y comenzar a caminar de nuevo nos da miedo girar la cabeza para ver todo lo que dejamos atrás. Sin embargo lo mejor que podemos hacer es continuar hacia delante, que aunque el suelo esté frío y nuestros pies descalzos, el tiempo lo cura todo, y llegará el día en el que no te haga falta anestesia, en el que te pares un instante y te digas a ti mismo: "Ya no duele". Porque más tarde o más temprano la cicatriz se acaba cerrando, sin tiritas, sin heridas, y sin grapas.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Especial.


La puerta de la vieja cafetería se abrió de nuevo con la fuerza del viento, y el camarero se apresuró a cerrarla intentando evitar sin éxito que todos los periódicos que había apilados sobre uno de los rincones de la barra salieran volando por los aires. Ambos dirigieron su mirada hacia la escena, que durante unos segundos distrajo su atención, interrumpiendo la conversación.

-¿Cómo me llama?-Preguntó el joven retomándola, sin ocultar su expresión de desconcierto.
-No te llama de ninguna manera.-Respondió el anciano mientras recogía con la cucharilla los restos de nata de su taza de café.
-¿Ya no se acuerda de mí, entonces?
-Claro que se acuerda. Pero no hay ninguna necesidad de ponerle etiquetas a las personas…Ni creo que tú te la merezcas en este momento.
-Gracias.-Dijo  con gesto incómodo.
-Para ella eres…especial.
-¿Especial?-Preguntó el joven sorprendido.
-Sí, especial.-Repitió el anciano dejando ver entre sus arrugas lo que parecía una ligera sonrisa.-Es la palabra con la que le gusta describirte. La palabra que por lo general utiliza cuando algo le resulta indefinible, indescifrable, fuera de lo normal o de a lo que está normalmente acostumbrada. Lo cierto es que "especial" no quiere decir absolutamente nada, pero si es hora de sincerse y admitir lo que pasa, para ella quiere decir que lo tiene todo. Especial radica en la necesidad de ponerle un nombre a lo desconocido, y en el hecho de que le cuesta entender todas y cada una de tus puñeteras actitudes. Especial significa en su mundo, en su idioma: “Está loco, es lo más cuerdo que existe, se acerca, se aleja, me echa en falta, ni me recuerda, soy lo que quiere, quiere a tantas...o está tan vacío y solo, que cree que no tiene nada.” Pero hay algo que está claro que sí tienes. Tienes la maravillosa habilidad de hacerle sentir. Le hacías sentir, y esa si que es la más clara influencia que generas sobre su persona. Y se siente estúpida, manipulada, lejos de ser por momentos esa persona inteligente que creía ser, y que de hecho es, ni nada que se le parezca. Y su centro, su equilibrio, su razón, sus pilares...transitoriamente todo declina, todo se va, se esfuma. ¿Qué es lo que pasa entonces, muchacho?
-No pasa nada.-Susurró él, sin saber qué contestar. El anciano negó con la cabeza.
-Respuesta no acertada. Sí pasa. Pasa que como todos, has podido equivocarte. Eres humano, cometes errores, repetidos y fLustrantes. Pero para ella, tú sigues siendo, indiscutiblemente, alguien especial.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Transparente.


La Real Academia Española define el término "transparente" como calificativo para un cuerpo a través del cual pueden verse los objetos perfectamente. Me gusta aplicar el término a los seres humanos para referirme a las personas que van de frente, que dicen lo que piensan y sienten cuando consideran que tienen que hacerlo, que miran a los ojos cuando te hablan y que al devolverles la mirada puedes intuir lo que tienen dentro. Solía definir al tipo de personas cuya vida es demasiado aburrida y sienten la necesidad de criticar y juzgar la de los demás con la palabra “gente”, porque se trata de una palabra vulgar, al igual que ellos. Normalmente no me molesta su presencia, tenemos que mantener cierto equilibrio y para que algo exista tiene que haber un opuesto, y sin mentirosos no habría sinceros, que son las personas que realmente merecen la pena. Pero cuando se dedican a hacer daño, y peor aún, cuando lo consiguen, despiertan en mí ciertos sentimientos de rabia, impotencia y asco que hacen que me resulte bastante complicado seguir ignorándoles. Sin embargo después de reflexionar, y ya que hablamos de opuestos, he llegado a la conclusión de que el término más adecuado para ellos no es gente, sino "opaco". El diccionario define este termino como lo que impide el paso de la luz, lo que es oscuro, sombrío, triste y melancólico. Así que dicho esto, qué queréis que os diga, sólo por ser como son...bastante tienen.

