Me despierta el crujido de mis propias articulaciones, y el olor a domingo envenenado. Entre restos de sueño y dolor de cabeza, o quizás de estómago, no soy capaz de distinguir. Las pestañas no terminan de desenredarse entre ellas y los párpados se me pegan a las pupilas como si plegarse de nuevo supusiera morir, aferrándose a sus últimos instantes de vida. La sábana cubre mi cuerpo, pero me siento desnudo debajo de ella, y tengo el pelo revuelto, empapado en sudor fruto de pesadillas que apenas logro recordar. Y frío. Mucho frío, pero no es frío de invierno, es frío sin estación, sin etiqueta, sin nombre, del que llega a cualquier hora, en cualquier momento, sin avisar. Hace días que no se de ti, demasiados, llevaba la cuenta hasta hace bien poco, pero decidí olvidar. O intentarlo...y no puedo. Las hojas secas del otoño ya nos han vuelto a abandonar, queda muy lejos aquel 20 de Octubre soleado en el que el viento nos envolvía con su manta melódica, armónica...y sin embargo mi alma lo sigue sintiendo cerca, tanto que es capaz de escucharlo cuando acaricia las cuerdas de su guitarra...mi garganta. Ha hecho con ellas un nudo. Y duele. Te lo pido desde aquí, en silencio y a gritos, haciéndolas vibrar como pueden, melancólicas y desordenadas: Déjame una vez más. Déjame convencerte de que ya es invierno, de que tú y yo no somos nada el uno sin el otro, y de que en la muerte de Diciembre Enero nacerá más radiante y hermoso que nunca. Déjame engañarme un rato, anda...aunque solo sea mientras tenga la pluma en la mano.
domingo, 30 de diciembre de 2012
jueves, 20 de diciembre de 2012
Si no entienden lo que dices...
Intenta que entiendan lo que callas. Una vez más, a pesar de todo, y las que haga falta...
Vamos Infantiles.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Buscadora de personas transparentes.
Últimamente
he tenido que responder, bastante a menudo y sin saber muy bien, a la
habitual pregunta de "a qué te dedicas", "qué eres",
o "en qué trabajas". La respuesta que habré dado el 90%
de las ocasiones ha sido que soy profesora de Matemáticas, en
algunos casos me habré atrevido a añadir que soy escritora, y
aunque ni yo misma considero que lo sea (todavía), de vez en cuando
me engaño un poquito y digo que también soy entrenadora de
Baloncesto. Pero lo que nunca, nunca jamás he dicho, en parte porque
me tomarían por loca, y en parte porque no se trata de una profesión
remunerada económicamente hablando, que es lo que parece que a la
gente que hace esa pregunta le interesa, es a lo que me dedico desde
hace años con la misma o incluso más ilusión que al resto.
Realmente no existe un término que lo defina, pero yo misma he
inventado el mío propio: Buscadora de personas transparentes. Cada
vez estoy más convencida de que en el mundo hay muchas personas que
merece la pena conocer, pero por culpa de nuestra falta de interés,
nuestro conformismo, y la cantidad de personas que aún no mereciendo
la pena se empeñan en destacar por encima de los demás, sin
talento, sin mérito, sin modestia y sin prudencia, colgándose
medallas que no les corresponden,
pasamos al lado de aquellas especiales sin si quiera distinguirlas.
Pero siempre llega el día en el que sales a la calle dispuesta a ir
tachando una por una las notas de tu hoja de rutina, y alguien te
sorprende. No te lo esperas, vas pensando en la cantidad de
individuos con los que tienes que tratar carentes de autenticidad y
de sentimientos verdaderos, de los de hoy te quiero, mañana te odio,
pasado te olvido, y la semana que viene, te echo de menos. Sumida en
esos pensamientos, mezclados con el sonido de tu hambriento estómago
y del “Unforgiven” de Metallica, olvidas un paquete en
la parada del autobús, y 20 minutos después vuelves enfadada
contigo misma, con lo despistada que eres y con el poco tiempo que
tienes para todo, para intentar recuperarlo. Y ahí está, de pie,
junto a la parada, un chico de más o menos tu misma edad, con el
paquete en una mano y el teléfono móvil en la otra, a punto de llamar a la
tienda con más preocupación que tú para ver cómo puede conseguir
que lo recuperes, porque, como te dice, había llamado a su madre
antes a ver qué podía hacer. Lo de menos es el paquete, y que
llegues tarde a comer, y el doble ticket de autobús que tienes que
pagar después. Merece la pena, porque ese chico tiene ese “algo”
que tanto cuesta describir, ese "algo" que cada vez cuesta más encontrar en las personas. Y puede que no lo
vuelvas a ver en tu vida, pero da igual, ha hecho que Metallica suene
de manera diferente, que el mundo entero suene de manera diferente, que regreses a casa con una sonrisa...y ha pasado a formar parte de tu valiosa lista de personas transparentes.
domingo, 16 de diciembre de 2012
sábado, 15 de diciembre de 2012
Olvido, parte V
-Tengo
miedo, lo reconozco. Si te soy sincera, pánico podría ser la
palabra que mejor define lo que siento en determinadas ocasiones,
cuando lo pienso demasiado. Pero se por qué. No estoy a gusto así.
-¿Así,
cómo?-Preguntó él, desde su ya habitual posición de manos en los bolsillos y
hombro derecho apoyado sobre la puerta del portal.
-Así...como
ellos. El exceso de estabilidad me aturde, me desconcierta hasta tal
punto que me hace sentir totalmente inestable, vulnerable ..perdida.
Y cuanto más me relaciono con ellos, más me aterroriza, me aterra,
el sólo hecho de pensar que lo que hago puede llegar a parecerse
mínimamente a eso que con ignorancia se llenan la boca llamándolo
"vida".
-Espeeeeeeera,
¡frena! ¿No crees que estás siendo un poco radical? Puede que no
lo sea para ti, pero sí para los demás...
-¡Pues
no quiero ser como los demás, entonces!-Le interrumpió con firmeza,
y las palabras llegaron solas.- No quiero envejecer como las parejas
normales. No quiero que la rutina se alimente de mi vida poco a poco,
hasta que consuma la pasión, la vitalidad, las ganas de improvisar
y no hacer siempre lo mismo. No quiero seguir paseando por las mismas
calles, de la mano o sin ella, eso es lo de menos. No quiero cenar
siempre en los mismos restaurantes ni dormir siempre entre las mismas
sábanas ni visitar el mismo lugar por vacaciones de Navidad. No
quiero guardar siempre sitio para el postre. No quiero fechas, ni
etiquetas, ni colgar el cartel de cerrado en ninguna parte, aunque
esté convencida de que no me interesa. En ninguna. No quiero vivir
siempre entre estas cuatro paredes con forma de país, me agobia, siento como si me quemara por dentro.
