martes, 20 de marzo de 2012

Días largos lo suficientemente buenos.

De esos en los que te dan ganas de asomarte a la ventana y comerte el mundo entero, sin que te quepa más aire en los pulmones. De salir a la calle y no parar de correr, mientras gritas muy alto, para que todos te oigan lo feliz que te sientes, sin miedo a que tus cuerdas vocales se rompan. De esos en los que das los buenos días a todo el mundo simplemente por eso, porque son buenos días, porque es un buen día. De los que sonríes sin querer hacerlo, sin darte cuenta de que lo haces continuamente. De los que huelen bien. De los que hace calor por la mañana y no hace frío por la noche, y al mirar al cielo ves que las estrellas brillan con más fuerza que nunca. Y puedes sentir el cuero estriado en tus manos, naranja, esférico, sentir lo que se siente cuando saltas, y escuchar el sonido del roce contra las cuerdas de la red, rápido, firme, haciendo ocupar un segundo plano al bote que viene después. De los que saben a fruta fresca y a helado de vainilla con pedacitos de galleta. Y caramelo. De los que nada puede ser lo suficientemente malo para estropearlos. Días largos, días de 25 horas, en definitiva, días contigo. Días largos lo suficientemente buenos...quiero días largos lo suficientemente buenos.

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