sábado, 15 de marzo de 2014

Tan cerca y tan lejos.


Qué difícil es asumir que cerca y lejos pueden ir cogidos de la mano, en el mismo lugar, y al mismo tiempo. A veces uno se propone alejarse, y sin embargo no puede evitar esa inercia impulsiva y vehemente que no sabe ni de dónde le sale, de querer acercarse. De pronto vuelve a hacer frío, y aunque sintamos que esa necesidad de entrar en calor tiene nombres y apellidos retrasamos un día más la mudanza en dirección al paraguas que sostienen unos brazos que no son los nuestros. No nos decidimos a saltar sin paracaídas, en parte porque somos un completo desastre a la hora de exteriorizar sin utilizar excusas como escudo y armadura del alma, y en parte porque sabemos que si no nos cogen, nos condenarán a una caída que nuestro orgullo, nuestro miedo y nuestras cicatrices no están dispuestos a soportar. Mientras tanto nos asomamos a la ventana, pensando en uno de esos "Te juro que he intentado recuperar la cordura que me olvidé en tu sonrisa cuando te vi sonreír por mí, pero no puedo". Que hay sonrisas, hay abrazos, y hay besos que apagarían todas las estrellas que somos capaces de contar en el cielo de la noche, y que podrían hacer salir al sol en plena lluvia, en cualquier momento. Que se puede sobrevivir con la respiración acelerada tras dejar de correr, olvidar las prisas por llegar pronto y disfrutar del momento, pero que es complicado correr en círculos continuamente sin cansarse. Por eso aunque a veces llueva, soy de las personas que piensa que ya queda poco para que se acabe el invierno, que la primavera traerá un sol que no habrá quien lo apague, que todo lo que estorbe, para bien o para mal lo terminará arrastrando el agua por las alcantarillas. Y entre tanto te vas a dormir dejando que sean las sábanas quienes te arropen, y cierras los ojos como el creyente que reza a su dios en busca de respuestas, con la esperanza de que los sueños sean capaces de encontrarlas, pero que aunque sea sólo por unas horas la sobredosis de inspiración te deje descansar. Que sí, que  el que escribe es uno mismo, pero no elige la droga que le remueve la tinta por dentro: A días tan cerca, y a días tan lejos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario