viernes, 23 de marzo de 2012

La que tú alimentas.

La tenue luz de la lámpara de pie que años atrás habían comprado en una pequeña tienda de antigüedades india, iluminaba la salita de estar. El abuelo se balanceaba en su hamaca, lenta y rítmicamente, mientras leía una vieja novela. Samuel abrió sus grandes ojos almendrados, llenos de pestañas, y se saco el dedo de la boca para frotarse la cara con ambas manos. Alzó la cabeza de golpe, como sobresaltado, hasta que su mirada se encontró con la de su abuelo, y entonces se tranquilizó, y fabricó una sonrisa con su dentadura a medio hacer.

-¿Qué lees yayo?-Preguntó el pequeño, incorporándose en el sofá.

-Una historia sobre lo que tenemos dentro, Samuel.-Contestó el abuelo llevándose la mano al pecho.

-¿Dónde? ¿Dentro de la ropa?

-No, dentro de nosotros.-Dijo el abuelo con una sonrisa. - El alma.

-La profesora de religión nos ha hablado de alma. Cuéntame tu cuento.

-En mi cuento, se libra una batalla entre las dos partes del alma. Una es la parte mala, que nos hace sentir cólera, envidia, celos, pena, avaricia, arrogancia, lástima de uno mismo, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo falso, superioridad y ego. La otra es la parte del bien, que nos hace sentir alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, la benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión, y FE.

El nieto se quedó callado durante un minuto, levantó la cabeza de nuevo, y preguntó a su abuelo.

-¿Y qué parte gana?

-La que tú alimentas.

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