jueves, 13 de febrero de 2014

Del hueso una flor.

Tic tac, suena el reloj a media noche. Despiertas de pronto asustada, como si la vida te hubiera empujado a la cama y cayeras de golpe contra la realidad. La cafetera medio llena, el paquete de tabaco medio vacío…deberías plantearte dejar de fumar en sueños. Escuchas la radio de fondo, y otra vez esa canción. Del hueso una flor. Y sí, al final uno acaba entendiendo que de todo puede sacarse algo positivo, pero que hay que buscarlo, que esperar que venga sólo es como callarse, y que a veces hay lugares a los que no llegan los trenes y toca recorrer el camino andando, o en bicicleta, aunque sople demasiado el viento. Soportar la distancia recorriéndola y no quejándose de ella, romper con esas absurdas costumbres de justificar sentimientos con un por qué, de vender palabras y no pensamientos, de guardar silencio ante las cosas que nos importan. Las cosas espontáneas son así, nacen poco a poco, sin avisar, desde el impulso del subconsciente y lo inesperado, lejos del pragmatismo, de lo anodino y lo premeditado. Y aunque a veces cueste admitirlo, en el fondo, son las que más merecen la pena.


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