sábado, 26 de marzo de 2011

Aula 103- Ramiro.

Es de los niños que te sorprende, que aparece una mañana con un artículo de periódico relacionado con algo visto en clase, o con una historia para contarte sobre un experimento que ha hecho con su padre. Es un pequeño científico, y cuando digo pequeño no me refiero sólo a su edad, si no al sentido literal de lo que la palabra significa, ya que al igual que a unos cuantos más, los pies no le llegan al suelo al sentarse en el pupitre. Como él mismo dice, es la excepción que confirma la regla de Popeye y las espinacas, ya que a él le encantan, o mas que a él, a su abuela, que siempre se las pone para comer y le hace limpiar el plato como si no se hubieran inventado todavía los lavavajillas. Despierta un entusiasmo especial, ni mejor ni peor que el de los demás, simplemente diferente. Siempre está atento y busca un “para qué” de todo cuanto aprende. Si no entiende, pregunta, o lo reconoce sin miedo, con su fina voz de niño, voz de pito, que dicen sus compañeros. Metódico y cuadriculado a la hora de trabajar, entiende con rapidez toda técnica que siga un razonamiento lógico y es capaz de aplicarla con destreza por sí mismo en posteriores situaciones de diferente contexto. Participa mas que nadie, pero sin prepotencia ni egocentrismo, acepta la crítica, incluso la exige, a veces. Su brazo derecho parece tener un muelle que hace que inconscientemente se dispare con mayor velocidad que los del resto. Pero lo que más valoro de el pequeño Ramiro, es su gran don, su maravillosa habilidad para atraer la atención del resto de sus compañeros. Siendo tal y como es, se ha ganado el respeto, el apoyo y la admiración del grupo. Algo que, a día de hoy, todos los adultos quieren, pero muy pocos lo consiguen.


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