martes, 31 de diciembre de 2013

Entre puzzles.

Ahora que está acabando el año, y echamos la vista atrás para mirar de reojo los descosidos, sufrimos de la tediosa afección de ver nuestra vida como un puzzle. Nos empeñamos en buscar a alguien que encaje, que nos complemente, cuando en realidad lo que necesitamos es encontrar a quien nos acepte con las piezas que nos faltan y nos ayude a sostener la aguja para enhebrar el hilo y coser los pedazos rotos. Que nos haga mirar hacia delante sin miedo, y comprobar que no resulta tan amargo el sabor de las cenizas. Tenemos que aprender a estar solos para darnos cuenta de que en determinados momentos necesitamos a alguien a nuestro lado, de que la vida cobra más sentido cuando tienes a tu alrededor personas con las que compartirla. Al final, por muy exigentes que queramos ser a la hora de elegir nuestra compañía llega un momento en el que resulta absurdo. Hasta las diosas necesitan que alguien les lama las heridas. Hay un tipo de personas a las que yo denomino "personas-lista". Personas de esas que conforme las vas conociendo te vas dando cuenta de que si tuvieras que redactar una lista con esos llamémosles rasgos, cualidades, detalles que te gustaría que tu alguien tuviera, quedarían perfectamente definidas en ella. Todavía no me ha dado por echar mano de papel y bolígrafo, ni lo voy a hacer, por el momento, pero en vista de que el año se acaba, de que no quiero saber nada de puzzles y puestos a ser sinceros con uno mismo, tengo que reconocer que últimamente empiezo a pensar, sin querer, que es lo que más me preocupa, que mi diccionario personal debería de tenerte en cuenta en sus futuras definiciones.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Vísteme de inspiración, que sin ella, estoy desnuda.

Si no sale ardiendo de lo más profundo de ti, a pesar de todo, no lo hagas. A no ser que salga espontáneamente de tu corazón, de tu mente, de tu boca, de tus entrañas, no lo hagas. Si lo haces por dinero o por fama, no lo hagas. Si lo haces para llevarte hombres o mujeres a la cama, no lo hagas. Si te cansa solo pensar en hacerlo, no lo hagas. Si estás intentando escribir como cualquier otro, olvídalo. Si tienes que esperar a que salga rugiendo de tu interior, espera pacientemente. Pero si nunca llega a rugir, haz otra cosa. Si primero tienes que leerlo a tu esposa, o a tu novio, a tus amigos o a tus padres, a cualquiera, no estás preparado. No seas pesado, y aburrido y pretencioso, no te consumas en el amor propio, no lo hagas. A no ser que salga de tu alma como un cohete, no lo hagas. A no ser que el sol que hay dentro de ti esté quemando tus tripas, no lo hagas. Cuando sea verdaderamente el momento, si tienes el don, sucederá por si solo, y seguirá sucediendo hasta que mueras, o hasta que muera en ti. Pero ten siempre presente una cosa: No hay otro camino. Y nunca lo hubo.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Incendio de nieve.

Su serena respiración era tan lenta que en ocasiones daba la sensación de que sus pulmones habían dejado definitivamente de funcionar. De vez en cuando el viento se colaba por las rendijas de la destartalada puerta de madera, acariciando las paredes de la casa y envolviéndola como si de un cálido abrazo se tratara, pero ya no arrastraba el sonido de un invierno frío y desolador. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse, como si el mar intuyera que era necesario guardar silencio, en aquel momento. Su eco parecía llegar del océano susurrando una dulce melodía que hacía de su cuerpo pálido y frágil una auténtica caja de resonancia, y los latidos de su pecho le servían de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiré la mano de su magullada muñeca, que todavía conservaba restos de sangre seca y oscura cubriendo los cortes, y la observé durante unos instantes. Justamente era lo que parecía. Una muñeca de porcelana. Una muñeca rota. Sin voz, sin alma, sin vida. Ni la fragancia de su gélido aliento, ni de sus labios cárdenos, ni de sus dorados cabellos, ahora sin luz ni brillo, parecían tener ya la fuerza suficiente para despertar. Me quedé parado allí, recostado junto a su lecho, sin atreverme a volverla a tocar. Una lágrima muda brotó de alguna parte totalmente desconocida de mi interior, resbalando lentamente por mi mejilla izquierda, hasta desaparecer entre las sombras rojizas generadas en la tenue luz del atardecer. No sé qué clase de incendio era ella. Sólo sé que ardía continuamente, desprendiendo auténticos pedazos de hielo que saltaban en todas las direcciones. Pero aún allí, en aquel instante, en aquellas condiciones, no resultaba tan amargo el sabor de sus cenizas.