-¿Pero
qué es lo que quieres, entonces?-Preguntó él, desconcertado. Sacó
las manos de los bolsillos de sus desgastados pantalones vaqueros y
las colocó detrás de su cabeza, al tiempo que se acercaba unos
centímetros más hacia Ella.
-Quiero
una maleta, ¡Qué digo! Ni eso, una mochila, pequeña, discreta y
cómoda. Un pasaporte sin nacionalidad, sin apellidos, no quiero ser
de nadie, ni sentirme atada a nada más allá de los cordones de mis
zapatillas. No quiero tener la misma vida que el resto del mundo, me
niego rotundamente.
-Creo
que te entiendo...ahora sí.- Él bajó la mirada y la hundió profundamente, hasta casi alcanzar el centro de la tierra, haciendo
que sus ojos comenzaran a enrojecer. Ambos permanecieron en silencio
durante unos segundos. Ella le contemplaba paciente, con un brillo
especial en la mirada, un brillo apagado, pero lleno de una extraña
y dulce esperanza. Al fin, el levantó la cabeza con un brusco
movimiento y dio un paso más, casi rozando los desprevenidos labios
de Ella. Cerró los ojos mordiéndose el labio inferior, y volvió a colocarse las
manos sobre la cabeza.-¿Y qué papel se supone que ocupo yo en todo
ésto?
-Quiero
que mi vida cambie. Cámbiala. Hazla diferente...si puedes.
-¿Una
mochila, un pasaporte, y qué más? ¿Qué más, T? Necesito saberlo.
Ella
comenzó a temblar. Dio un paso hacia atrás, y tras observarle como
si aquella fuese la última vez que le vería en mucho tiempo, dio
media vuelta, y desapareció tras la puerta del portal de su casa. Él
no se movió. Se quedó parado ahí, en la misma postura, sin ser
capaz de reaccionar, para terminar recostado contra la pared. Ella se
dejó caer junto al hueco del ascensor, y se acurrucó en la esquina,
con la cabeza apoyada en el mismo muro, desde dentro. Cuando se
sintió sola, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, un
susurro que pareció escucharse en todos los rincones del mundo hizo vibrar sus labios, y con ellos aquel muro de piedra y hormigón.
"Una
mochila, un pasaporte...y Tú".
viernes, 14 de diciembre de 2012
Las nubes lloraron piedras.

Contigo.
Hoy ha vuelto a salpicarme el jugo de naranja en el desayuno, y me ha vuelto a escocer de aquella manera, como ya no recordaba. Como la última vez. Como antes de que aparecieras...como antes de que te marcharas.
Sin ti.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Olvido, parte IV
-Entonces, ¿Estás bien?-Preguntó él mientras daba vueltas de derecha a izquierda a la cucharilla que se difuminaba dentro de la taza de humeante café.
-He estado mejor.-Respondió ella dibujando en su rostro media sonrisa.-Pero no me quejo.
-¿Todo bajo control, entonces?-Insistió al tiempo que acercaba la taza hacia sus firmes y rosados labios.
-Bueno...creo que he llegado a ese punto en el que se podría decir que controlo.
-¿Controlas?-Él dejó escapar una leve carcajada, y estiró sus piernas, ya más relajado.-Te he oído decir eso antes más de una vez.-Ella sonrió de nuevo, y se tomó unos segundos para responder. Agitó suavemente el pequeño vaso de su café cortado, dio un sorbo, y tras volverlo a dejar sobre la mesa, alzó de nuevo la mirada.
-A lo que me refiero es a que controlo mi cuerpo en tanto en cuanto yo decido lo que entra en él. No me interpretes mal, me refiero a la sustancia de las cosas, a la esencia que llevan dentro. No se qué pasará si me tomo una pastilla de DMMA, y por tanto no lo hago, no lo he hecho en mi vida ni tengo intención de hacerlo...pero estoy totalmente segura de que 5 minutos después de tomarme lo que se conoce como un "cortado" siento cierto mareo. Aunque a la gente normal le suba la tensión, a mi me la baja, muy normal tampoco soy, eso ya lo sabemos los dos. Pero aún así lo tomo, de vez en cuando, en parte por no desequilibrar la rutina que he conseguido en estos meses, y en parte porque soy idiota. ¡Qué le voy a hacer, ni si quiera me gusta el café! Hay veces que incluso pido café con leche, aun sabiendo también que a los 20 minutos aproximadamente acabaré con la necesidad de ir al servicio...pero bueno, eso es otra historia. Cada cuerpo es como es, y yo no me quejo del mío, no me quejo en absoluto, estoy contenta con él.
-No me extraña.-Le interrumpió Él lanzándole una pícara mirada de arriba abajo, al tiempo que sonreía y ladeaba la lengua. Ella no pudo evitar sonreír otra vez, y le golpeó cariñosamente en el brazo izquierdo.
-A lo que voy con todo este rollo es a que soy yo la que decide. Conozco las consecuencias, y a partir de ahí valoro si me compensa o no. Igual que cuando te conocí a ti. Quizás te
sentirías mejor si te dijese que tengo un nudo en el estómago por
tu culpa...pero creo que ya va siendo hora de que nos dejemos de tonterías y actuemos como personas maduras. Yo lo sabía. Desde el principio, siempre lo he sabido. Sabía que no podía permitirte pasear a tu antojo por mi vida durante más de unas pocas semanas, porque de ser así acabarías en ella para siempre, o al menos lo que yo entiendo por "siempre".
-Creo que esa palabra significa lo mismo para ambos.-Él la miraba perspicaz, intentando ver a través de Ella.
-Puede ser. Pero como te he dicho, soy idiota, y aun así lo hice. Jugué con fuego, me quemé entera de arriba abajo y aún a día de hoy me dedico, en mis escasos ratos de aburrimiento, a quitarme las postillas que me quedan en la piel. Pero, ¿sabes que? yo lo elegí. se que estas convencido de que fuiste tú, pero te equivocas.
-Soy un poco gilipollas a veces, sí...- Ya no bebía café. Se limitaba a revolverlo con la cucharilla de un lado para otro, dejando que se sobrara de vez en cuando sobre el plato de porcelana.
-Bastante de hecho, pero tienes tu encanto.- Esta vez sonrieron los dos.- Y hay otras cosa más en la que seguro te equivocarías también.
-Bueeeno, parece que vienes decidida a quitarme la benda...¡Sorpréndeme! Si puedes.
-El caso es...que al igual que continuo tomando un cortado de vez en cuando, si pudiésemos volver marcha atrás, aún sabiendo las consecuencias, aún recordando lo vivido, si se te antojara volver a pasear de nuevo por mi vida durante más de unas pocas semanas....
