martes, 17 de enero de 2012

Ellas.

De la primera a la ultima, de principio a fin. Unas más, otras menos, pero todas son, todas aportan, a su manera, diferente, especial, única. Ella dirige el balón con pleno control, no se cansa, lee el juego, transmite calma y a la vez energía. Dentro del campo, mi favorita. Junto con ella está ella, mi rubia, en plena compenetración, la pareja perfecta. Pone nervio a su calma, termina sus lecturas y comprende sus jugadas, se miran y saben lo que están pensando, lo que viene después, canasta. Y cuando está ella, tan tranquila, y a la vez tan rápida, el juego cambia a ritmos marcados, seguros y ligeros, pero firmes, relajados. Nunca suda ni una gota, y salta, salta al paso que corre como si tuviese muelles en sus talones y plantas. También están ellas cuatro, bien a bajo, por lo alto, aunque a veces, alguna, siempre acabe por lo bajo, con fuerza, firmeza y decisión, las grandes, las que dan pelea. Y ella, que es la nueva, no por ello menos importante, guarda en sus manos tres puntos de los que llegan de golpe cuando menos te lo esperas. En cuanto a ella, la que corre, la que deja la timidez en el banco al quitarse la chaqueta y se viste de nervio y ganas, la que defiende, la que no se agota, y si lo hace da igual, y si falla no pasa nada, sigue corriendo, sigue luchando. Y por último, Ella. Qué decir de Ella, mi bombón, mi mujer, mi galletita...que a pesar de nuestras lágrimas me ha devuelto la sonrisa, porque sentía un hueco vacío al ir a entrenar sin Ella. Y todas juntas, todas ellas, forman un conjunto compacto, íntegro, unido, que nos hace increíbles, que las hace increíbles...que para mí, las hace imprescindibles.

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