miércoles, 25 de noviembre de 2015

Siempre hay salida.


Cuando era pequeña tenía la mala costumbre de acabar metida en más problemas de los que me correspondían. Sin embargo de una manera o de otra, al final siempre conseguía salir del paso sin consecuencias importantes. Mi madre me decía que todas las personas tenemos un angel de la guarda, que nos protege en los momentos en los que resolver la situación pasa a estar fuera de nuestro alcance. Supongo que mi madre se refería también a esos momentos, en los que tus pulmones se niegan a seguir buscando oxígeno para acabar con esa sensación de falta de aire, y sientes cómo tu corazón se resquebraja separándose en mil pedazos. Es en esos momentos, cuando ese ángel de la guarda aparece, y uno a uno va recogiéndolos sin que te des cuenta, uniéndolos hasta conseguir que las piezas vuelvan a encajar, y puedas recomponerlo. Y aunque te parezca imposible, llegará el día en el que la balanza termine de decantarse para un lado o para el otro, el respirar no duela, y el latir te permita continuar con tu camino, y empezar de nuevo. Porque hay salida. Siempre hay salida.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lunes con sabor a domingo.

Lloraba y lloraba desconsoladamente, sintiendo cómo las lágrimas se engendraban en lo más profundo de sus entrañas y le arañaban el alma, brotando a borbotones empañando sus ojos y resbalando por sus mejillas hasta confundirse con la sangre que manaba de sus labios. Intentaba por todos los medios detenerlas, pero no podía, cada vez que lograba contener su respiración algo dentro de ella le estrujaba el corazón, escurriendo el sentimiento e impulsándolo a salir fuera. Tenía tanto escondido dentro. Tanta impotencia contenida, tanta falta de cariño, tantos te quiero no dichos, tantos ratos de los de no poder más, tantos restos de tinta y papel de la que no se puede publicar. El oxígeno le abrasaba los pulmones entrando y saliendo en ellos a destiempo, provocando una respiración entrecortada que le impedía hablar. Entonces sucedió. El pequeño Lucas apareció frente a ella, arrastrando su peluche favorito, con el chupete colgando y el pañal empapado, asustado, desconcertado, perdido. Era la primera vez que sucedía delante de su hijo. Era la primera vez que le veía llorar. Una fuerza que solo alberga explicación en el amor que sentía hacia él se apoderó de ella en aquel instante. Con el labio partido y el hombro dislocado se levantó del suelo del recibidor, donde el portazo de su marido que le había golpeado en la cara la había dejado tendida. Se acercó al teléfono, y con pulso tembloroso descolgó el auricular. Decidió poner fin a su condena. Decidió llamar.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Miedo.

Cierra los ojos y deja de pensar. Siente. Que un euro se gasta, y un polvo se acaba. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Y nada vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va. Alguien que aparezca por sorpresa un jueves por la noche en la puerta de tu casa, que escriba líneas para ti en un pedazo de papel, que le guste hacerse fotos contigo porque sabe que al verlas te robará una sonrisa. Alguien que te quiera y te lo demuestre cada día. Que te cuide, que se preocupe por ti sin miedo a lo que quede por vivir. Sin miedo al fracaso. Sin miedo al qué dirán. Sin miedo a perder lo que tiene. Y sobre todo, sin miedo a por no tener miedo de perderlo, acabar perdiéndolo.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Momentos.

Cada día que pasa estoy más convencida de que lo que le da emoción a nuestras vidas son los pequeños detalles, los pequeños grandes momentos. El diccionario de la Real Academia Española define la palabra momento como una porción de tiempo muy breve. Yo lo defino como una inyección de vida. La vida está compuesta por una sucesión de momentos sin importancia, entre los cuales se esconden otros que hacen que al recordarlos venga lo que venga merezca la pena seguir, que merezca la pena vivir. Momentos. La sensación de la arena húmera cubriendo tus pies descalzos el primer día de playa del verano. Escuchar por casualidad en la radio esa canción que te recuerda a alguien, robándote una sonrisa. El instante en el que conoces la noticia de la pérdida de un ser querido, y algo dentro de ti se desgarra, haciendo que te olvides hasta de respirar. Esa cicatriz en tu cuerpo que casi nadie más conoce. Esa cicatriz de tu alma. Despertar de un sueño que hubieras deseado que no acabase nunca, y volver a cerrar los ojos con fuerza en busca de la inútil esperanza de retomarlo. Los primeros rayos de sol que entran por la rendija de la persiana en un domingo soleado, y sin abrir los ojos sonríes, porque sientes ese olor que tanto te gusta y su respiración junto a tu pecho, y sabes que no tendréis que madrugar, que podréis volver a hacer el amor por la mañana. El temblor de tu cuerpo tras uno de esos orgasmos que te hacen rozar el cielo con las manos. Ese te quiero que escuchas por primera vez y te pone los pelos de punta. Y darte cuenta de lo bien que sienta de vez en cuando echar la vista atrás, y recordar. Recordar los momentos que te llevaron a estar donde estás. Mantener la mirada como aquella vez, y una vez más que no haga falta decir nada. Una vez más no poder evitarlo. No poder evitar sonreir, y sentir que en el fondo, no es tan complicado ser feliz. #nochesdetintaypapel #momentos

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Noviembre entre líneas.

Uno de los detalles más importantes que el ajedrez me ha enseñado es que hay que saber cuidar de tu reina, porque cualquier peón te la puede quitar. Y es que siempre se ha dicho que son los pequeños detalles los que marcan la diferencia. Enamorarse de cosas raras y de personas perfectamente imperfectas. El olor que se queda en las manos tras echarse reflex en la rodilla. El sabor del helado de chocolate fresquito en verano y del colacao calentito en invierno. Peli mantita y sofá. Sola o en buena compañía. Despertar y que te traigan el desayuno a la cama. Las duchas de agua tan caliente que inundan de vapor el cuarto de baño entero, y te dejan los dedos arrugados. Un beso sin venir a cuento, un abrazo de los que te estrujan las costillas. Cualquier cosa escrita en cualquier lugar, y más si está escrita para ti. De pequeña leía todo, desde los carteles de alquiler de locales de las paredes en la calle hasta las etiquetas de los botes en el supermercado. Nunca salgo sin colonia, y no puedo evitar mirarme en el cristal de los escaparates mientras camino. No soy de hablar mucho pero me gusta escuchar, las conversaciones largas y tranquilas, sobre nada en concreto, sobre todo en general. Soy de sangre caliente y corazón frío, e intento acariciar el alma cuando escribo. De dibujar hasta en los manteles de los restaurantes, de cantar sin darme cuenta y de escribir poesía en la parada del autobús. De viajar de aquí para allá. Adoro el mar, y la nieve. De hacer cualquier cosa para conseguir que quien quiero sonría. De estar un día triste sin ganas de salir de casa y al día siguiente feliz bailando por ahí. Así son, los pequeños detalles. Así somos, los seres humanos. Somos de quien nos está faltando cuando mejor lo estamos pasando. Somos de quien nos mira a los ojos, y nos hace soñar. #