martes, 19 de noviembre de 2013

Con tinta de almas prestadas.

La lluvia comenzó a caer cada vez con menos fuerza, hasta quedar reducida a un leve eco mojado que poco a poco fue consumiéndose con el susurro del viento. Un hombre de unos 50 años se incorporó para que su joven acompañante alta, morena de piel y rubia de cabello, mirada penetrante y caderas simétricamente perfectas, le ayudara a colocarse una americana gris perla de caída elegante y discreta. Tras dedicarse una leve sonrisa, de esas que lo dicen todo sin decir nada, abandonaron el local cogidos de la mano. Ambos les observaron durante unos segundos, hasta que Noa decidió romper el silencio:

-Está claro que se trata de una cuestión económica.-Comentó.-Él va muy bien vestido, tiene clase y huele a dinero. Es imposible que semejante mujer haya visto algún otro tipo de atractivo en ese señor. 
-Yo no estoy tan seguro de ello.-Dijo James sin apartar la mirada del cristal de la ventana, observando cómo se alejaban.
-¿En serio?-Preguntó incrédula-¿La has visto bien? ¡Con todos los hombres que tendrá detrás!
-No sé, por cómo se miraban...Es posible que se complementen.
-No entiendo a dónde quieres llegar-Dijo Noa mientras desenvolvía el pequeño bombón de chocolate que había colocado junto a su taza de café.- ¿Complementarse?
-Sí. Así es como funcionamos, creo yo. Hay personas que necesitan a su lado a alguien mayor en edad, porque es ahí donde encuentran seguridad, experiencia, y en cambio hay personas que necesitan a alguien más joven que le aporte la vitalidad y la frescura que consiguen planchar las arrugas de su alma. Hay quienes buscan una persona superior intelectualmente, que les baje los humos y les ayude a aprender de ella, y en cambio hay quienes necesitan a su lado una persona más tonta, dicho vulgarmente, que alimente su autoestima y les ayude a superar sus complejos de inferioridad. Los hay que los buscan guapos porque se sienten feos y feos para sentirse más guapos. Los hay que no pueden despegarse ni un milímetro del otro y los hay que en determinados momentos necesitan la distancia para valorarlo como merece. Complejos que necesitan poner tranquilidad a su vida y sencillos cuadriculados que necesitan que alguien se la desordene. Y los hay también que no saben qué cojones tiene la otra persona, que simplemente les engancha. Les hace sentirse a gusto, aunque a veces sean cobardes, o idiotas, y no se atrevan a decirlo por miedo a estropearlo. No sé. Es cuestión de gustos, de formas de ser, o de sentir, más bien. De complementarse.
-¿Y el sexo?
-Eso ya es otro tema. Pero no estamos hablando de eso...al menos no sólo de eso. ¡En ese caso todo sería mucho más fácil!-Ambos rieron.
-¿Y tú?-Noa clavó su mirada en el rostro de James, que en aquel momento contemplaba los posos del interior de su taza de té.
-¿Y yo?-Su rostro se transformó de pronto, maquillando sus duras facciones con una ternura sobrecogedora, dulce y amarga al mismo tiempo, mientras sus párpados se plegaban lentamente como los toldos oxidados de una vieja ventana, haciendo que sus pupilas se encontraran con las de su amiga.-Yo sólo necesito a alguien que me quiera.

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