martes, 24 de diciembre de 2013

The Monster.

No le obligues a decir "te quiero", como si no intuyeses que hay algo en ella que le impide hablar del amor. No le obligues, porque continuareis durmiendo en distintas camas pero compartiendo el mismo insomnio. Las mismas pesadillas, el mismo monstruo bajo el colchón. No le obligues a decirte que vuelvas, porque nunca ha sabido pedir segundas oportunidades por causas que merecían la pena. El problema, en parte, siempre ha sido ella y su estúpida manía de complicar los sentimientos hasta convertirlos en despedidas. Le gustaba pensar que todo era un juego por si terminabas haciéndole daño. Era la forma que tenía de salvaguardar su estabilidad emocional, aunque siendo sincera consigo misma, pocas veces lo conseguía. Y no dijisteis adiós, simplemente un día, concretamente una noche, muy de madrugada, os cansasteis de jugar. De ir y venir; de querer abrazaros y soltaros cada vez más. Cruzasteis el límite. Pero lo triste fue que estabais tan acostumbrados a perder que no lo intentasteis de nuevo. Os resignasteis. Os fuisteis. Hola, distancia, ¿tú otra vez por aquí? Y le sumasteis un punto al marcador de las esperanzas rotas, porque vosotros hace ya tiempo que perdíais por una gran diferencia. Quizás sea el momento de que las cosas cambien. Quizás sea el momento de darle la vuelta al resultado.


domingo, 22 de diciembre de 2013

Fühlt, keine Angst.

La música y las personas son capaces de transmitir mucho más que las palabras, van más allá del lenguaje verbal, de lo que implica cualquier idioma. No entiendo alemán ni me gusta cómo suena, pero en esta ocasión, creo que consiguen que no haga falta, que se comprenda todo sin entender nada. Then I remember this one time that I never told anyone about. The time we were walking. Just the three of us. And I was in the middle. I don’t remember where and I don't remember when. I don't even remember the season. I just remember walking between them and feeling for the first time in my life, that I belonged somewhere, but not someone. Et peut être ils sont les circonstances, ou peut être c'est moi, Je ne sais pas quelle est la raison, ou quel est le problème. Mais il y a quelque chose, je ne sais pas comme est-ce- que je peut définir ça, mais il y a quelque chose dans mon intérieur, qui ma dit: Ne t'inquiète pas. Être tranquille. Vivre le moment. Sens, ne crains pas. Feel, don't be afraid. Fühlt, keine Angst. Siente, no temas.
 


jueves, 19 de diciembre de 2013

Días de lluvia.

