martes, 13 de mayo de 2014

No crezcas, es una trampa.

La semana pasada nos pidieron en clase de ingles escribir una redacción sobre nuestra infancia. Como siempre a última hora, y como siempre, primero en español, que suena mejor, ya habrá tiempo de traducir después…Cuando era pequeña quería tener una casita de madera en un árbol. Dormía abrazada a una segunda almohada porque era incapaz de elegir un peluche sin que me dieran pena los demás. Me enfadaba en silencio con mis profesores cuando no me dejaban usar uno de esos bolígrafos que se borran, porque al ser zurda arrastraba la tinta con la mano y luego no había quien distinguiera lo que había escrito. Cuando jugaba al escondite me llevaba folios y un estuche de pinturas para no aburrirme mientras intentaban encontrarme. Me gustaba quedarme en la bañera hasta que me salían arrugas en los dedos, aunque luego me daba miedo que no se marcharan, que se me quedaran las yemas a rallas para siempre. Me gustaba que mi padre me llevara en hombros, pero luego nunca quería bajar porque sentía ese incómodo hormigueo en las piernas. Me hacía la dormida en el sofá para que me llevaran en brazos, y por las mañanas me encantaba que de vez en cuando me dejaran desayunar en la cama. Miraba las nubes y mientras las veía moverse me imaginaba que había otro mundo allí arriba, lleno de príncipes y de dragones. Era la más bajita con diferencia de mi clase, y de mi equipo de baloncesto, pero mi madre siempre me decía: "No te preocupes, Raquel. Ya crecerás." Me daba miedo apagar la luz. Apagar la luz y no ver nada. Cuando era pequeña quería ser mayor, para poder hacer todas esas cosas que los mayores hacían. Mi madre llevaba razón. He crecido. Y ahora que soy mayor, me he dado cuenta de que convertirse definitivamente en adulto es lo peor que les puede pasar a muchas personas. Sigo sin borrar nada de lo que escribo y a veces lleno hojas de dibujos sin darme cuenta. Sigo teniendo miedo a la oscuridad, y a veces sueño con príncipes de los que te llevan a la cama en brazos y te traen el desayuno por las mañanas…de manera diferente, claro. Pero muchos días de esos en los que uno se levanta y hace, piensa y siente cosas de mayores, no puedo evitar cerrar los ojos con fuerza, y esperar, al abrirlos de nuevo, despertar siendo otra vez pequeña.

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