jueves, 10 de mayo de 2012

Reflexión ante el cambio.

Ya estuve triste antes de ti. Aquellos meses grises se sucedían uno tras otro, anodinos, impasibles, bogando como escualos, directos a por mí. Y me mordían fuerte en el vientre, y me sacaban las tripas desde bien adentro, con sus dientes de acero fuerte y congelado. Y las volvían a meter como les daba la gana, descolocadas, revueltas, indigestas. Las dudas golpeaban con furia en las puertas de mi cabeza, rompían a sonar todas las campanas juntas, nadie le besaba en la boca a la certeza, ni si quiera un tímido beso en la comisura de los labios...y el aire, que arañaba a mi garganta con uñas sucias y desiguales, mordidas de desesperación, se hacía cada vez más pesado y molesto en mis pulmones, que lo expulsaban teñido de rojo. Pero pasarlo mal siempre es la antesala de un cambio. El problema es que no se suele saber de cual, y la vida se convierte en sala de espera, en un ring de boxeo con dos contendientes: Tú, y tu destino. Y siempre sale sangre, y siempre gana nadie. Ahora me pregunto qué hice mal, para pasar por ello, qué hice bien, para pasar por esto ahora, para tenerte aquí, conmigo, rellenando los rincones olvidados, disfrazando mis problemas, y recordándome día tras día que ahora, aunque esté triste, aunque vengan nuevos cambios, tú permanecerás siempre constante.

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