miércoles, 30 de octubre de 2013

El camino es largo. No hay prisa.

Últimamente siento que escribo demasiado sin escribir absolutamente nada. El caso es que luego me leo y me entiendo, o más bien entiendo lo que leo, porque lo de entenderme a mí misma se lo dejo a los demás, yo paso, no me engaño. Es curiosa la manera que tenemos los seres humanos de engañarnos a nosotros mismos. Damos consejos al resto, y mientras tanto les miramos pensando eso de "nunca me pasaría a mí"...hasta que nos pasa. Entonces nos hacemos ver que en nuestro caso es distinto. Damos paso a ese absurdo egocentrismo que nos caracteriza y nos hacemos creer que somos diferentes, que a nosotros no nos olvidan, ni nos dejan de querer, ni nos utilizan ni nos mienten ni nos hacen daño. Nos creemos eso de que nos hemos matriculado para ser Dios pero todavía no nos han dado el título, y tratamos de buscar mil excusas cuando una persona sale de nuestra vida antes que admitir que ya no le interesamos. Y no sólo eso, además las encontramos. Siempre hay un motivo menos amargo que el simple hecho de asumir que no le importamos una jodida mierda, ni si quiera un poquito. Es tan fácil dejarse llevar por la imaginación, dejar que los sentimientos le digan a nuestro cerebro qué es exactamente lo que tiene que pensar...lo cierto es que en ocasiones acierta, pero seamos realistas, ¿una de cada diez? ¿de cada cien? ¿Cuántas veces tiene que equivocarse el alma para que la mente deje de escucharle cada vez que le dice que espere, que le de otra oportunidad, que no pase de página? ¿Cuántas veces tenemos que dejarnos pisar para empezar a valorarnos como merecemos? ¿Cuántas veces tenemos que dejar que gane la batalla el orgullo en lugar de no ignorar a quien nos morimos de ganas por sentir un poco más cerca? Lejos, y cerca, ahí está el problema. La distancia puede jugarnos malas pasadas, y no me refiero sólo a la distancia física, también a esa que uno genera automáticamente en su cabeza a modo de barrera, de armadura que todo lo puede y a la que nada la atraviesa. Hasta que llega el día en el que te pilla desprevenido, y al quitarte la coraza te dejas caer en el abismo de las dudas, en el recordar y olvidar, en qué es lo que realmente necesitas, lo que te llena, lo que te completa. Hoy he estado pensando en ello, y he llegado a la conclusión de que no deberíamos de agobiarnos por este tipo de situaciones. El camino es largo, no hay prisa. Con el tiempo, aprenderemos a saber con quién merece la pena complicarse la vida.

lunes, 28 de octubre de 2013

Pero yo, muchas más que vosotras.


