Si le ven díganle que no estoy, pero que tampoco me he ido. Díganle que me escondo en el abismo que supone la distancia entre su cuerpo y el mío. Que no sé cómo sumar las letras que firman la paz entre las ganas de tenerle y la necesidad al mismo tiempo de apartarme. Y díganle también, que me gusta la forma en la que sujeta el asa de la mochila, y cómo se abrocha la cremallera con esas manos llenas de venas. La manera en la que se revuelve el pelo mientras camina, sus maneras, y todo ese remolino que forma cuando se acerca. Cómo sujeta las copas y las botellas, como viene y se va y vuelve a venir y desordena…eso no me gusta, me desconcierta. Díganle que me encanta cómo viste, y también cómo desviste, aunque eso no sé si me gusta o sólo me lo imagino. Cuando se viste de esa extraña timidez que le sonroja, cuando se inquieta y no sabe ni lo que dice, ni lo que calla, ni lo que cuenta. Díganle que me enamora cuando sonríe. Y es que no sé que tienen esas comillas que se le forman a los dos lados de la cara, pero esa, su boca, es mi cita favorita. Que no me de dos besos, que no me gusta. Que estuve a punto de matarle justo en el momento en el que me quedé sin tinta, que a veces inspira, aunque no quiera. Que las apariciones involuntarias en mi cabeza, la cara que veo en sus fotos y la que pone cuando me mira, las incomodidades de orgullo que pueda provocarme, son algo con lo que ya cuento. Y díganle, ya que estamos, que haga el favor de formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le ponga el camino, que haga el favor de hacerle competencia a cualquier amanecer desde mi ventana. Díganle que no estoy, pero que tampoco me he ido. Díganle que hace tiempo que me sobran los motivos.
Hermoso!
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