viernes, 28 de marzo de 2014

Díganle que hace tiempo, que nos sobran los motivos.

Si le ven díganle que no estoy, pero que tampoco me he ido. Díganle que me escondo en el abismo que supone la distancia entre su cuerpo y el mío. Que no sé cómo sumar las letras que firman la paz entre las ganas de tenerle y la necesidad al mismo tiempo de apartarme. Y díganle también, que me gusta la forma en la que sujeta el asa de la mochila, y cómo se abrocha la cremallera con esas manos llenas de venas. La manera en la que se revuelve el pelo mientras camina, sus maneras, y todo ese remolino que forma cuando se acerca. Cómo sujeta las copas y las botellas, como viene y se va y vuelve a venir y desordena…eso no me gusta, me desconcierta. Díganle que me encanta cómo viste, y también cómo desviste, aunque eso no sé si me gusta o sólo me lo imagino. Cuando se viste de esa extraña timidez que le sonroja, cuando se inquieta y no sabe ni lo que dice, ni lo que calla, ni lo que cuenta. Díganle que me enamora cuando sonríe. Y es que no sé que tienen esas comillas que se le forman a los dos lados de la cara, pero esa, su boca, es mi cita favorita. Que no me de dos besos, que no me gusta. Que estuve a punto de matarle justo en el momento en el que me quedé sin tinta, que a veces inspira, aunque no quiera. Que las apariciones involuntarias en mi cabeza, la cara que veo en sus fotos y la que pone cuando me mira, las incomodidades de orgullo que pueda provocarme, son algo con lo que ya cuento. Y díganle, ya que estamos, que haga el favor de formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le ponga el camino, que haga el favor de hacerle competencia a cualquier amanecer desde mi ventana. Díganle que no estoy, pero que tampoco me he ido. Díganle que hace tiempo que me sobran los motivos.

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