lunes, 26 de marzo de 2012

Paula Montilla.

La primera vez que la vi no sabía que tendría que entrenarla. La confundí con su hermana, una de las niñas de un año menos a las que él entrenaba. Alta, morena, grande, muy grande, a primera impresión podía parecer incluso torpe...pero no era así. Lo primero que hizo al coger un balón fue tirar a canasta. De media distancia, bien colocada, con los pies rectos y una sola mano...con errores, pero todo un logro para sus apenas 10 años. Me quedé mirándola mientras lo hacía, y cuando el balón toco el aro y cayó al suelo, me miró, y me preguntó "¿Coloco bien las manos?" Sonreí, me acerqué hacia ella, y le corregí la postura. Volvió a tirar, y me volvió a mirar."¿Así?" Volví a acercarme, y le corregí una vez más. Tras una media docena de tiros, ella misma pareció satisfecha con su resultado. Pero no quedó ahí. Desde entonces, y hasta ahora, tres años después, no ha habido un entrenamiento en el que no pregunte, no practique, o no intente corregirse en cualquier cosa. Se supera día a día, sigue creciendo, y sigue mejorando. La sensación que transmite es que arrolla, arrasa dentro del campo, se lleva todo por delante, y de la forma que sea consigue llegar a canasta. Aunque luego falle, pero para eso está aprendiendo, para eso está entrenando, y lo sabe. Aplicada, modesta, trabajadora, humilde. El resultado es claro y simple. En partidos complicados, si ella no está, el equipo no gana. Podría resaltar muchas cosas, muchísimas a cerca de lo que hace bien Paula...pero la más importante de todas, la que mejor resume lo que es, es que entre las demás, marca la diferencia.

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