viernes, 20 de enero de 2012

El Amor, según Aristófanes.

Hace cientos, de miles de años, en tiempos que ni nuestros más antiguos antepasados pueden recordar, La Tierra estaba habitada por seres esféricos de dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos. Existían entonces tres sexos: el masculino, descendiente del Sol; El femenino, descendiente de La Tierra; y el andrógino (mitad masculino y mitad femenino), descendiente de La Luna. Es complicado imaginar para nosotros, a día de hoy, el atractivo aspecto que estos seres poseían. Sus cuerpos eran esbeltos, sanos y de piel firme y bronceada, y sus rostros delicados y puros, de una belleza natural, íntegra. Pero cayeron en el pozo sin fondo de la arrogancia y la pedantería, que les llevó a sentirse tan superiores como para sublevarse contra los dioses, escalando hasta el cielo para combatir contra ellos.
Estos, encabezados por Zeus, trataron de evitar acabar con ellos, como hicieron con los gigantes, pues estos seres, conocidos como humanos, les rendían tributos y cuidaban y protegían el planeta, por lo que Zeus pensó que la mejor solución era disminuir su fuerza física. Así, los separaron en dos, obligándoles a caminar sobre dos piernas, y bajo la amenaza de que en caso de que volvieran a sublevarse serían divididos de nuevo, teniendo que desplazarse sobre un solo pie. Apolo curó sus heridas y les colocó el rostro en el lado de la separación, para que así no olvidaran su castigo, reuniendo los cortes de la piel y cosiéndolos sobre el vientre, formando el ombligo.

Desde la separación, cada mitad humana vive anhelando la unión con su mitad perdida, haciendo el amor como única manera de volver a ser uno, una vez que se han encontrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario