viernes, 10 de enero de 2014

Y la luna, mejor dejarla donde estaba.

¿Qué es lo importante, conocer la luna o pisarla? ¿Qué es lo importante, conocerla a ella o besarla? Así empiezan las cábalas para acabar en la cama de una de esas chicas que pierde mucho menos de lo que gana. En sitios donde los cuerpos son los que marcan las fronteras de las pieles que los sanan. Si la conoces antes de besarla corres el riesgo de quererla antes de tocarla, de conocerla en teoría y querer hacerle el amor en la práctica, de quebraderos de cabeza que no se saldan con polvos de despedida tras una vehemente llamada. Pero si la besas antes de conocerla, tienes el riesgo de hablar de un mundo en el que no se adapta, de entrometerte en parejas con las que no contabas, de que esté totalmente chiflada…aunque eso no sea malo, trae consigo la ignorancia de las cosas de las que ella no habla, de conocerla en cada minuto en el que la miras, los relojes no existen y el mundo entero se apaga, de que te sorprenda a cada paso que da, aunque se caiga. Y llegados a ese punto, siendo valiente, realista y consecuente, lo mejor es dejarse llevar, disfrutar del placer de descubrirla en cada mirada, en cada gesto con el que explica las cosas cuando se enfada, en besarla rápido y poco al principio, por si se gasta, y besarla lento y mucho en los días en los que te cuenta las cosas que a nadie contaba. De abrazarla cuando tenga miedo y no sepa de qué, de pensarla cada noche bajo tus sábanas frías, cuando no esté. De ser un poquito más de lo que esperabas, de lo que pensabas. De ser cada día más, sin querer ser nada. Y la luna, mejor dejarla donde estaba.

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