martes, 29 de marzo de 2016

Y acariciar la herida, para que no duela.

Uno de mis recuerdos favoritos de aquella época es el de la primera vez que la miré.  No la primera vez que la vi, la había visto muchas veces, en diferentes ocasiones sin si quiera darme cuenta. La primera vez que la miré de verdad, que me detuve sin querer durante unos segundos en la miel de sus ojos, que observé su sonrisa y pensé que era lo más bonito que había visto aquel domingo de resaca...lo más bonito que había visto en mucho tiempo. No sé por qué me sentí afortunado, y aunque siempre fui bastante escéptico en la magia os juro que noté a las jodidas mariposas revolotear dentro de mi estómago. Perdí por completo el hilo de la conversación, de lo que fuera que me estuviera contando que no dudo que fuera interesante...pero hay sensaciones que pueden borrar de golpe todas las palabras del mundo, que te hacen acariciar el tiempo como si escondieras cinco orgasmos en cada una de tus manos. Cuando recuerdo aquel momento a mí también se me asoman los dientes y se me escapan los hoyuelos. Es lo que me hace sacar las pinturas de colores cuando los días se vuelven grises como hoy, y crear un mar lleno de olas enormes que rompen contra las rocas con rabia, en un intento desesperado de volver a aquella playa. Al fin y al cabo si sonríes al recordar, es que no lo hizo mal del todo. Y lo importante no es quién cura las heridas. Sino quién es capaz de volverlas a abrir sin que te duelan.

1 comentario:

  1. Estoy enamorada de tu forma de escribir! Donde estas? Escribe más, por favor!

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