jueves, 19 de diciembre de 2013

Días de lluvia.

No sé que es exactamente lo que tienen, pero uno se siente más inspirado, los días de lluvia. Hay algo en ella que te excita, y al mismo tiempo te relaja, te incita a pensar en todo sin pensar en nada. El caso es que luego siempre nos quejamos, porque estamos más sensibles y más melancólicos, porque las carreteras están cortadas, porque no se puede usar la bici sin peligro de resbalarse o caminar por la calle sin la tediosa necesidad de cubrirse con una capucha o un paraguas. Nos pasamos la vida protegiéndonos del frío, de la lluvia, del viento, del agua, por miedo a patinar, a mojarnos de verdad y terminar calados hasta los huesos. Sin embargo llueva, nieve, truene o granice el día siempre acaba,  la noche siempre llega, y quizás, si eres valiente, si te quitas la capucha y pedaleas sin prisas pero sin detenerte, la vida dejará de ser ese tren que se marcha justo cuando llegas a la parada. No se pueden reciclar los suspiros, ni canjear vales con sonrisas robadas, ni dar un primer beso por segunda vez, abrazar un hueco vacío o entender el silencio sin devolver una mirada. No se puede hacer nada de eso, ni muchas otras cosas más cuando uno tiene miedo de sentir. Bob Marley escribió una vez que hay personas que sienten la lluvia, y otras, solamente se mojan. Pues bien, después de pensarlo un rato, he llegado a la conclusión de que quienes no sienten la lluvia, aunque puedan, aunque quieran, aunque tarde o temprano acaben resbalando igual…ni se quitan la capucha, ni se mojan.



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