miércoles, 8 de febrero de 2012

Café con sal.

Hacía frío. Mucho, en realidad, cada vez que alguien entraba por la puerta su sombra daba paso a un aire gris y congelado que inundaba todos y cada uno de los rincones del primer piso del edificio. Sara continuó removiendo el café trazando circunferencias semi perfectas de derecha a izquierda, utilizando la pequeña cucharilla de plástico que la máquina había colocado automáticamente dentro de su vaso. En realidad no tenía intenciones de darle ni un solo sorvo, pero le resultaba interesante, incluso entretenido, terminar la conversación que unos minutos antes había comenzado en el recibidor. Sabía perfectamente cuál sería el final, lo sabía desde que Carla se había parado a darle dos besos con ese falso y lamentable "¡Cuánto tiempo, me alegro de verte!"

-¿Entonces? Cuéntame, puedes estar tranquila, no voy a decir nada.-Preguntó Carla, intentando disimular el ansia que en aquel momento le carcomía por dentro. Sara permaneció en silencio durante unos segundos, con la mirada fija en la cucharilla. Dejó escapar una media sonrisa de su boca, alzó la vista, y colocó el vaso de café sobre la máquina.

-Me tiré a su novio. Sí, me lo tiré, me lo estuve tirando durante casi cuatro meses, mientas ella estaba en otro país, ya sabes. Follaba bien, total, por pasar el rato, ya me conoces, un día con uno, otro día con otro...como con su amigo, el chico con el que yo estaba antes que tanto me importaba. Hablaba con ella de vez en cuando, como si nada, y con él ni hablaba, era despecho lo que sentía. Dos o tres semanas antes de que ella regresara, él decidió dejarla...era mucho más cómodo para ambos que lo hiciera en la distancia. Cuando ella volvió fingimos ser solo amigos, como si nada, al igual que cuando volvió él, que fue prácticamente a la vez...y sí, les mirábamos a la cara, y les hemos seguido mirando día tras día, hasta hoy.

-¿En serio?-preguntó Carla, haciendo un tremendo esfuerzo por intentar parecer sorprendida.-No me lo puedo creer...

-No mientas. Te lo crees, como la mayoría. Y como se que te lo crees, y como no tengo ningún interés en que ni tú, ni ellos sepan la verdad, voy a dejar que lo sigas haciendo, y no me voy a molestar en darte explicaciones que no te interesan.

-¿Cómo puedes pensar éso? Claro que me interesan...

-No, no te interesan. Te dan exactamente igual, solo quieres escuchar mierda para poder esparcirla allá donde vayas, como todos los demás. ¿Y sabes qué? No voy a darte el gusto de conocer la verdad.

-Algo que ocultar habrá en esa verdad, entonces.

-Lo que le pasa a esa verdad, es que es demasiado sana, demasiado íntegra, y demasiado bonita como para que gente como tú la pueda apreciar, y no quiero ensuciarla aquí y ahora, hablando de ella contigo.

Podría escribir más, mucho más...pero el resto, me lo quedo para mí.

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