domingo, 28 de julio de 2013

Círculos.

No me gustan las ventanas abiertas ni los puntos muertos, esos que no avanzan ni hacia delante ni hacia atrás, que te dejan clavado ahí en el suelo como si dieras vueltas formando círculos alrededor de ti mismo sin despegar los pies, sintiendo cierto mareo y con la sensación de que en cualquier momento vas a caer...pero no caes. Me dan vértigo las espirales, esas que no sabes dónde empezaron, ni  tampoco cuándo acabarán, sólo caminas en círculos continuos uno tras otro cada vez más pequeños y más profundos...círculos, otra vez. Odio que el espacio entre tu risa y la mía sea tan grande, tan jodidamente evidente y quebrantable hasta el punto de no poder escuchar su sonido desde donde estoy, por más que lo intente, que sólo escuche mi llanto circunspecto y silencioso al otro lado del teléfono. No soporto la ausencia de abrazos, sobre todo cuando los necesito, sentir que por un momento formas parte del círculo de otra persona, y ella del tuyo. El agua fría sobre la cara me alivia, pero cuando me seco siento un pinchazo en la cabeza y en el pecho que no me deja descansar tranquila. Sólo pensar. Dar vueltas a la cabeza, en círculos y más círculos que no dejan de girar, y en un arranque desesperado sin querer dan marcha atrás. Y eso es lo que más vértigo me da de todo. Mirar atrás, y hacia delante, y que el círculo vuelva a empezar...pero no pare. Porque tú no paras, no te detienes, una y otra vez vuelves a girar. Tú no sabes quedarte. Sólo llegas, desordenas mi vida y te vas. Lo tuyo no es amor, es turismo emocional.

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