"Sí, lo tuyo fue más apariencia que engaño. Reconozco que los supiste hacer muy bien. Porque engañar nunca entró en tu código de conducta. Nunca lo hiciste. Tu mirada siempre fue limpia; no había doblez en tus comportamientos. Al pan lo llamabas pan y al vino vino. Admiraba tu fuerte personalidad, aunque a veces me daba miedo. Ahora sé con certeza que el tiempo que permanecimos juntos ni un solo día me engañaste; no tenías por qué hacerlo ni entraba en tus cálculos. Pero nunca me perdonaré mi ceguera. Debajo de tu apariencia se escondía tu esencia. Yo no la supe ver y tú la guardabas en cofre de tres llaves. Ya nada será igual. Pero hoy soy más feliz que ayer. Estás muy cerca. Te tengo en mi mesilla."
Anónimo.
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