lunes, 6 de febrero de 2012

¿Qué es lo que quieres contar?

La consulta era amplia, sencilla, decorada al detalle de manera minimalista. Los muebles de madera fina, sin adornos y todos en el mismo tono ocre, hacían juego con el contorno de la puerta y la manilla de un enorme ventanal. Una pequeña lámpara de luz azulada pendía del techo, y sobre la mesa, redonda, sin esquinas, sólo se veía un pequeño ordenador portátil, un cubilete negro, y un par de bolígrafos descapuchados. El suelo no tenía moqueta, como había visto en muchas películas, y para mi sorpresa tampoco encontré uno de esos sofás reclinables en los que el paciente se tumba junto a un alargado flexo de pie y luz blanquecina, y comienza a vomitar las miserias de su vida. Paul permaneció unos minutos callado, sin decir nada, ni tan si quiera me miraba. Leía con detenimiento las hojas del papel que sostenía con su mano derecha, mientras con la izquierda sujetaba una taza cargada de asqueroso y humeante café. Por fin dejó caer los papeles sobre la mesa y centró su mirada en mí. Penetrante, atenta, de ojos azules, claros, muy claros y brillantes.

-Y bien, ¿qué es lo que quieres contar?

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