jueves, 27 de febrero de 2014

Golpe maestro.

No sé si es cosa de la época en la que nos encontramos, de la crisis de los veintitantos, o simplemente  se trata de un invierno más frío de lo habitual, pero últimamente siento bastante desencanto y desapego hacia el mundo que nos rodea. Supongo que así es la vida, no podemos pretender que siempre llueva a gusto de todos, cada uno decide cuándo quiere sacar el paraguas y cuándo prefiere dejar que el agua le empape hasta los huesos. Un día te sientes en lo más alto y al día siguiente sucede algo que te hace estamparte de bruces contra el suelo y sentir que sigues cayendo, hasta casi tocar el centro de la tierra. Algunos ríen por lo mismo que otros lloran, y los hay que hacen planes mientras otros se lamen las heridas. Nos empeñamos en anclarnos en el pasado y justificarlo todo con uno de esos "antes no era así", sin querer admitir que las personas no cambian con el tiempo. Es el tiempo el que te muestra como son en realidad. Si la base es sana, íntegra, ningún adorno tiene por qué deteriorarla, pero cuando partimos de impurezas siempre hay almas mezquinas que  se encargan de que resulte más complicado limarlas. Por eso siempre digo que a la gente que no es transparente es mejor apartarla de nuestro lado. Tampoco es que haya que ir armando jaleo por ahí,  pero no puedes pretender llevarte bien con todo el mundo, yo simplemente me aparto cuando no me creo el guión de la película y dejo que otros actúen. Así son mis principios, si no les gustan, no tengo otros. Y partiendo de la base de que el cupo de hipócritas y mentirosos ya está cubierto, de que el daño gratuito, la caricaturización escrita y la crítica destructiva están últimamente muy a la orden del día, me da igual cómo lo hagan los demás, a mí me gusta hacer las cosas bien. Y a mi manera. Hay quien dice que cuando escribo idealizo a las personas. Pues bien, no creo que tenga por qué justificar lo que escribo, por qué lo escribo y cómo lo escribo, pero están equivocados. No lo hago. Solamente intento manifestar lo innecesario e inútil que me resulta abrir el saco de mierda y esparcirlo en todas las direcciones, que es lo que nuestra sociedad está acostumbrada a hacer. No idealizo a las personas. Me limito a sacar lo mejor de ellas.


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