lunes, 12 de mayo de 2014

Tinta de Domingo.

Qué manía tenemos los seres humanos con poner etiquetas a las cosas. Con elegir entre blanco o negro sin hacer caso a los grises, con dejarnos llevar por la cabeza y no por lo que nos pide el cuerpo y el alma. Con decir NO con las palabras y SÍ con las miradas. Con adelantar conversaciones que no tienen sentido si no es el momento de tenerlas, para arrepentirnos después por aquello de que las cosas ya no parecen ser como eran antes. Que yo sé que hay gestos, y que hay sonrisas, que están por encima de cualquier carencia explicativa, que vivimos en una sociedad en la que se pierde entre pantallas el valor de una mirada. Que siempre deberíamos sacar tiempo para una cerveza o un café si nos apetece ver a otra persona, y no dejar en manos del tiempo y la distancia asuntos que pueden merecer la pena. Que deberíamos hablarnos menos, y demostrarnos más. Hablarnos menos, y sentirnos más. Y que venga el mayor experto en lenguaje, que venga a decirme cuántas palabras hacen falta para superar la riqueza de significado de un beso o de un abrazo. Que hay silencios que son necesarios, y otros que acumulados no sirven sino para lamentarse en el futuro de la impotencia que uno siente ante el "qué tendrá ese, o esa, que no tenga yo. Qué le dará ese, o esa, que no le pueda dar yo". El principal problema que tenemos, es que no sabemos distinguirlos.



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