miércoles, 24 de marzo de 2010

Días de colores.

Me pregunto quién inventaría los días de colores. Realmente un día no puede ser de un color en concreto, los días son conjuntos de horas, agrupaciones de tiempo, la palabra día es un sustantivo abstracto, no es algo que se pueda ver ni tocar, como nos decían en la asignatura de lenguaje en el colegio. Pero sin embargo en muchas ocasiones tendemos a relacionarlos con colores. Hay días rojos, como explicaba Truman Capote en “Desayuno con Diamantes”, en los que estás triste, tienes miedo, y no sabes por qué. Días rosas, en los que todo parece ir bien y desde que empiezan hasta que terminan se te dibuja una sonrisa tonta en la cara con inexplicable facilidad. Días negros, en los que tienes un humor de perros y lo único que quieres es que llegue la noche, y poder decir eso de “mañana será otro día”. Y luego están los días grises. Son días en los que sientes cierta inquietud, o desconcierto, ante determinados cambios o situaciones, y no eres capaz de definir de forma concreta el tipo de día en el que te encuentras. Normalmente no vienen aislados, no se trata de días sueltos, sino más bien de temporadas, “rachas”, que solemos decir…y si hay algo que he aprendido últimamente sobre ellas, es que la mejor forma de superarlas es no dejar que la indecisión se apodere de ti. Relajarte, aprender a sacar partido de esa incertidumbre que te provoca el no saber lo que vendrá después, disfrutar de tu juventud, y no me refiero a la juventud que viene con la edad que marca nuestro DNI, si no a la juventud interior de cada uno que nunca debemos perder…y conseguir hacer de los días grises, los mejores días que existen.

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