No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que sus maneras...ya sé de sobra que tiene esa sonrisa con esos hoyuelos y esas manos llenas de venas, y todo ese remolino que forma cuando se te acerca. Por eso, eso que me contáis de que mírale como viene y se va y vuelve a venir y desordena, eso que decís de que en determinados momentos ha llegado a ser ese motivo del día que te ha hecho reír y a la mierda con la autodestrucción...todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor, es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijeron su nombre. Pero no sabéis lo que es sentirse  perdida cayendo hacia el vacío y que él aparezca de golpe en tu vida para decirte: Venga, hazme un hueco, y me lo cuentas. No sabéis lo que es que él se retuerza y bostece, luego te abrace, y luego no sepas cómo deshacerte de todo lo demás. Que las apariciones involuntarias en mi cabeza, la cara que veo en sus fotos y la que pone cuando me mira, las ganas de tenerle y la necesidad al mismo tiempo de apartarme, las incomodidades de orgullo que pueda provocarme, son algo con lo que ya cuento. Quiero decir que a mí de versos no me tenéis que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que conozco su voz en formato susurro, en formato chillo, en formato escrito y hasta en formato silencio. Que me sé sus cicatrices, y el sitio que le tienes que tocar para conseguir que se ría, que sé cómo se revuelve el pelo y la forma en la que se mueve cuando camina. Que no sólo conozco su última pesadilla, también otras  anteriores, que le he visto formar un charco de arena ante mí rompiendo todos los relojes que le puso el camino y le he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana. Y no me habléis de paisajes si no habéis visto su cuerpo y no habéis recorrido su espalda. Que lo de "Mira sí, un polvo es un polvo", pero y qué haces cuando hay recuerdos que pueden posarse cada noche sobre las letras de su nombre. Que vale la pena luchar, por lo que vale la pena sentir. Que os entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo. Sobre el mismo. Que razones, podéis tener todas. Pero yo, muchas más que vosotras.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Entre lluvia.

Había comenzado a llover, pero ni si quiera eran conscientes de ello. Permanecían sentados en el mismo banco de madera que a duras penas conseguía conservar su tono de pintura verde brillante, Él sobre la parte superior del respaldo, con los pies a la izquierda de Ella, acurrucada con los brazos rodeando sus piernas y la cabeza recostada sobre las rodillas. Observaba impasible cómo las gotas de lluvia resbalaban sobre las hojas de uno de los árboles, aferrándose a sus últimos instantes de vida, para acabar precipitándose hacia el vacío y terminar de morir sobre el frío asfalto. Silencio. Quedaban muchas cosas sobre las que hablar, y al mismo tiempo ninguna. Para qué, a esas alturas. De qué serviría continuar esparciendo la mierda si nadie iba a venir detrás a recoger los pedazos, para reconstruir los restos. Ya no quedaba nada, y de nada, nunca hay restos. Él se enderezó para darle una última calada a su cigarrillo y lo arrojó con indiferencia al suelo, contemplando cómo se consumía al momento frente a ellos, cómo las cenizas vestían de luto el agua de uno de los charcos. Momento. Justo aquel quedaría grabado en su memoria para siempre. Y ambos lo sabían.

-Entonces no te quiero.-Dijo Ella repitiendo las últimas palabras de Él, sin apartar la mirada de una de esas gotas de lluvia.
-Eso parece.-Susurró sin ser capaz de mirarla. El silencio volvió a ser protagonista de la escena durante unos cuantos segundos más. De pronto Ella estiró con decisión sus piernas, se levantó del banco y se agachó para colocar bien los bajos de sus pantalones. Lentamente se incorporó de nuevo, clavando su mirada de miel en los ojos de él, mezclándola con rabia y pena.

-Te voy a querer toda la vida.-Dijo al fin.- Pero no me pidas que me quede a ver cómo no me dejas acompañarte mientras te destruyes.

Él no tuvo tiempo de responder. Ella ni si quiera esperaba una respuesta, ni la quería, ni la necesitaba ya. Dio media vuelta, y con las manos en los bolsillos de su cazadora de cuero negra dejó que sus botas hicieran crujir la alfombra de hojas secas con sus pasos, y se alejó caminando tranquila, volviendo a sentir la lluvia, volviendo a sentir el frío...y por primera vez en mucho tiempo, volviendo a sentirse viva.

domingo, 20 de octubre de 2013

Tinta de Domingo.

