jueves, 14 de noviembre de 2013

72 horas.

Tiembla el sonido del péndulo en medio del miedo junto al gotero. Tic tac, tic tac, gota tras gota, rompe el silencio. Cruje el raíl mientras se oye de lejos el tren, que nunca llega. El viento sopla y desgarra las nubes, gritándole al sol, que huye y se oculta asustado tiñendo el cielo de rojo dolor y de gris, gris dudas, gris esperanza. Los días se alargan como si de una goma elástica se trataran, escalando una cuerda que no alcanza nunca ese extremo final, en el que los nudos por fin se acaban. Sigo plantando en mis sueños jardines enteros de tréboles de 7 hojas, noche tras noche. Las horas pasan entre el olor a largos pasillos de paredes blancas. Una tras otra, amontonándose sobre las agujas como si el orden de los números no importara. Pero importa. Un gesto, una palabra, un movimiento, todo vale, todo cuenta, todo es mejor que nada. Y dicha y escuchada de una misma la retahíla de palabras mágicas en un momento de flaqueza: Paciencia, autocontrol, cordura, reflexión, y alguna más que me dejo en un contexto similar, aún hay algo que pregunta: Y todo esto, ¿Para qué? Y todo esto, ¿Por qué? Y aún hay algo que responde: Para que madures, para que valores, para que sientas, para que aprendasPorque después de buscar la verdad donde se encuentra, en lo más hondo, de echar el ancla y sumergirse allá donde las lágrimas no llegan, bajo el agua, uno resurge, si resurge, desalentado, sabiendo que no son las apariencias, sino las esencias, las que engañan, y te hacen daño.


1 comentario:

  1. Sí, lo tuyo fue más apariencia que engaño. Reconozco que los supiste hacer muy bien. Porque engañar nunca entró en tu código de conducta. Nunca lo hiciste. Tu mirada siempre fue limpia; no había doblez en tus comportamientos. Al pan lo llamabas pan y al vino vino. Admiraba tu fuerte personalidad, aunque a veces me daba miedo. Ahora sé con certeza que el año que permanecimos juntos ni un solo día me engañaste; no tenías por qué hacerlo ni entraba en tus cálculos. Pero nunca me perdonaré mi ceguera. Debajo de tu apariencia se escondía tu esencia. Yo no la supe ver y tú la guardabas en cofre de tres llaves. Ya nada será igual. Pero hoy soy más feliz que ayer. Estás muy cerca. Te tengo en mi mesilla.

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