miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuestión de Ideas.

Es así como funciona. Hay quien pinta, hay quien corre, y hay quien escribe. Igual que para quien pinta es necesario el color o para quien corre lo es el asfalto, para escribir hace falta ideas. Las ideas no nacen de la nada, tiene que haber algo que las genere, y como todo en la vida para los que carecemos de eso que llaman Fe en Dios, hay que saber manejarlas e interpretarlas, y no duran eternamente. Ni Alatriste consiguió que Reverte no interrumpiera sus aventuras pensando en la reina del Sur o en la carta esférica, ni Tolkien tuvo anillos para llenar más de 1.557 páginas, ni el amor de Don Quijote hacia Dulcinea fue sentido como tal por Cervantes. Las ideas se agotan, se duermen, y por triste que resulte, hay ocasiones en las que el beso del príncipe nunca llega, y no vuelven a despertar jamás. Después de explotar una idea brillante, especial o íntegra, llega una etapa de transición, un período de luto, un vacío de inspiración. Pero cuando una idea de este tipo muere, otra nace. Y puede que haya a quien no le guste como suenan, o simplemente no las entienda, pero igual que al pintor le sirve un pincel o al corredor un par de zapatillas, a ti una idea nueva te inspira, y con eso es suficiente para dejar dormir a las viejas ideas, aunque no seas capaz de matarlas, y evitando pensar en si algún día, bien de la misma forma o transformadas, despertarán de nuevo, volver a coger un bolígrafo, sacar un papel, y ponerte a escribir.

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