No le gustaban las flores. Tampoco es que le disgustaran, simplemente no entraban dentro del tipo de adorno que elegiría para abarrotar el balcón de su casa, o como regalo que le gustaría recibir en una fecha especial. Un día cualquiera él apareció sentado en el banco frente a su portal con un ramo de margaritas, que posiblemente habría sacado del parque de al lado o del jardín de la rotonda de la esquina. Pero eso era lo de menos…al igual que el día, la hora o el lugar. "No hace falta que las deshojes."- Le dijo con una de esas sonrisas cuyos hoyuelos hacen salir al sol hasta en plena noche.-"Todas dirán que SÍ". Siguen sin gustarle demasiado las flores. Pero deshojar margaritas con número de pétalos impares se ha convertido en una de sus aficiones favoritas.
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