No sé que es exactamente lo que tienen, pero uno se siente más inspirado, los días de lluvia. Hay algo en ella que te excita, y al mismo tiempo te relaja, te incita a pensar en todo sin pensar en nada. El caso es que luego siempre nos quejamos, porque estamos más sensibles y más melancólicos, porque las carreteras están cortadas, porque no se puede usar la bici sin peligro de resbalarse o caminar por la calle sin la tediosa necesidad de cubrirse con una capucha o un paraguas. Nos pasamos la vida protegiéndonos del frío, de la lluvia, del viento, del agua, por miedo a patinar, a mojarnos de verdad y terminar calados hasta los huesos. Sin embargo llueva, nieve, truene o granice el día siempre acaba,  la noche siempre llega, y quizás, si eres valiente, si te quitas la capucha y pedaleas sin prisas pero sin detenerte, la vida dejará de ser ese tren que se marcha justo cuando llegas a la parada. No se pueden reciclar los suspiros, ni canjear vales con sonrisas robadas, ni dar un primer beso por segunda vez, abrazar un hueco vacío o entender el silencio sin devolver una mirada. No se puede hacer nada de eso, ni muchas otras cosas más cuando uno tiene miedo de sentir. Bob Marley escribió una vez que hay personas que sienten la lluvia, y otras, solamente se mojan. Pues bien, después de pensarlo un rato, he llegado a la conclusión de que quienes no sienten la lluvia, aunque puedan, aunque quieran, aunque tarde o temprano acaben resbalando igual…ni se quitan la capucha, ni se mojan.



miércoles, 18 de diciembre de 2013

Entre lluvia y frío.

Es posible que no sea tan guapa, pero a mí me entran ganas de apretar el botón del tiempo y detenerlo en el instante en el que sonríe. A lo mejor tampoco es tan lista, pero cuando habla prefiero quedarme callado, limitarme a escuchar lo que sale de su boca. Sea lo que sea, diga lo que diga, me suena bonito, me suena dulce. Me suena bonita. Quizás sus manos estén tan frías como el hielo, pero cuando me abraza os juro que para mi se acaba el invierno. Y aunque ella no lo sepa, si quisiera, yo le borraría el polvo que acumula su cuerpo, la lluvia que atormenta su interior tronando en sus pulmones y relampagueando sus venas, que humedece sus huesos por dentro hasta hacer tiritar a su alma. Le borraría todo ese silencio que las personas siempre callamos al mundo y acumulamos por dentro. Y cuando el viento sopla fuerte y se lo lleva en direcciones distintas a las que nos gustaría, yo podría curarle lo suficiente para que, sin dejar de doler, no le sangren la heridas. Que puedo mentirme, pero no creerme. Que sí, que será una tontería…pero qué queréis que os diga. Yo me siento más feliz cada vez que ella me mira.

martes, 17 de diciembre de 2013

Tratamiento.

Una palabra que siempre nos resulta extraña. Porque esconde lo mismo que esconde cualquier disfraz. Un esfuerzo titánico, cotidiano, íntimo y personal por aparentar normalidad ante circunstancias absolutamente extraordinarias. 


https://www.facebook.com/pages/Kike-El-Pr%C3%ADncipe-Valiente/134493000079534?fref=ts

lunes, 16 de diciembre de 2013

Auto-lección número 2.

"No confundas sentir amor con estar enamorado. Cuando estás enamorado te lleva tiempo olvidar. Cuando sientes amor, nunca olvidas, sólo intentas no recordar."

domingo, 15 de diciembre de 2013

Personas grises.


