viernes, 16 de mayo de 2014

Hacia ninguna parte.

Esta noche, mientras estaba agachada intentando descandar la bicicleta de una de esas barandillas metálicas que siempre están abarrotadas de cadenas, un borracho se ha acercado a mí. No ha protestado contra el gobierno, ni ha jurado que él y yo éramos hermanos. No ha blasfemado ni ha insinuado ninguna proposición indecente, no ha dejado caer ningún comentario soez ni ha tocado ninguno de los innumerables temas de la beodez universal. Era un borracho extraño. Borracho, sí, pero tenía un brillo especial en sus ojos. Se ha quedado parado mirándome, me ha tomado de un brazo, y casi apoyándose sobre mi hombro izquierdo me ha susurrado: "¿Sabes lo que te pasa? Que no vas a ninguna parte." Un hombre de aspecto risueño que pasaba junto a nosotros en ese momento me ha dirigido una mirada cargada de una conmovedora dosis de compasión, deteniéndose unos instantes hasta comprobar que el borracho se incorporaba de nuevo y continuaba con su camino, impasible, alejándose de mi. Pero hace  cuatro horas que estoy intranquila. Como si realmente no fuese a ninguna parte, y hasta este preciso momento, no hubiese tenido tiempo ni para darme cuenta.



2 comentarios:

  1. ¡Me gusta! (Como quitaste los botones de opinión, te lo digo de esta forma).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias! Tenías razón, ya era hora de prestar un poco de atención de nuevo al diseño del blog! ;)

      Eliminar