-Me mandarías a la mierda, lo se. No soy tan narcisista como crees.
-No. Volvería a hacer exactamente lo mismo que la primera vez.
El sonido del autobús frenando junto a la parada les interrumpió. Ambos miraron instintivamente hacia la calle desde la enorme cristalera junto a la que estaban sentados. Ella se levantó y recogió su bolso de piel y su cazadora de cuero negra.
-Espera...-Consiguió decir Él, poniéndose en pie junto a ella y agarrando su brazo cuidadosamente.
-Tengo que irme...otro día.
-Acabemos ésto, al menos.
-¿Para qué?- Dijo ella mientras se colocaba la cazadora.- Yo empiezo a marearme...y a ti tampoco te gusta el café.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
A las palabras, hay que cuidarlas.
La Real Academia Española define el termino "escritor" como aquella persona que escribe, o que es autora de obras escritas o impresas. Bajo mi humilde, y posiblemente erróneo, punto de vista, se trata de una definición que peca de objetividad, y un escritor, con todo lo que gira en torno a él y a sus siete letras, es de todo menos objetivo. Para mí un escritor es aquel que cuida a las palabras. Y no me refiero a cuidarlas en el sentido de utilizarlas de manera precavida, sino a algo que va más allá de la morfología o la sintaxis de las mismas. A las palabras hay que mimarlas, tratarlas por separado, cada una como se merece y procurando no crear enfrentamientos complejos o incómodos que acaben por marchitar la armonía que en un principio se desprende de un buen texto. Al igual que sucede con los seres humanos, hay palabras que están destinadas a permanecer unidas. Palabras que pueden encajar con otras, pero que nunca lo harán de una manera tan especial como lo hacen entre ellas. También las hay que no se soportan, y el sólo hecho de sentirse cerca genera una desagradable sensación de desencanto que contagia al resto. Las hay que han sufrido desamor, desengaño, traición, hedionda nostalgia o melancolía, las hay que son felices todo el tiempo, que sólo sufren, que sonríen y despiertan sonrisas, o que siempre mantienen la esperanza. Las hay que repetidas agobian y se malgastan y las hay que por más que las repites bien seguidas, no te cansan. Las palabras tienen longitud, tienen sonido, tienen ritmo, y al unirse unas con otras forman una melodía que si no prestamos atención puede desafinar cuando suena el instrumento de eso que llamamos vida. También es cierto que para gustos están los colores, y cada uno compone la suya propia. Pero sea cual sea el tuyo, y escribas lo que escribas, me he dado cuenta de aquí a un tiempo de que hay que respetar a quien destapa el tintero del alma y la paleta de los sesos, y pincel y pluma en mano se decide a trabajar con ellos. Que una cosa es opinar, aconsejar, ser sincero, y otra cosa es insistir en cambiar lo que para otro suena eterno. Que cada uno escribe como le sale de dentro, a su manera, que la libertad de expresión todavía está al alcance de todos los que la aprovechan. Y mientras eso se mantenga, si no te gusta, simplemente, no nos leas.
martes, 11 de diciembre de 2012
La Casa está triste.

lunes, 10 de diciembre de 2012
Olvido, parte III
La
puerta se cerró lentamente, dejando escapar un leve y delicado crujido. Ella
se sentó junto a él en aquellas escaleras de marmol blanco, y tras
sujetarse las piernas con ambas manos sin dejar ver nada más allá
de sus firmes y bronceados muslos, interrumpió su discurso por una
vez:
-No hace falta camuflar sentimientos, no me avergüenzo ni me arrepiento. Yo a ti te quise. Te quise porque dolías. Me dolías a mi, y le dolías al resto. Pero sobre todo te dolías a ti mismo. Te hacías daño sin ser del todo consciente de ello, y en el fondo se que una parte de ti disfrutaba haciéndolo. Disfrutabas intentando no valorar tus propios sentimientos, no teniéndolos en cuenta para nada y procurando no quererte, por esa estúpida idea que tenías metida en la cabeza de que no eras buena persona, de que si eras tú la causa de tu sufrimiento, no lo sería otro, ni otra, como ya lo había sido antes.
-No hace falta camuflar sentimientos, no me avergüenzo ni me arrepiento. Yo a ti te quise. Te quise porque dolías. Me dolías a mi, y le dolías al resto. Pero sobre todo te dolías a ti mismo. Te hacías daño sin ser del todo consciente de ello, y en el fondo se que una parte de ti disfrutaba haciéndolo. Disfrutabas intentando no valorar tus propios sentimientos, no teniéndolos en cuenta para nada y procurando no quererte, por esa estúpida idea que tenías metida en la cabeza de que no eras buena persona, de que si eras tú la causa de tu sufrimiento, no lo sería otro, ni otra, como ya lo había sido antes.
-¿Me querías porque te hacía
daño?-Preguntó Él, al tiempo que intentaba asimilar, sin poder evitar una mueca de asombro, las firmes y directas palabras de Ella.
-No, idiota. Te quería porque
necesitabas desesperadamente que alguien lo hiciera, aunque en aquel
momento no te dieras cuenta. Y para que apareciese cualquier otra de
las que hacían fila en tu puerta en busca de carne caliente y
algo más, algo que no serías capaz de dar, para que apareciese cualquier
otra de esas, y lo hiciera mal, prefería hacerlo yo, que ya
arrastraba unos cuantos años a tu lado, y te iba pillando el
tranquillo.
-Me sorprende...que me digas todo ésto ahora...
-Contigo hay que aprovechar las oportunidades cuando se tienen ¡A saber con qué pie te levantas mañana, lo mismo volvemos a coincidir y ni me miras a la cara!-Ella dejó escapar una sonrisa, y Él clavó su mirada en el suelo, mordiéndose el labio inferior y ladeando la lengua.
-¿Cuándo dejaste de quererme?- Preguntó de nuevo Él, tras un instante de silencio.
-Contigo hay que aprovechar las oportunidades cuando se tienen ¡A saber con qué pie te levantas mañana, lo mismo volvemos a coincidir y ni me miras a la cara!-Ella dejó escapar una sonrisa, y Él clavó su mirada en el suelo, mordiéndose el labio inferior y ladeando la lengua.
-¿Cuándo dejaste de quererme?- Preguntó de nuevo Él, tras un instante de silencio.
-No he dicho que haya dejado de
hacerlo.-Respondió Ella. Se levantó de aquellas frías escaleras, y mantuvo su enrojecida mirada de miel durante unos cuantos segundos, en los que el tiempo pareció detenerse en todos los rincones del mundo. Le dio un beso en la frente, y aún con esa mirada clavada en lo más profundo de su alma, dio media vuelta, y se alejó hasta confundirse entre las sombras.