Hace tiempo que no se nada de Verano, así que le recuerdo demasiado. Sólo echamos de menos el sol cuando empieza a llover, sólo cuando se apaga la luz reconocemos que nos da miedo la oscuridad, y sólo cuando no lo tenemos nos damos cuenta de lo que realmente nos hace falta. Odiamos las salas de espera, pero cuando nos dan paso nos tiembla el cuerpo de arriba a bajo nada más levantarnos de la silla. Así somos, los seres humanos. Hay ocasiones en las que necesitamos urgentemente pasar de página, cerrar el libro y hasta clausurar la biblioteca entera...y sin embargo dejamos inconscientemente doblada la esquina. Nos prometemos a nosotros mismos eso de que "cuando me busques me encontrarás en el mismo sitio que te encuentro yo cada vez que te necesito últimamente: En ninguna parte",  por eso que dicen de que a veces hay que olvidar lo que sientes y recordar lo que te mereces...pero los sentimientos están absueltos de ajustar cuentas. Te miras al espejo cada mañana, con tu taza de café en mano y tu contradictoriamente gélida y cálida ropa de otoño, envuelta en capas y capas que apenas dejan ver tu alma y dices bien alto, "mira qué bien me sienta el odio". Pero luego llega la noche, te desnudas frente a ese mismo espejo sin pensar, y sin esa taza de café que en realidad ni si quiera te gusta aunque te limitas a tomar para permanecer despierta y activa durante todo el día, y no puedes evitar sentir: "No funciono igual sin ti".  Pero sí. Así somos. Acumulamos silencios en lugar de gritar de vez en cuando, y cuando nos agobiamos, cuando nos ahoga la rutina y creemos que necesitamos salir de ella, alejarnos y desconectar, nos tapamos los oídos por dentro, en lugar de pararnos a escuchar bien lo que nos pide el cuerpo, la mente y el alma. "¿Alejarte y desconectar? ¿Salir de la ciudad? Más que de la ciudad, necesitas salir de ti".



martes, 15 de octubre de 2013

Stand by.

Caminaba con paso rápido y mirada al frente, con sus cascos de música emitiendo el sonido del It's Time de Imagine Dragons a todo volumen, sin necesidad de detenerse en ningún  detalle externo que llamara su atención. Estaba bien así, se sentía a gusto consigo misma. De pronto un hombre de aspecto que ni si quiera tuvo tiempo de apreciar pasó junto a ella, y el olor a Armani Code la envolvió como si de un bálsamo para sus pulmones se tratara, abriendo todos y cada uno de los poros de su piel, de su cuerpo y de su alma. Algo cambió, en aquel momento. Se sintió rara al atravesar el parque, y no pudo evitar detenerse en uno de sus bancos. No en uno cualquiera, aunque aparentemente todos fueran iguales. No lo eran. Continuó caminando desconcertada, sin comprender del todo qué era lo que le estaba sucediendo, a qué venía ese sudor frío, por qué su ritmo cardiaco parecía latir de manera diferente a la habitual. Sus piernas le condujeron de manera mecánica y rutinaria hasta su lugar de trabajo de siempre, pero algo había cambiado. El patio interior tenía un aspecto distinto al de mañanas anteriores, y aquel pasillo del edificio central, con las personas que lo recorrían como de costumbre, era algo más que dos paredes con puertas y fotos enmarcadas, respiraba historias contadas de años atrás, protagonizadas por algunas de ellas. Poco a poco, sin querer hacerlo, comenzó a recordar. Recordó aquellas líneas en las que Él salió de casa con unas bermudas azul marino, unas sandalias de cuero y una camiseta gris de manga corta, y Ella le miró extrañada, con cara de "qué haces con esa ropa en pleno Octubre", a lo que Él se limitó a responder con una cálida sonrisa. Entonces Ella, que se estaba muriendo de calor con sus vaqueros largos y su jersey de lana, sonrió también, al tiempo que se lo ataba a la cintura dejando sus bronceados brazos al descubierto, y remangaba los bajos de sus pantalones...  << Me acuerdo de ti >>. Pensó mientras sacaba lápiz y papel. << Posiblemente algún día se me pase, se me olvide y no serás sino un buen recuerdo en medio de una etapa difícil, una chispa de energía en plena oscuridad, una huella de arena en la inmensidad de una playa que las olas arrastrarán mar adentro hasta no dejar mas que los restos de lo que fue, de lo que pudo haber sido, y no es. Restos. Siempre quedan restos. Cenizas de lo que en su momento eran llamas, que te dejan con las dudas de si algún día podrán volver a resurgir. Incertidumbre. Las consecuencias de no poner punto y final a algo por miedo a que se consuma del todo y acabar perdiéndolo para siempre. Demasiado tiempo, el parasiempre. Cuesta desprenderse de lo que puede merecer la pena, así sin más, sin motivo aparente. Porque puede merecerla, es así. Esas cosas se saben. Quizás el echardemenos suene demasiado fuerte, los sentimientos están en punto muerto, como dormidos, aletargados a la espera de un estímulo que les haga volver a tomar protagonismo y no consumirse entre las garras del olvido, y la distancia y el tiempo se encargan de lidiar con el resto. Pero sí. Hoy me he acordado de ti. Todavía me acuerdo de ti. Y en algún sitio lo tenía que escribir. >>