Este año los reyes magos deberían de traer por Navidad un buen saco de personas grises. Para poder colorear poco a poco, con el paso del tiempo, a medida que vas descubriendo las pinturas adecuadas. Personas que sin quererlo consiguen poner patas arriba toda tu vida sin que te entren las prisas por ordenarla otra vez. Personas de esas que quizás no siempre te entienden pero en el fondo te comprenden, que no están siempre que quieres pero sí cuando realmente las necesitas. Cada uno con lo suyo, para gustos están los colores y cada persona es un mundo, así, tirando de tópicos, que ni les suben el IVA ni suponen impuestos...de momento. Yo, por ejemplo, pensando en voz alta sin pensar, a veces necesito que alguien me diga a la cara, sin palabras, eso de "Eh, frena, no eres la mujer perfecta...ni tienes por qué serlo". Así son, las personas grises. Te ayudan a relajarte, desconectar, darte un margen. Cualquiera necesita una persona así a su lado. Alguien que se ría de tus errores pero que te ayude a rectificarlos, por ejemplo, o alguien que de día te invite a un cola-cao con grumitos y hasta con bombón de chocolate, pero, por qué no, que se muera de ganas por arrancarte la ropa haciendo saltar todos los botones de la camisa de madrugada. Y es que ¿quién va a tener más derecho a pensar en desnudarte que en quien tú piensas sin querer mientras estás vestida? Alguien que no marque una cruz en una lista de asuntos pendientes cada vez que hace algo para luego arrepentirse, y volverlo a anotar, que tenga todo controlado dentro de su propio desorden. Alguien con vida propia, tan copiosa que le haga olvidarte sin querer de vez en cuando y  recordarte de nuevo cuando acumula silencios con más ganas que nunca, que consiga desconcertarte con la forma en la que te mira. Que sea nadie sin ser alguien y sea alguien, sin ser nadie. Alguien inestablemente estable, imperfectamente perfecto, profundo y sencillo en su definición. Ni blanco ni negro, alguien gris, y transparente al mismo tiempo. Así son, las personas grises. Y entre rojos, verdes, amarillos y añiles, nos ayudan a pintar de colores nuestros días grises.



sábado, 14 de diciembre de 2013

Diciembre.

Ella odiaba el frío. Él comenzó a esconderle cosas en los bolsillos para que cuando buscara calor en ellos, le hicieran sonreír, encontrando su sonrisa entre sus cosas. Y así fue como, poco a poco, le fue encontrando su encanto al invierno.


lunes, 9 de diciembre de 2013

La sonrisa de Noa.

Permanecía recostada sobre una de esas mecedoras antiguas con un libro entre mis manos, forzando un balanceo regular hacia delante y hacia atrás y observando por la ventana cómo los primeros rayos de sol se colaban por entre las rendijas de la persiana, cuando la vi por primera vez. Quizás hubiera pasado desapercibida para mí en cualquier otra ocasión, si no fuera por esos grandes ojos claros, cristalinos, transparentes, que miraban con atención todo lo que le rodeaba sin realmente observar nada. Parecía feliz, en su propio mundo, de la mano de aquella señora gris, alta y delgada. Sonreía. Nunca jamás olvidaré aquella sonrisa. Tan íntegra, tan real, tan auténtica...y al mismo tiempo tan enigmática. Reconozco que aquel balanceo mecánico e involuntario que percibí después, sin mecedora, cuando se sentaron en uno de los bancos del parque a intentar dar de comer a las palomas, aquella expresión perdida, alejada por momentos de aquel lugar, de aquel instante, aquella falta de respuesta ante cualquier estímulo en consideración con ella, incluso ciertos comportamientos que podrían considerarse hasta desagradables o agresivos, me impactaron hasta tal punto de preferir mantenerme al margen, al principio. Tiempo después descubrí quién era, por qué se abstraía tanto de su entorno, cuál era su problema, lo que realmente le sucedía. Para muchos, enferma de nacimiento, es sencillo colocar etiquetas cuando un médico lo considera oportuno. Para mí, se aislaba del mundo que le rodeaba. Y qué ganas me dan a veces de poder hacer lo que hace ella. Cerrar los ojos, balanceo...y desaparecer. Que a día de hoy, para oír lo que hay que oír, muchas veces es mejor abstraerse del mundo...muchas veces, es mejor no escuchar nada.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Viernes con sabor a domingo.


No sé por qué sin haberte visto llorar nunca, tengo la sensación de que últimamente te has reído menos, y de que te hacen sangrar las noches más de lo debido, que te arañan los kilómetros que te separan de cualquier parte. Que odias la distancia casi tanto como salir de la ducha en invierno, y al hacerlo te miras al espejo sin que nadie se acerque a pintar una sonrisa en el vaho que te seque la tristeza. Parece que los días también pueden ser abismos, donde caer es tan fácil como dejar de querer levantarse. Y es entonces, cuando los viernes saben a domingo, cuando piensas que recorrerías cualquier camino sólo para demostrarte a ti mismo que el tiempo no nos hace olvidar. Pero como dijo Moccia, ¿Cómo puede ser que nos guste tanto chapotear en los asuntos de los demás? Temas picantes, detalles prohibidos, actos casi oscuros o pecados veniales. Quizás porque así, sólo escuchándolos, uno no se ensucia. Y que venga alguien a decirte que no puedes soñar con ella despertándote cada mañana solo, o con otra, que se equivoca. Qué te van a decir a ti que no sepas, intuyas o sientas. Qué mierda te van a venir a contar si es ella la que ya estuvo ahí, y la que lo merezca o no, si quiere, estará. No lo entienden, ni lo van a entender. No tienen ni idea. No saben nada.



martes, 3 de diciembre de 2013

Infinito.

La muchacha se levantó con sus aires desenfadados y caminó en dirección a la cocina. Samuel la contempló hasta que su redondo trasero desapareció tras la pequeña puerta de madera, y no pudo evitar sonreír de nuevo. Un par de minutos después se presentó frente a él con dos enormes platos de macarrones en una de sus manos, y un par de botellas de agua en la otra.

-Hoy invita la casa, que no está el jefe.-Anunció mientras colocaba todo sobre la mesa y se acomodaba en su silla, como siempre, del revés.
-¿Dónde está?
-Día libre. De vez en cuando lo hace y se marcha a hacer cosas por ahí...Pasar doce horas aquí metido resulta aburrido hasta para alguien como él.
-Entiendo...Es normal, supongo. ¿Por qué un infinito?-Preguntó Samuel mientras cogía el tenedor que había sobre su plato, señalando con la mirada la muñeca de Sofíe.
-¡Vaaaaaya! ¡Eres de las pocas personas que lo ha llamado así!
-¿Cómo quieres que lo llame, Felipe?
-La gente lo confunde con un ocho, ¡idiota!
-A mí me parece que está bastante claro...bueno ¿Por qué? Si puede saberse, vaya.
-Me gusta lo que representa.
-¿Lo que no tiene fin?
-No te equivoques...lo que tiene un fin desconocido. No es que no exista, simplemente se desconoce, resulta inalcanzable, en principio. No es que no se acabe, es que no se sabe de antemano cuándo va a suceder. 
-Pero los números no acaban nunca, ¿no?
-Piénsalo bien. ¿No crees que es demasiado arrogante por parte de la mente humana atreverse a afirmar que no hay un último número? Lo más inteligente y humilde es reconocer que no sabemos si existe un número detrás del cual no hay un siguiente, que simplemente se nos escapa de las manos, no está a nuestro alcance. Por eso me gusta el Infinito, porque no me gustan las cosas que se acaban. O ponerles un final, más bien, decidir de antemano el cuándo, el cómo o el por qué. El final del cucurucho sin helado, por ejemplo. Que se acabe un beso sin que venga otro detrás, la última canción de un concierto o el último día de verano. El despertar tras una noche de esas en las que al abrir los ojos descubres que todo lo que acabas de vivir entre tus sábanas ha sido sólo un sueño. Las pérdidas, las despedidas. Los domingos. Esa sensación de que algo acaba,ese determinismo, no me gusta. 
-Creo que te sigo.-Intervino Samuel.-Te gusta que las cosas fluyan. Que surjan de manera natural, que caigan por su propio peso. Uno no puede andar buscando excusas eternamente que justifiquen lo que realmente le apetece hacer o a quién le apetece ver, con quién le apetece estar. Llega un momento en el que tiene que plantarse y soltar uno de esos "me apetece, y punto". No podemos estar toda la vida marcando límites si queremos conseguir algo, hay que intentarlo, asumir riesgos, da igual lo que se quede atrás y ya veremos lo que vendrá después. Y en los momentos en los que todo parezca revuelto y sin sentido, tener paciencia, mirar hacia delante y disfrutar del desorden sin hacer caso a la tormenta. Acabará soplando el viento, arrastrando y llevándose consigo todo lo que no tenga la suficiente fuerza como para merecer quedarse a nuestro lado, y dejando que el sol vuelva a lucir bien alto entre las nubes, iluminando y haciéndonos ver lo que realmente merece la pena.