(Inspirado en "Te Quiero porque dueles, Dara")
(Inspirado en "Te Quiero porque dueles, Dara")
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Y mañana, será otro día.
Hay días en los que sales a la calle y sea verano, otoño o primavera, aunque la gente a tu alrededor pasee en mangas de camisa, sientes frío. Un frío helador que te recorre el cuerpo de arriba abajo sin dejar un sólo rincón libre de temblores. Y todo lleva cartel de cerrado, salvo los bares de mala muerte, de puertas sujetadas por borrachos que huelen mal, que salen a escupir entre balbuceos lo bonita que eres...que tras tu ausencia de respuesta cambian su discurso por palabras malsonantes. Y al doblar las esquinas, el frío se hace fuerte, sin albergar nada más que a vagabundos y a putas, bogando como escualos ansiosos por unas cuantas monedas que sacien su sed de vino, de aire...de vida. No brilla el sol sea de día o de noche, todo tiene un tono gris oscuro, apagado, sombrío, sin sonido. No hay música ni melodía que pueda hacer callar el grito amargo de la tristeza, de la impotencia, de la injusticia. Y esa angustia congelada de las palabras que bombean el latir de tu pecho, que encharcan tus pulmones haciéndolos sangrar con lágrimas que al llegar a tu garganta mueren, y en un último susurro, se marchan. Días tristes, se suele decir, días de malas noticias, también los llaman, y por mucho que intenten decirte que todo está bien, que no pasa nada, lo mejor que se puede hacer es dejar que tus ojos se cierren, al anochecer, meterte en la cama...y aceptar que lo mejor del día es que por fin, se acaba.
lunes, 3 de diciembre de 2012
viernes, 30 de noviembre de 2012
Sentimientos encadenados.
No
me asustan los dentistas. No me dan miedo los aviones, ni las arañas,
ni ningún tipo de animal, me gustan, aunque reconozco que la
oscuridad me incomoda, me hace sentir vulnerable débil,
insignificante. Pero temo el día en el que voy a la peluquería y me
dicen que no vale con eso de arreglar las puntas. Me corto el
flequillo yo misma para retrasar el momento, y cuando llega me tiro
un mes entero sin llevar el pelo suelto y diciéndole a todo el mundo
que me han dejado calva, en parte para que cuando me vean hagan el
previsible comentario de "no es para tanto"...en realidad,
no lo es, no es para nada. Soy rara, soy rara de cojones, en eso llevas razón, pero igual que tú, al fin y al cabo. O a lo mejor no tanto, simplemente me gusta el pelo largo.
También me dejo largas las uñas de los pies hasta hacer agujeros en
los calcetines, esta vez no porque me guste, sino porque una vez se
me infectó una, y el año pasado me rompí el dedo gordo del
izquierdo dándole una patada a un balón de baloncesto...mereció la
pena, no sabes lo a gusto que me quedé...destrocé el dedo, y la rabia, y la uña...otra vez. Otra
herida. Me curo mis propias heridas, o a veces ni eso, dejo que el
tiempo las cure solas, aunque luego lamente las cicatrices, y me seco
las lágrimas antes que sea demasiado tarde, antes de que alguien las
vea, aunque de tanto llorar por dentro se me acabe inundando el alma.
Me dicen que para los demás, los días pasan lentos, que soy yo la
que los arrastra para que sigan mi ritmo, aunque me queje de que me
falten horas, porque en el fondo no soy capaz de soportar las
emociones más intensas, las que se apoderan de uno y no le permiten
mantener el control de la situación...no soy de extremos, me da
miedo no sentir, pero también sentir demasiado. Alguna vez me dejé
llevar, y alguien acabó rompiéndome en pedazos hasta que otro
alguien tuvo que agacharse para recogerlos, y ayudarme a
recomponerlos. A recomponerme. Pero para, un momento, hablemos del
presente. Esa no soy yo. Esa no era yo. Ahora, soy. Ahora he
aprendido a afrontar los miedos, a cortarme el pelo y hasta a teñirme
de morena...de vez en cuando. Las uñas siguen rompiendo mis
calcetines, pero soy capaz de caminar a tientas hasta el interruptor
mientras pienso en algo agradable que me de paz...en
ti, por ejemplo,aunque no te lo creas. Sigo llorando en soledad, pero dejo que las lágrimas salgan
fuera, y a veces, sólo a veces, te cedo el frasco de agua oxigenada
y dejó que seas tú quien me coloque una tirita...o dos, si hace
falta. Y sonrío. Sonrío cada mañana al levantarme, y cada noche al
acostarme en mi cama, cuando me das las buenas noches y me arropas
con un beso y un tequieromivida de los que abrigan más que cualquier manta. Porque me he dado
cuenta de que los miedos, están para mirarlos de frente, cara a
cara, y si tengo que volver a no sentir, y a romperme en pedazos, ya
me recompondré yo misma, que soy fuerte, que tengo en la recámara una caja llena de ganas. Ahora
se, porque lo se, que habrá merecido la pena...porque tú, haces que merezca la pena. Porque tú, mereces la pena.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
Olvido, parte II
Una
repentina tormenta se desató en lo más alto del cielo. Las oscuras
y tenebrosas nubes parecían golpearse entre ellas, y el
escalofriante sonido de un trueno rompió la batalla, dando paso a
una fuerte y densa lluvia que en cuestión de segundos consiguió que
ambos acabaran empapados hasta los huesos. Pero ninguno de los dos se
movió. Permanecieron en su sitio, en la misma posición, sintiendo
penetrar el frío por cada rincón de su cuerpo y mirándose sin casi
verse, o viéndose hasta más allá de su rostro mojado y de sus
ropas colmadas de gotas que resbalaban sucumbiendo a los caprichos de la gravedad, en dirección al suelo de piedra y asfalto.
+¿Y
tú?- Se atrevió a preguntar Él- ¿Tú has olvidado?- Su voz tembló, en un susurro perdido entre el sonido del viento. Ella le apartó
la mirada y dejó escapar un profundo suspiro.
-No
se olvida. - Contestó con firmeza, al tiempo que volvía a mirarle a los ojos.- Se supera.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Olvido.
El viento soplaba con tanta fuerza que parecía estar gritándoles al oído. Ella permaneció impasible, observándole durante unos segundos desde la destartalada puerta del viejo bar de la estación. Le dio un último sorbo a la lata de refresco que sujetaba con su mano izquierda, y tras encestar en una papelera que había situada a escasos metros, clavó su mirada en Él de nuevo.
+No se qué es lo que quieres que te diga.-Dijo Él apartando la mirada, sin sacar las manos de los bolsillos de sus desgastados pantalones vaqueros.- Tú y yo...
