martes, 5 de abril de 2011

Y todo lo demás, sobra.

No digas “ todo saldrá bien”. Tampoco digas “seguro que al final no es grave” y ahórrate los múltiples ejemplos que se te puedan ocurrir del estilo de “conozco a alguien que pasó por algo así”. No preguntes “¿qué tal?”, ni tampoco “¿cómo estás?”. No digas nunca nada de eso, porque no sólo da exactamente igual, si no que además suena ridículo. No es necesario que le des más importancia de la que tiene, ni tampoco menos. En realidad no es cuestión de la importancia que le puedas dar, porque cuando ves la cornada desde la barrera y no en tu propia carne no tienes ni la menor idea de qué es lo que se siente cada mañana al despertar, cada noche al acostarte, cada segundo al hablar o cada instante al respirar. Basta con un “ánimo”, un “¿sacamos la bici? ¿una caña? ¿unas canastas?”, o cualquier frase que se te ocurra de significado con esencia similar...y si realmente te crees tus palabras y estás dispuesto a aceptar el firme compromiso de cumplirlas, entonces, y sólo entonces, puedes permitirte un sincero “si me necesitas, estoy aquí”. Y todo lo demás, sobra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario