sábado, 28 de julio de 2012

Y soplar en la herida, para que no duela.

Llenas de calma mi ansia arrollada y colmada de nervios, enfrías el fuego que abrasa por dentro para que antes de arder se consuma entre restos de humo. Humo que espantas, que suspendido se aleja, y deja paso al aire, al oxígeno que colma pulmones, que apaga la tos con tu agua. Y corta mi sed, y refresca mi alma.  Y el tacto más fragoso se convierte en caricia de seda, el olor más hediondo en incienso de vainilla y hierbabuena, que sabe a caramelo, a miel, y a canela, que no hacen falta ojos para contemplar su belleza. Y es así como lo haces, cómo de vida me envenenas, soplando en la herida, para que no duela.

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