domingo, 11 de noviembre de 2012

Nunca me faltas tú.


Hay momentos en la vida en los que te sientes como si estuvieras en lo más alto de una montaña rusa, y otros en los que te parece estar en la parte más baja, con el vagón casi sin fuerzas para afrontar de nuevo otra subida, tediosa, pueril, flemática. Descubres entonces, a medida que van pasando los años, que la vida, en esencia, resulta ser algo así, con sus subidas y bajadas, llena de vagones con personas que van y vienen, y se vuelven a marchar, y otras que deciden montarse en tu mismo vagón y acompañarte a lo largo de tu viaje, tanto en las subidas, como en las bajadas. Pero sea cual sea el punto en el que me encuentre y desde que decidió dar cuerda a mi vagón, Él siempre permanece en lo más alto. Sea cual sea el límite, da igual, ahí está. Dándome estabilidad, ayudándome a mantener el cinturón abrochado para no caer nunca en el exasperante vacío, y recordándome que aunque vengan cambios de velocidad y de altura, aunque todavía queden muchas subidas y bajadas por afrontar, hay que relajarse, continuar, y procurar disfrutar del trayecto hasta el final. Ahora se que en todas y cada una de ellas, como has hecho hasta ahora, tú, permanecerás siempre constante.


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