domingo, 25 de marzo de 2012

La pequeña Laurita.

Sólo tenía 7 años la primera vez que le vi pasarse un balón entre las piernas, hacer un reverso, y entrar a canasta por la izquierda. Todo seguido, como ella decía, sale mejor. "Si no me lío". Minutos antes su padre había estado sentado junto a ella en uno de los bancos de madera del polideportivo, intentando enseñarle a atarse los cordones de las zapatillas, mientras su madre le cambiaba el enorme lazo granate a juego con el uniforme del colegio, por uno del mismo azul que la ropa de deporte. Por aquel entonces ya comenzaba a rasgar sus ojos si quería ver algo que estaba lejos, aunque cuando juega parece ver mejor que todos los demás niños juntos. Era pequeña, muy pequeña, en realidad, demasiado quizás para en un primer momento pensar que podría llegar a jugar con niñas de tres años más que ella, con más altura, más cuerpo...pero no más carácter. Cuando Laura sale al campo cambia. No es la misma niña tímida, que mira al suelo y junta sus manos estirando sus brazos hacia abajo con ese "no se" que casi ni se escucha. El balón le pesa, pero en sus manos parece ser de pluma. La canasta está alta, pero cuando el balón se desliza por la red y acaricia las cuerdas, baja. Explicas algo, y lo entiende, no lo explicas, lo ve, y también lo entiende, incluso a veces sin verlo, le sale, lo lleva, lo tiene. Corre cuando tiene que correr, bota cuando tiene que botar, defiende, piensa, y aunque parezca imposible, con tan solo diez años, ya lee. Laura lo hace, y lo hace bien. Y puede que con el paso de los años no le apetezca entrenar más con quien no tiene su edad, incluso puede que le deje de gustar el Baloncesto, se haga mayor, y prefiera otras cosas. Pero para mí, siempre será ella, lo mejor que en los últimos cuatro años he visto en la cancha de Jesuítas...la pequeña Laurita.

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