miércoles, 25 de septiembre de 2013

Vuelve.

Hacía frío, pero Daniela no era consciente. Le dio una última calada a su cigarrillo y lo apagó contra el suelo, haciendo que las cenizas se confundieran en el asfalto. Dejó caer sus pestañas hacia el bordillo de la acera sobre la que estaba sentada, y estiró sus piernas sobre la carretera, sintiendo los dedos de los pies entumecidos dentro de los zapatos de tacón. Se deshizo de ellos allí mismo, sin levantarse, y buscó en el interior del bolso su teléfono móvil. Seguramente dormiría, pero no le importaba hablar con su contestador automático. Le buscó en llamadas recientes, y esperó. Tras la media docena de tonos de rigor y la irritante voz de la señorita "Dejesumensajedespuésdeoirlaseñal", tomó aire y dejó que ese nudo que tenía atascado dentro comenzara a deshacerse por su boca. Sin parches, sin adornos, sin anestesia.

"Podría darte mil razones para que vuelvas: Te daría el abrazo más fuerte del mundo, uno de esos que huelen tan bien, y ya no tendrías que ver películas para acostarte. Yo te contaría una al oído, hasta que fuese demasiado tarde y se mezclasen mis palabras con el comienzo de alguno de tus sueños raros. O podríamos pasarnos toda la noche en la cama, sin dormir. Siempre hay cosas mejores que hacer en una cama. O contándonos lo que hemos hecho durante todo ese tiempo que nos buscábamos, sin saber siquiera quiénes éramos, si existíamos realmente o si sólo éramos el reflejo de una de esas historias en las que chico conoce a chica...y todo lo demás. No sé. No te pasarías el domingo pensando "¿qué puedo hacer?", porque podrías hacerme a mí, feliz, o lo que sea, un día más. O el amor, como tú dices. Esta vez podría esperarte despierta con una pizza para cenar. Podríamos irnos a merendar a algún parque de esos en los que hay hierba y hormigas a las que les gustan las hamburguesas con queso y las patatas fritas. Perder el reloj, y la noción del tiempo, para terminar perdidos el uno en la mirada del otro pidiéndonos a gritos algo más. Y esta vez nos lo daríamos desde el principio, no sólo al final. Es demasiado pronto para hablar de principios, y de finales. En realidad es demasiado pronto para hablar de nada, pero qué quieres que te diga, a estas alturas. Son las seis de la madrugada, no tengo ganas de dormir, y no puedo dejar de pensar en ti."

Tras un leve suspiro colgó el teléfono y lo arrojó de nuevo al interior de su bolso. Se puso en pie, recogió los zapatos del suelo y comenzó a caminar descalza, en dirección al portal de su casa. Entonces el olor a una colonia que no era la suya llamó su atención,y antes de que pudiera darse media vuelta unos brazos la arroparon por la espalda, haciéndole sentir, por fin, que no se abrazaba a un hueco vacío. Sintió su respiración junto a su cuello, y su voz le susurró al oído:

"Llegas un poco tarde. Me he acabado casi toda la pizza."


No hay comentarios:

Publicar un comentario