+No se qué es lo que quieres que te diga.-Dijo Él apartando la mirada, sin sacar las manos de los bolsillos de sus desgastados pantalones vaqueros.- Tú y yo...
-Tú
y yo nos hemos buscado como desesperados.-Le interrumpió Ella, dando un paso al frente.- Nos hemos buscado con toda
nuestra alma y hemos huido sin ganas ni de mirarnos a
la cara. Tú y yo hemos sido parte insignificante y esencial el uno del otro,
de las que suman, de las que para bien o para mal, cuentan. Hemos
muerto de pena, de amor por otros, y ambos nos hemos hecho revivir una y otra vez.
Nos hemos separado pero siempre, siempre hemos conseguido
volver a encontrarnos, y aún en otros ojos, en otros cuerpos,
siempre acabábamos volviendo. Hemos probado lo mejor y lo peor de
cada uno, hemos contemplado sin gafas el sol más radiante y hemos sentido sin paraguas las
peores tormentas. Porque los hay que sienten la lluvia, y los hay que
solamente se mojan. Y nosotros hemos empapado cada poro de nuestra
piel, pero también nos hemos inundado el alma. Y nos hemos querido. Nos hemos
querido como críos, como amigos, como amantes, ¡Qué se yo como qué
coño nos hemos querido tú y yo, si ni si quiera soy capaz de
definir lo que fuimos! Tú y yo...Nos hemos devorado con la mirada, con los
labios, con las manos...no sabes lo que siento cuando recuerdo esas manos, que tanto me daban, y me quitaban. No hay parte de mi cuerpo que no hayas
tocado, ni tampoco rincón de mi alma por el que no hayas paseado, sin
venda, sin anestesia, de puntillas...ni uno solo. El problema es que no te acuerdas.
No se cómo cojones lo has hecho, pero lo has olvidado absolutamente todo. Te has
escondido de tal forma que ni tú mismo puedes encontrarte. Solamente
quiero que sepas, que va a llegar el momento, no se cuando, ni por
qué, pero va a llegar el jodido momento en el que vas a recordar.
Vas a recordar nuestros amaneceres bajo las estrellas, nuestras
conversaciones sobre nada en concreto y todo en general, los paseos
hacia ninguna parte, las discusiones estúpidas, y las pasionales
reconciliaciones. El primer abrazo, el primer beso, la primera vez. Y el último. Ese
también lo recordarás. Y entonces, rezo por desear que te mueras de
pena. Rezo por desear que sufras tan solo una mínima parte de lo que
he llegado a sufrir yo. Y no porque te desee ningún mal, sino porque
creo que esa es la única manera de que seas capaz de regresar...de
que seas capaz de volver a formar parte de mi vida.
domingo, 25 de noviembre de 2012
25 de Noviembre.
25 de Noviembre, día Internacional contra la Violencia de Género. Hoy sobran las palabras, están todas aquí.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Días de 32 horas.
Llevo ya unos cuantos años dejando caer, bastante a menudo y en especial cada vez que siento un agobio constante desde que me levanto por la mañana hasta que pongo fin al día, y a altas horas de la madrugada me arropo entre las sábanas, que los días deberían de tener 32 horas. Así tendría tiempo para hacer todas las cosas que tengo que/quiero hacer, y que hago, y podría dedicar las 8 horas extra del día a esa anodina costumbre que, aunque siempre he considerado una pérdida de tiempo, reconozco que en ocasiones resulta necesaria para el cuerpo humano, que es dormir. De ahí vienen esas 32, y digo 8 extra porque es lo que aconsejan los expertos del sueño, ya que yo personalmente, en esto de dormir ando bastante perdida. Y es que a otras cosas puede que no, pero a horas dormidas a lo largo de la vida, me gana cualquiera. El caso es que en una de esas veces que pensando en voz alta dejé escapar un "los días deberían de tener 32 horas", mi padre comentó, impasible, sin apartar la mirada del televisor ni las manos del cojín que cubría su estómago durante la siesta (el es de esas personas normales que duermen 8 horas, y se echan siesta), "te daría igual, si tuvieras 32 horas, andarías igual de agobiada. Las personas que hacen muchas cosas y van corriendo a todas partes, lo hacen durante toda su vida, tengan el tiempo que tengan". Tiendo a llevarle la contraria muchas veces, por sistema, algunas no comparto lo que dice y otras simplemente me resulta divertido debatir con él, aunque tenga que acabar dándole la razón...pero en esta ocasión, tras reflexionar durante unos segundos, estuve de acuerdo con él desde el principio. Si tuviera 32 horas para hacer lo que me diese la gana, seguramente estudiaría un cuarto idioma en lugar de limitarme a los tres que tengo, me matricularía de mas asignaturas de Psicología en la UNED para terminar antes, entrenaría a otro equipo de baloncesto más a la semana, leería más, escribiría más, nadaría mas de 45 minutos y estaría en el gimnasio más de hora y media. Y si en lugar de 32 los días tendrían 50, seguramente me dedicaría a estudiar medicina, jugaría al tenis, aprendería a tocar el piano bien, o cualquier otra actividad que mantuviera entretenido a mi tiempo. Y es que hay personas que se toman la vida con tranquilidad, y son capaces de dedicar gran parte de sus horas a esa bendita costumbre que tienen, hoy por hoy inalcanzable para mí, de limitarse a no hacer nada. Pero existen otro tipo de personas, como yo, que somos incapaces de permanecer más de 10 minutos sentadas, sin emplear nuestro tiempo en algo que consideremos productivo, y medianamente planificado. El caso es, que tras esta reflexión, y desde aquel día, continuo haciendo exactamente el mismo número de cosas, y durmiendo las mismas pocas horas, pero me tomo la vida de otra manera. Disfruto de lo que hago, me tomo mis segundos de contemplación, de asimilación, de tomar aire y sentirme satisfecha conmigo misma. Y es que como dijo Gandhi, todo lo que hagas en la vida, será insignificante, pero es muy importante que lo hagas, porque nadie más lo hará. Vida, sólo se vive una, y al fin y al cabo lo esencial es saber disfrutar de cada momento, para que cuando llegues al final del camino, y mires atrás, puedas una vez más tomar aire, y sentirte satisfecha, a gusto contigo misma, y por qué no decirlo...contenta.
viernes, 23 de noviembre de 2012
23N
La
sala era amplia, ambientada de manera sencilla, cada columna, cada
decorado, cada detalle parecía estar ocupando el lugar que
exactamente le correspondía, como si se tratara de un rompecabezas
recién terminado. Y al fondo del todo, detrás del pequeño
escenario, ese escudo emergido sobre azul aterciopelado, dorado,
brillante, que sin llegar a intimidar, imponía respeto. Primera
línea plagada de flashes, trípodes, pilotos de luces rojas, cliks,
claks con cuerdas de Nikon, Canon, o Sony, y tras todos ellos cual
manejadores de títeres, sus profesionales. El público invitado,
excepcional, atento, expectante. Entre ellos Emilio, el padre de la
chica de las mil calculadoras, Emiliano, mi editor y fabricante de
sueños, mis padres, que me lo han dado todo, y Pablo, que siempre
está, que nunca me falta. Esos rostros de AFAMMER, de Red Vecinal,
dando vida y movimiento a las fotografías vistas en el último mes,
y esos deslumbrantes uniformes azul marino llenos de bordados y de
insignias de colores que no podía evitar mirar constantemente. Olga
guapísima, discreta pero radiante, y a su izquierda el hombre de
mirada clara y penetrante. Las tres Meninas, una auténtica obra
maestra, cuidadas al detalle, al lado de los libros...¡mis libros!
¡quién me lo iba a decir, hace unos meses! Los cuatro reconocidos,
risueños y agradecidos junto a la sonrisa de Alberto, desprendiendo
tranquilidad en los momentos clave. Y ese atril, con su micrófono,
que aunque no quieras eleva tu voz, y también algo más dentro de ti
que sientes cómo sube colmado de aire, de unos nervios repentinos que
en cuanto comienzas a hablar, desaparecen al instante. Todo fluye,
todo sale según lo establecido, y cuando el acto se termina, una
agradable sensación de esas de "me siento bien, me siento a
gusto en este sitio, con estas personas, y por qué no
decirlo...contenta."
Escribiría
una entrada entera con una única palabra: Gracias. Infinitos, millones de Montones, de GRACIAS. A todos, por todo.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Aprés tout, c'est un monde passable...
...mais un merveilleux monde passable.
Et droit devant soi, on ne peut pas aller bien loi.
martes, 20 de noviembre de 2012
Que suene a Barco.
Hay situaciones que no se definen, almas que caminan sin nombre y sentimientos sin etiqueta. Hay días en los que nadie te llena y nadie te colma en otros, emociones que no se pueden expresar, o no se quiere, no es necesario hacerlo. Ilusiones contenidas, gritos de rabia en silencio ahogados en susurros atronadores, ensordecedores, oscuros, y claros al mismo tiempo. Pensamientos que fluyen solos, complicidad que transparenta hasta el más leve reflejo de luz en las noches de tormenta. Noches sombrías y tenebrosas, para tiritar hasta prender fuego de frío, en llamas heladas. Bombas que estallan rompiendo con lo establecido, lo estipulado, la línea que todos siguen sin protestar y sin descanso. Y en medio de todo eso, las hay que siempre están. Da igual cómo, cuándo, y por qué, no importa el tiempo, el modo o el lugar, la ecuación siempre es constante, la demostración siempre se cumple, y no importa lo que digan, ni lo que piensen, ni lo que inventen. Ella es, y por encima de todo, Ella, está.
lunes, 19 de noviembre de 2012
De Lunes.
Hay días que se respiran a bocanadas y todo el aire te sabe a poco para alimentar a tus insaciables pulmones, y días en los que te cuesta esfuerzo hasta dejar morir un leve suspiro. Días en los que la música te dibuja una sonrisa que no te cabe en la cara, y días en los que hace saltar todas tus emociones hasta que a tu alma le brotan las lágrimas. Hay días en los que te sientes guapa, la más guapa, y días en los que te miras al espejo y piensas eso de "a dónde voy yo, con esta cara". Hay días buenos, malos, regulares, grises, de colores, hay días en los que caminar descalza te deja los pies helados, días en los que estás deseando deshacerte cuanto antes de tus zapatos y correr sola junto al mar, sintiendo la arena a cada paso, y días en los que te sientes descalza, desnuda, vacía, pequeñita...sólo porque al abrir los ojos y despertar de un sueño, el ya no estaba a tu lado. Y entre tantos, y tantos días, tantas horas, tantos minutos agrupados entre sí sin saber cómo, ni por qué, ni hasta cuándo, el tiempo no usa reloj, transcurre impasible, constante, anodino...inalterable. Por eso, sea cual sea tu día, y aunque no tengas ganas de deshacerte de tu pijama de rayas y salir de tu escondite de colchón y sábanas, ponte en pie de nuevo, levanta bien la cabeza, y pase lo que pase, continua caminando.
sábado, 17 de noviembre de 2012
jueves, 15 de noviembre de 2012
La Crisis de Albert Einstein.
No
pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La
crisis, es la mejor bendición que puede sucederle a personas y
países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la
angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que
nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su
propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El
inconveniente de las personas y los países es la pereza para
encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin
desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay
méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque
sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y
callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto,
trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis
amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Nunca me faltas tú.
Hay
momentos en la vida en los que te sientes como si estuvieras en lo
más alto de una montaña rusa, y otros en los que te parece estar en
la parte más baja, con el vagón casi sin fuerzas para afrontar de
nuevo otra subida, tediosa, pueril, flemática. Descubres entonces, a
medida que van pasando los años, que la vida, en esencia, resulta
ser algo así, con sus subidas y bajadas, llena de vagones con
personas que van y vienen, y se vuelven a marchar, y otras que
deciden montarse en tu mismo vagón y acompañarte a lo largo de tu
viaje, tanto en las subidas, como en las bajadas. Pero sea cual sea
el punto en el que me encuentre y desde que decidió dar cuerda a mi
vagón, Él siempre permanece en lo más alto. Sea cual sea el
límite, da igual, ahí está. Dándome estabilidad, ayudándome a
mantener el cinturón abrochado para no caer nunca en el exasperante
vacío, y recordándome que aunque vengan cambios de velocidad y de
altura, aunque todavía queden muchas subidas y bajadas por afrontar,
hay que relajarse, continuar, y procurar disfrutar del trayecto hasta
el final. Ahora se que en todas y cada una de ellas, como has hecho
hasta ahora, tú, permanecerás siempre constante.
sábado, 10 de noviembre de 2012
NotodoesBaloncesto.
A veces, a días, a ratos, sobran las ganas, pero faltan los motivos. Saltas al vacío, te
riges por un contrato invisible, pero nadie te da garantías ni te
lee los derechos. Sientes con la cabeza, piensas con el alma, la red grita en silencio, el balón se para...decisiones, nostalgia, elección, esfuerzo...dudas...y más dudas. Seguir caminando sin mirar atrás. Y sobre todo, pase lo que pase, nunca olvidar, que aunque ahora el café sepa salado
y la leche no tenga azúcar...me alegra la idea de que existas.
jueves, 8 de noviembre de 2012
24...o 25, según se mire.
-¿Es que no piensas madurar jamás?- Preguntó Ella, que a pesar de su insaciable paciencia no podía evitar alterarse con los constantes cambios de actitud inesperados de Él.-¿Cumplir años no ha hecho que te entre un poco de cordura?
-¿Cordura?- Preguntó Él con cierto tono irónico. Le gustaba ver como se enfadaba, resaltaba su belleza, esa belleza imperfecta y natural que tanto le atraía. Dejó escapar una carcajada casi muda que esbozó unos hoyuelos en su rostro, mejorando esa apariencia ya de por sí insultantemente buena. Alzó la cabeza, se mordió el labio inferior, ladeó la lengua, y añadió.-Llevo tantos años sin acostarme con la cordura, que si la veo desnuda, seguro que no se me levanta.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Mis días malos, mis días peores.
Soy
la que a veces explota con cualquier cosa, la que razona sin razón,
la que en un desorden en sí misma quiere todo controlado y le
alteran los cambios de planes aunque adora lo improvisado. La que
responde "no se" a tus preguntas solo porque no sabe hablar
del tema y se hace un nudo, rechazando hasta un abrazo. La que a días no se encuentra, ni se entiende, ni te siente. La que grita
en voz baja cuando está harta de todo, la que se calla en voz alta
cuando está enfadada...pero también soy la que sigue mirando tus fotos, la que escribe para ti porque le inspiras tanto que
no es capaz de pensar en otra cosa, la que espera tenerte a su lado
todo el tiempo que tengamos para estar juntos, y nunca es suficiente,
ni demasiado. La que intenta dar lo mejor de sí misma, y a veces
hasta lo consigue, o cree hacerlo. Soy yo, la que cada noche se
acuesta deseando soñar contigo, y cada mañana se levanta pensando
en el momento en el que volverá a mirarte a los ojos para verte
sonreír, escuchar tu voz, y darle las gracias a quien quiera que sea
el responsable de que un día más, a pesar de ser todo lo que soy,
sigues ahí, y no has dejado de quererme.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Sentirse pequeña...y seguir caminando.
Nada más abrir la puerta mi mirada recorrió inconscientemente y de manera atropellada todos y cada uno de los rincones de aquel amplio despacho...y a la vez ninguno. Mi memoria fotográfica tuvo que adoptar automáticamente el estado off, porque creo que sería incapaz de mencionar ni un sólo detalle concreto de aquel lugar. La primera impresión que generó en mí aquella sala podría describirse con una palabra: Inmensidad. Y madera, madera de la bonita, de la que transmite esa sensación de estar sentada junto al fuego de una chimenea en una casa de madera perdida en el bosque. Aquel hombre de mirada clara y penetrante, ataviado con un elegante traje y una bonita corbata, se acercó a saludarme con semblante serio, y al mismo tiempo agradable. Dejaba atrás una mesa color ocre, amplia, como las que salen en las películas en los despachos de personas importantes. No sabía muy bien qué se suponía que tenía que hacer, ni cómo saludarle, si debía continuar acercándome o simplemente limitarme a esperar en la otra mesa, la redonda, también como las de las películas, esas en las que se reúnen para hablar. En aquel momento no me sentía como una joven de 24 años y 1,71 de estatura, sino mucho más pequeña, mucho más. Aquellas personas me trataban de igual a igual, con amabilidad, respeto, educación, haciéndome sentir a gusto, cercanas...pero era inevitable pararme a pensar, y darme cuenta de que ellas han recorrido un camino mucho más largo que el mío hasta llegar al punto en el que están. Y es que aunque a veces nos parece que el camino que dejamos atrás es tedioso y complejo, no nos damos cuenta de que el que nos queda por recorrer, lo es todavía más.
domingo, 4 de noviembre de 2012
sábado, 3 de noviembre de 2012
Un café, por favor.
Hace
no mucho, una joven profesora entró en clase con un enorme frasco de
vidrio color verde botella y una caja de cartón. Sin decir nada,
bajo la atenta mirada de todos sus alumnos, lo colocó sobre la mesa
y comenzó a llenarlo de pelotas de tenis que tenía guardadas dentro
de la caja, hasta que no cabía ni una más. Preguntó entonces a los
estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes más
participativos respondieron en voz alta que sí, mientras que los más
tímidos asintieron con la cabeza. Sacó entonces de la caja de
cartón un puñado de canicas, y las arrojó al interior del frasco,
llenando los huecos vacíos. Preguntó de nuevo a los estudiantes si
estaba lleno, y una vez más, comenzando a despertar las primeras
sonrisas de la mañana, respondieron que sí, que lo estaba. Sacó
entonces la profesora un pequeño saquito de arena, y lo virtió
dentro del frasco, cubriendo de nuevo los huecos vacíos. Preguntó
por tercera vez si estaba lleno, y aunque tardaron algo más en
contestar, la respuesta fue de nuevo afirmativa. La profesora sacó
del interior de su caja un termo lleno de café y dos tazas, y tras
llenarlas hasta arriba arrojó el líquido al interior del frasco.
Esta vez todos los alumnos se rieron. Cuando los cuchicheos y risas
cesaron, y la clase recuperó el silencio, la profesora les dijo lo
siguiente:
-Este
frasco que tenéis delante, representa la vida. Las pelotas de tenis
son las cosas importantes, como la familia, la salud, los
amigos, el amor...cosas que realmente os apasionan, por las que
estaríaiss dispuestos a luchar incondicionalmente. Ese tipo de cosas
que aunque perdiéramos el resto, y nada más nos quedasen esas,
sentiríamos que nuestras vidas aún estarían llenas. Las canicas son
esas cosas que nos importan, o deberían de importarnos, de manera
secundaria, como el trabajo, la casa, el coche...y la arena es el
resto de las pequeñas cosas restantes. Si primero pusiéramos la arena en el frasco, no habría espacio para las canicas, ni para las pelotas de
tenis, ¿No es cierto? Pues exactamente lo mismo sucede con la vida.
Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas
pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas importantes.
Presta especial atención a todo aquello crucial para tu felicidad.
Sal con tu novio a cenar, madruga para jugar con tus amigos a baloncesto,
concédete tiempo para ir al médico cuando lo necesites en lugar de hacer sufrir al cuerpo, disfruta de
tus aficiones...siempre habrá tiempo para recoger tu cuarto, para
arreglar el móvil o para comprarte ropa. Pero ocúpate
primero de las pelotas de tenis, de las cosas que realmente importan
en la vida. Establece TUS prioridades, porque son tuyas y de nadie más, y el resto, le pese a quien le
pese, sólo es arena.
-¿Y
el café ?¿Qué representa?- Preguntó uno de los estudiantes, tras
alzar la mano.