domingo, 1 de diciembre de 2013

Guapos con miga.

-¿Qué es lo que te gustaría, entonces?-Preguntó James cruzándose de brazos. Noa se dejó caer contra el respaldo del sofá, mientras él continuaba sentado de medio lado, con su pierna derecha en ángulo recto y su pie debajo del culo, observándola.

-Me gustaría poder tirar cubos y cubos de pintura contra esa pared.-Sugirió la joven, inclinando la barbilla levemente hacia delante.- Pinturas de muchos colores, salpicarla con pinceles enormes y hasta pintar con las manos sobre ella. Dibujar lo que yo quiera, lo que me de la gana, sin preocuparme de si queda bien o mal. 

-Suena divertido.-Intervino él con una sonrisa.-Al fin y al cabo, cualquier cosa será mejor que ese blanco nuclear con olor a pasillo de hospital. ¿Algo más?

-Me gustaría salir a la calle, ahora mismo, en plena lluvia, saltar de charco en charco y gritar con tanta fuerza que me escuchen en todas las partes del mundo. Y subir después aquí, otra vez, para tomar una taza de chocolate caliente, lo suficientemente caliente como para quitarme este frío que siento dentro.-Hablaba lentamente, tranquila pero segura, como si las palabras que salían de su boca formaran parte de algún guión establecido previamente estudiado con detalle. Hizo una pequeña pausa, sin apartar su mirada del muro vacío que tenía en frente, y continuó hablando, esta vez bajando un poco su tono de voz.- Me gustaría que no te revolvieras el pelo de esa manera. Que no te salieran hoyuelos cada vez que sonríes, cada vez que tu rostro genera un mínimo gesto de expresión, cuando te afeitas. Que el mar de tus ojos no me invitara a bañarme en él cada vez que te miro, hasta cuando no te das cuenta con la pasta y los cristales. Me gustaría que no fueras uno de esos guapos con miga, que digo yo, ese tipo de persona que utiliza letras mayúsculas en sus contraseñas, que no entiende mucho de fotografía pero que si pones una réflex entre sus manos sabría captar una imagen con encanto o que no se compra un Mac sólo por ver cómo respira la manzanita. Que ambienta su cuarto con incienso de Nag Champa o que dibuja en libretas cuando se aburre y escribe poemas cortos de esos perfectamente imperfectos en servilletas de papel. Y que a la vez disfruta de la sencillez de los pequeños detalles, como andar en bicicleta, leer en el autobús, salir de fiesta hasta no recordar ni su nombre o jugar un partido de fútbol en la playa, sintiendo la arena bajo los pies descalzos. Que no escucharas la música que escuchas, mi música, es mía, no entiendo por qué la tienes que escuchar tu también. Y sí, por qué no, puestos a pedir, me gustaría no sorprenderme a mí misma pensándote en mitad de la calle, o de la noche, recordando algo que en algún momento me dijiste y me hizo reír mientras mi subconsciente imagina encontrarte por casualidad.- Noa se giró de repente y clavó su mirada en James.-¿Y a ti?

-¿A mí?-Repitió el joven algo desconcertado, intentando ganar tiempo.-Yo estaba pensando en algo más pragmático, ahora mismo.

-¿En qué?-Preguntó Noa, expectante.-¿En qué pensabas?

-Estaba pensando en si dejarte terminar, o callarte la boca y volver a besarte como la última vez.