lunes, 7 de octubre de 2013

Entre heridas y cicatrices.

Nunca sabré el sitio correcto donde poner la tirita, la parte del cuerpo que necesita anestesia, o por dónde se escapa el aire para colocar los parches. Pero una cosa tengo clara: Si me caigo, me levanto. Con heridas, con dolores, con pinchazos...con la cabeza alta. Y siempre, siempre hacia delante. El pasado puede doler, pero siempre hay dos opciones entre las que elegir: Huir, o aprender de él. Hace no mucho le pregunté al tiempo. "¿Qué pasa contigo? ¿No decías que lo curabas todo?" Y su respuesta ha sido clara: "Curo todas las heridas. Pero tiendo a dejar cicatrices."

miércoles, 2 de octubre de 2013

Como siempre, el tiempo.


A veces son las circunstancias, otras una misma. Sofá, manta, cerrar los ojos...y desaparecer. Una de las partes más bonitas del cuerpo, la espalda. Mi espalda colecciona contracturas pidiendo a gritos unas manos que la traten, recostándose en un intento desesperado de robarle al tiempo unos cuantos minutos seguidos para poder descansar, con los pies en alto sobre el respaldo en una postura retorcidamente cómoda. Los pies, esa parte tan anti-erótica que posee el cuerpo humano. Rodeo las piernas con los brazos cruzados, abrazando un hueco vacío. Al estilo huevo, que se suele decir. Puedo meterme en mi mente hasta que parezca que sueño, pero no es como soñar despierta, ni tampoco dormida. No puedo. Me niego. Hay muchas formas bonitas de decir teechoenfalta, tengoganasdeverte, y un montón de frases más que retumban en mi cabeza y que podría sentir mías, pero estaba más rota de lo que pensé mientras me cosía. Así que toca abrir los ojos de nuevo, levantarse del sofá y seguir adelante, que la rutina no se va a quedar a esperar como lo hace la distancia. Gritar hasta que me explote la sonrisa, medir el conformismo al milímetro hasta que las negligencias se queden dormidas, actuar en el teatro de mi cuerpo, de mi mente y de mi alma. Será un gran papel, me aplaudiré las veces que lo merezca, y cuando no, volveré a cerrar los ojos y comenzaré de nuevo. Y si hay que hablar de tiempo, hablaremos, que lo sacaré de todos los relojes del mundo y lo almacenaré bajo llave como el mayor tesoro de mi vida. Alargaré noches, inventaré días enteros si hace falta, construiré puentes con minutos por los que caminar descalza y regresar a la rutina a tiempo. Una vez más, todo es cuestión de tiempo. Como siempre, el tiempo.