viernes, 2 de mayo de 2014

Vísteme de inspiración, que sin Ella, estoy desnuda.



De vez en cuando le hago caso a Neruda, y pienso en hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos. Tocar tu boca, posar mis labios sobre ella y dibujarla como si no la conociera. Tu boca y todo lo demás. No creo que tenga mucho sentido, pero qué importa. Hace frío, y me apeteces. También cuando no hace frío, aunque no siempre. Me apeteces a destiempo, incluso cuando no pienso en ti, pero suenas de fondo, como esa melodía que uno tararea sin querer en silencio dentro de su cabeza. Y es que suenan cantos de sirenas cuando te ríes, y yo me dejo arrastrar por el deseo de querer tenerte entre mis brazos, aunque sea un rato. No sé oponer resistencia si te acercas porque la atracción es de las que te hace pensar en ese "ojalá fueras tú, y no el sol, el centro del universo"…O de mi cama, más bien, para qué andar con sutilezas a estas alturas, así como todas esas respuestas incoherentes que repentinamente evitan que me haga preguntas, o esas ganas de tenerte y la necesidad de apartarme al mismo tiempo. Y yo soy feliz, sin saber cómo, pero qué importa. Qué importa, si me apeteces. Detesto las etiquetas que estropean las cosas que empiezan sin parecer el comienzo de nada, no lo puedo evitar. Y me alejé de allí sin irme en un sueño auto-fabricado, donde te hice el amor en algún sitio al que algunas veces vuelvo. A veces vuelvo, sí, a tu cuerpo desnudo junto al mar, a tu media sonrisa, a tu piel morena y suave, a las olas que suenan contra las rocas en la bahía de La Concha y a un día que muere, atardeciendo. Como hoy. Y aunque no tenga ningún sentido es ahí, recostada en tu pecho, donde por momentos me apeteces, donde por momentos me siento viva…donde por momentos, encuentro paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario