viernes, 23 de noviembre de 2012

23N

La sala era amplia, ambientada de manera sencilla, cada columna, cada decorado, cada detalle parecía estar ocupando el lugar que exactamente le correspondía, como si se tratara de un rompecabezas recién terminado. Y al fondo del todo, detrás del pequeño escenario, ese escudo emergido sobre azul aterciopelado, dorado, brillante, que sin llegar a intimidar, imponía respeto. Primera línea plagada de flashes, trípodes, pilotos de luces rojas, cliks, claks con cuerdas de Nikon, Canon, o Sony, y tras todos ellos cual manejadores de títeres, sus profesionales. El público invitado, excepcional, atento, expectante.  Entre ellos Emilio, el padre de la chica de las mil calculadoras, Emiliano, mi editor y fabricante de sueños, mis padres, que me lo han dado todo, y Pablo, que siempre está, que nunca me falta. Esos rostros de AFAMMER, de Red Vecinal, dando vida y movimiento a las fotografías vistas en el último mes, y esos deslumbrantes uniformes azul marino llenos de bordados y de insignias de colores que no podía evitar mirar constantemente. Olga guapísima, discreta pero radiante, y a su izquierda el hombre de mirada clara y penetrante. Las tres Meninas, una auténtica obra maestra, cuidadas al detalle, al lado de los libros...¡mis libros! ¡quién me lo iba a decir, hace unos meses! Los cuatro reconocidos, risueños y agradecidos junto a la sonrisa de Alberto, desprendiendo tranquilidad en los momentos clave. Y ese atril, con su micrófono, que aunque no quieras eleva tu voz, y también algo más dentro de ti que sientes cómo sube colmado de aire, de unos nervios repentinos que en cuanto comienzas a hablar, desaparecen al instante. Todo fluye, todo sale según lo establecido, y cuando el acto se termina, una agradable sensación de esas de "me siento bien, me siento a gusto en este sitio, con estas personas, y por qué no decirlo...contenta."

Escribiría una entrada entera con una única palabra: Gracias. Infinitos, millones de Montones, de GRACIAS. A todos, por todo.

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