-La
profesora se dejó escapar una sonrisa de esas de "me encanta el
momento en el que me hacen esta pregunta", y respondió. -El
café es para demostrar que aunque tu vida te parezca llena, SIEMPRE
hay un lugar para dos tazas de café con un amigo. -Cerró el frasco
de vidrio con ambas manos, y añadió-Y quien no lo vea así...como
amigo, no te merece la pena.
jueves, 1 de noviembre de 2012
Cicatrices.
Para
los niños, las cicatrices son como medallas de guerra. Les gustan,
les entusiasma la idea de tener una de esas incisiones en línea
recta con puntos a los lados, como las de los piratas, o las de los súper-héroes de las películas. Los adolescentes tienden a hacer un drama
sólo de pensar que se les va a quedar una marca que deforme alguna
parte de su cuerpo, por pequeña que sea, mientras que los amantes las utilizan
como secretos que revelar, y las personas mayores narran con orgullo
historias sobre ellas a sus hijos, y nietos. Es fácil mostrar una
cicatriz, cuando ya está cerrada. Lo realmente difícil, es mostrar
la herida que aún está por terminar de cicatrizar.
-¿Qué
pasa contigo, tiempo? ¿No decías que lo curabas todo?
+Curo
todas las heridas, pero tiendo a dejar cicatrices.
martes, 30 de octubre de 2012
Otoño.
Él
salió de casa con unas bermudas azul marino, unas sandalias de cuero y una camiseta gris de manga corta. Ella le miró extrañada, con
cara de "qué haces con esa ropa en pleno Octubre", a lo
que él se limitó a responder con una cálida sonrisa. Entonces ella, que se
estaba muriendo de calor con sus vaqueros largos y su jersey de lana,
sonrió también, al tiempo que se lo ataba a la cintura dejando sus
bronceados brazos al descubierto, y remangaba los bajos de sus
pantalones. Le abrazó con ternura, y comprendió entonces que de vez
en cuando hay que intentar deshacerse de esa maldita costumbre que
tenemos las personas de vivir encadenados a la objetividad de las
palabras, sin escucharnos por dentro, y sin hacer caso a lo que
realmente nos pide el cuerpo, la mente, y el alma.
Sobre
suelo firme de tierra seca y fría, envuelto en un manto de hojas
crujientes, ocres y tostadas, camina con pies descalzos, invadiendo
cada rincón del todo y de la nada. Y cuando la pasión del verano se
acaba, cuando el remolino de viento surge entre las sombras desde la
mañana y te recuestas tranquilo, dando descanso a tus alas, el amor
del otoño persiste, te arropa, te calma. Entonces, y sólo entonces,
entenderás que como en verano, se desea lo que se sabe que se acaba,
mientras que lo eterno se quiere...mientras que en otoño, se ama.
jueves, 25 de octubre de 2012
miércoles, 24 de octubre de 2012
Pic pac, pic pac. Sobre suelo húmedo, suenan secas.
Ella camina con paso firme por la acera izquierda, con sus cascos de música y su bolso de cuero cruzado, a juego con el color de sus botas altas, marrones oscuras, casi negras. Pic pac, pic pac, sobre suelo húmedo, suenan secas. Pic pac, pic pac. Sigue adelante con la mirada fija al frente, esa mirada profunda, almendrada, de pestañas largas, y alargadas. Y mira a todo sin mirar a nada. No pestañea, tan sólo boga perdida en sus pensamientos...¡Ojalá pudiera entrar en su mente para ver lo que hay dentro! Y digo ver, que no entender, porque ni aún viéndolo creo que sería capaz de entenderlo. Dobla la esquina y su melena rubia y castaña se contonea, atada en una coleta con descaro, despeinadamente peinada, al compás del viento. Y sus botas siguen sonando, pic pac, pic pac, sobre suelo húmedo, suenan secas. Marca su ritmo con un libro envuelto en papel de periódico, sujeto bajo su brazo derecho, y al agacharse para recoger un gorro de lana que se le ha caído al suelo se marca un ligero y sutil pliegue en su chaqueta de cuero, dejando entrever un trasero vaquero casi perfecto, ni grande, ni pequeño. Y sus botas siguen sonando, pic pac, pic pac, sobre suelo húmedo, suenan secas. Y entonces me cruzo con ella, no me conoce, me mira y sonríe...no te puedes imaginar lo que siento cuando sonríe, me enamoré de esa sonrisa blanca imperfecta desde el día en que la vi por primera vez, tan natural, tan de esas de "si se acaba el mundo, y me tengo que morir mañana mismo, quiero que sea contigo". Con esos labios, ni finos, ni gruesos, ¡joder! ¡lo que daría por poder darle un beso, o varios, cientos de ellos! Y sin detenerse sigue su camino, con esa sonrisa que poco a poco se desvanece entre el aire que la rodea, que huele a perfume cítrico, a suspiro ahogado, y a droga que engancha y no envenena, pero que la envuelve en una burbuja luminosa, que te atrae, al mismo tiempo que hace que no te acerques demasiado, que la temas. Y es que parece inútil tratar de derribar su muro de "me encanta el sonido que hacen las personas cuando se callan, y no molestan." Y sus botas siguen sonando, pic pac, pic pac, sobre suelo húmedo, suenan secas. Y una vez más, cruza la calle a la acera opuesta, y bajo mi atenta mirada, sola, firme y segura...se aleja.
lunes, 22 de octubre de 2012
Isabel Ruano.
A los ocho años, al cruzar la carretera para enseñarles a sus hermanas una muñeca que le había tocado en la feria, la atropelló un coche, o como ellos decían, "el coche", porque por aquel entonces probablemente sería el único de toda la ciudad de Burgos. Por suerte el golpe no fue demasiado fuerte, perdió el conocimiento durante unos minutos y paso varios días en observación, con mareos y dificultades de nitidez en la visión, pero no detectaron nada en su oído derecho hasta casi cumplir los 18 años. Fue entonces cuando descubrieron que el martillo, el yunque y el estribo estaban completamente destrozados. Isabel se había acostumbrado a oír exclusivamente por su oído izquierdo, sin apreciar realmente que su audición por el derecho era totalmente nula. Pero con el paso de los años su oído izquierdo fue deteriorándose también, hasta que a los más de setenta años de edad, aceptó que necesitaba un audífono, eso sí, de los internos, aunque se oyera menos, porque ella jamás dejaría su problema al descubierto del resto. Por ello la audición de Isabel continuaba sin ser satisfactoria, lo cual supuso que, haciendo uso de su extraordinaria imaginación, comenzara a inventar e imaginar aquellas palabras y frases que no había oído bien. Pero ella nunca lo reconocía, salvo que no le quedara otro remedio. Así era Isabel. Cabezota, creativa, firme y fiel a sus ideas y principios...pero sobre todo, una persona digna de conocer, admirar...y aprender mucho de ella.
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