domingo, 1 de diciembre de 2013

Guapos con miga.

-¿Qué es lo que te gustaría, entonces?-Preguntó James cruzándose de brazos. Noa se dejó caer contra el respaldo del sofá, mientras él continuaba sentado de medio lado, con su pierna derecha en ángulo recto y su pie debajo del culo, observándola.

-Me gustaría poder tirar cubos y cubos de pintura contra esa pared.-Sugirió la joven, inclinando la barbilla levemente hacia delante.- Pinturas de muchos colores, salpicarla con pinceles enormes y hasta pintar con las manos sobre ella. Dibujar lo que yo quiera, lo que me de la gana, sin preocuparme de si queda bien o mal. 

-Suena divertido.-Intervino él con una sonrisa.-Al fin y al cabo, cualquier cosa será mejor que ese blanco nuclear con olor a pasillo de hospital. ¿Algo más?

-Me gustaría salir a la calle, ahora mismo, en plena lluvia, saltar de charco en charco y gritar con tanta fuerza que me escuchen en todas las partes del mundo. Y subir después aquí, otra vez, para tomar una taza de chocolate caliente, lo suficientemente caliente como para quitarme este frío que siento dentro.-Hablaba lentamente, tranquila pero segura, como si las palabras que salían de su boca formaran parte de algún guión establecido previamente estudiado con detalle. Hizo una pequeña pausa, sin apartar su mirada del muro vacío que tenía en frente, y continuó hablando, esta vez bajando un poco su tono de voz.- Me gustaría que no te revolvieras el pelo de esa manera. Que no te salieran hoyuelos cada vez que sonríes, cada vez que tu rostro genera un mínimo gesto de expresión, cuando te afeitas. Que el mar de tus ojos no me invitara a bañarme en él cada vez que te miro, hasta cuando no te das cuenta con la pasta y los cristales. Me gustaría que no fueras uno de esos guapos con miga, que digo yo, ese tipo de persona que utiliza letras mayúsculas en sus contraseñas, que no entiende mucho de fotografía pero que si pones una réflex entre sus manos sabría captar una imagen con encanto o que no se compra un Mac sólo por ver cómo respira la manzanita. Que ambienta su cuarto con incienso de Nag Champa o que dibuja en libretas cuando se aburre y escribe poemas cortos de esos perfectamente imperfectos en servilletas de papel. Y que a la vez disfruta de la sencillez de los pequeños detalles, como andar en bicicleta, leer en el autobús, salir de fiesta hasta no recordar ni su nombre o jugar un partido de fútbol en la playa, sintiendo la arena bajo los pies descalzos. Que no escucharas la música que escuchas, mi música, es mía, no entiendo por qué la tienes que escuchar tu también. Y sí, por qué no, puestos a pedir, me gustaría no sorprenderme a mí misma pensándote en mitad de la calle, o de la noche, recordando algo que en algún momento me dijiste y me hizo reír mientras mi subconsciente imagina encontrarte por casualidad.- Noa se giró de repente y clavó su mirada en James.-¿Y a ti?

-¿A mí?-Repitió el joven algo desconcertado, intentando ganar tiempo.-Yo estaba pensando en algo más pragmático, ahora mismo.

-¿En qué?-Preguntó Noa, expectante.-¿En qué pensabas?

-Estaba pensando en si dejarte terminar, o callarte la boca y volver a besarte como la última vez.


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