domingo, 20 de octubre de 2013

Tinta de Domingo.

Hace tiempo que no se nada de Verano, así que le recuerdo demasiado. Sólo echamos de menos el sol cuando empieza a llover, sólo cuando se apaga la luz reconocemos que nos da miedo la oscuridad, y sólo cuando no lo tenemos nos damos cuenta de lo que realmente nos hace falta. Odiamos las salas de espera, pero cuando nos dan paso nos tiembla el cuerpo de arriba a bajo nada más levantarnos de la silla. Así somos, los seres humanos. Hay ocasiones en las que necesitamos urgentemente pasar de página, cerrar el libro y hasta clausurar la biblioteca entera...y sin embargo dejamos inconscientemente doblada la esquina. Nos prometemos a nosotros mismos eso de que "cuando me busques me encontrarás en el mismo sitio que te encuentro yo cada vez que te necesito últimamente: En ninguna parte",  por eso que dicen de que a veces hay que olvidar lo que sientes y recordar lo que te mereces...pero los sentimientos están absueltos de ajustar cuentas. Te miras al espejo cada mañana, con tu taza de café en mano y tu contradictoriamente gélida y cálida ropa de otoño, envuelta en capas y capas que apenas dejan ver tu alma y dices bien alto, "mira qué bien me sienta el odio". Pero luego llega la noche, te desnudas frente a ese mismo espejo sin pensar, y sin esa taza de café que en realidad ni si quiera te gusta aunque te limitas a tomar para permanecer despierta y activa durante todo el día, y no puedes evitar sentir: "No funciono igual sin ti".  Pero sí. Así somos. Acumulamos silencios en lugar de gritar de vez en cuando, y cuando nos agobiamos, cuando nos ahoga la rutina y creemos que necesitamos salir de ella, alejarnos y desconectar, nos tapamos los oídos por dentro, en lugar de pararnos a escuchar bien lo que nos pide el cuerpo, la mente y el alma. "¿Alejarte y desconectar? ¿Salir de la ciudad? Más que de la ciudad, necesitas salir de ti".



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