viernes, 5 de octubre de 2012

Hasta siempre, Ana.

Nunca me cansaré de decir que no me gustan las despedidas. Hoy ni si quiera he podido estar presente, pero el hecho en sí sigue siendo igual de triste. Ana es una de las primeras profesoras que conocí hace ya casi un año, cuando empecé a trabajar en Agustinas. Era nueva, como yo, pero parecía llevar allí mucho más tiempo. Su alegría, su vitalidad, sus ganas de trabajar y de trabajar bien, te contagian y te llenan de vida, de fuerza para afrontar el día a día con una sonrisa. Pero lo que más me llamó la atención de Ana es su preocupación por las personas. Tanto alumnos, como profesores, como la mujer que pedía dinero sentada en el suelo de la calle o el padre del alumno que intenta leer, y no sabe. El cariño con el que trata a todo el mundo, el interés que muestra cuando habla, y cuando te escucha, porque Ana, te escucha. Y te apoya. Al principio, cuando me sentía sola o apartada entre el resto siempre intentaba buscarla, porque me transmite tranquilidad, optimismo, calma. Y aunque cada día que pasa me siento más a gusto en el trabajo y tengo más miedo de llegar al momento en el que tenga que pensar eso de "esto se acaba", y aunque el lunes volveré al colegio con la misma ilusión que siempre, y con las mismas ganas, se que una parte de mí, echará mucho en falta a Ana.

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